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La historia se oculta en rincones del DF

Juan Solís| El Universal
Lunes 18 de junio de 2007
Ya sea entre el tránsito, el ambulantaje y el olvido, las huellas de la Independencia y la Revolución sobreviven en la ciudad

Ocultas tras un bosque de pinos o de puestos ambulantes, mimetizados con la pared que las sostiene o rodeadas por el tránsito vehicular, subsisten en la ciudad de México las huellas de la historia: placas, monumentos y sitios que dan fe de batallas decisivas, de un encuentro inusitado, de una anécdota memorable.

Ante los festejos del centenario de la Revolución Mexicana y el bicentenario de la Independencia, en la ciudad de México subsisten una serie de lugares, rurales y urbanos que serán centro de las conmemoraciones planteadas por el Gobierno del DF, con el fin de que el público conozca los acontecimientos que tuvieron lugar en sitios tan distantes como el Monte de las Cruces, en Cuajimalpa, Azcapotzalco -que fue escenario de una heroica batalla en la consumación de la Independencia-, o Xochimilco -el punto donde se reunieron Francisco Villa y Emiliano Zapata.

Mucho de esa historia local es desconocida y despreciada; una muestra es que es zapatería el inmueble donde en alguna ocasión compartieron alimentos los dos generales de la Revolución.

Al margen de las ceremonias cívicas, a la sombra del oficialismo, las coordenadas históricas que aquí se presentan son puntos de intersección entre la historia local y la nacional, sitios cuya aura de leyenda aún habita en la memoria de no pocos capitalinos.

Un cura en medio del agua

El busto dorado representa al cura Miguel Hidalgo y Costilla. Se encuentra en su pedestal, que al igual que el muro que le sirve de fondo está completamente grafiteado.

La presencia del así llamado Padre de la Patria en el centro de un pueblo no es algo extraño en México. Sin embargo San Lorenzo Acopilco, lugar de origen prehispánico situado en la delegación Cuajimalpa, a más de 3 mil metros sobre el nivel del mar, puede presumir que el modelo real del busto colocado afuera del atrio de su parroquia sí pasó por ahí.

Una enorme placa ubicada a un costado de la iglesia recuerda que "el 30 de octubre de 1810 Acopilco fue ocupado por las tropas insurgentes del cura Miguel Hidalgo, después de la batalla del Monte de las Cruces".

La batalla que ganó el ejército insurgente, y que lo colocaba a las puertas de la ciudad de México, es recordada en un monumento ubicado a pocos kilómetros de San Lorenzo, sobre una loma en la zona de la Marquesa.

Montados en sus caballos, tres enormes figuras que representan a Hidalgo, Ignacio Allende y Mariano Jiménez, dominan el valle.

A pesar de los anuncios que invitan a los visitantes a respetar el monumento, los tres caballos ostentan pintas en sus cuerpos. Cerca de sus patas hay restos de botellas rotas y -según narra un vendedor de quesadillas- los jóvenes gustan de montar a la grupa con los héroes.

Hidalgo no corre con mejor suerte -en lo que a grafiti se refiere- en San Lorenzo Acopilco, poblado cuyo nombre significa en náhuatl "entre dos aguas", y donde hizo una parada Vasco de Quiroga, camino a Michoacán, estableciendo la iglesia de San Lorenzo que hasta la fecha se conserva.

María Luisa Arriaga, fiscal de la parroquia, comenta que fueron sus abuelos y padres quienes les contaron las historias y leyendas del pueblo, que ahora ella transmite a sus hijos.

Sabe que en 1867, el Batallón de Cazadores de la Montaña, formado por acopilquenses, derrotó a un destacamento francés. Aunque tiene más presentes las historias de la Revolución, como la que consigna que la imagen de Cristo que se venera en la parroquia, fue trasladada a Tacubaya para esconderla de los asedios carrancistas y zapatistas.

"Cuando la imagen regresó al pueblo -apunta Juana Martínez-, el señor Donato Ángeles soñó con una procesión como acto de agradecimiento. Desde entonces, cada cuarto viernes de Cuaresma se hace la procesión."

La batalla de Azcapotzalco

Está ebrio, pero eso no le quita el orgullo por su barrio. Asegura que la hormiga labrada en la fachada del templo de los apóstoles Felipe y Santiago, en Azcapotzalco, camina. ¿O será que la iglesia se está hundiendo? -se pregunta.

Deambula por el amplio atrio de la iglesia dominica, sitio que el célebre 19 de agosto de 1821 fue el campo de la última acción bélica de la Guerra de Independencia, conocida como la Batalla de Azcapotzalco.

Una placa colocada en la parte exterior del grueso muro que delimita el atrio da registra el hecho. A juzgar por las fechas grabadas, fue colocada en 1921, en el centenario del acontecimiento.

Fue Anastasio Bustamante, quien a la postre sería presidente de México, el encargado de comandar a las fuerzas del ejército trigarante en su victoria sobre un reducto realista.

Más de un mes después, el 27 de septiembre, el ejército entró triunfante en la ciudad de México, encabezado por Agustín de Iturbide.

Jorge García, estudiante de sicología oriundo de Azcapotzalco, lamenta que la importancia histórica del sitio, que data de tiempos prehispánicos, no sea tema de interés para los habitantes de la delegación ni para los capitalinos, en general.

Pocos habitantes saben, por ejemplo, que en esa batalla participó Valentín Canalizo, quien llegó a la Presidencia. También tomó las armas en Azcapotzalco el caudillo independentista Miguel Borja, quien participó en la construcción y defensa del Fuerte de Los Remedios o de San Gregorio.

Fue en la estación del tren de Contreras...

Pintada de amarillo y verde, la estación de tren de Contreras pretende, a través del color y de la conservación de su estructura, provocar la memoria de los habitantes del antiguo pueblo de La Magdalena.

En su interior hay una colección de objetos y fotografías, donados por vecinos, vinculados con el ferrocarril.

Lámparas, señalizaciones, tornillos y hasta un silbato de tren que requiere mil libras de presión, para funcionar conviven en el espacio de madera con imágenes de locomotoras que, en alguna ocasión, pasaron por el sitio y atravesaron el Río de la Magdalena a través de un puente, que fue rescatado durmiente por durmiente.

La estación, en cuya restauración tuvo mucho que ver la voluntad del artista Ariosto Otero y el apoyo de la delegación, fue un punto clave para las tropas zapatistas durante los años de lucha de la Revolución Mexicana.

Por esa estación pasó Francisco I. Madero, en un viaje a Cuernavaca, y ahí lo esperó, en 1911, Socorro E. Ramírez, presidenta del Club Democrático Antirreeleccionista Vicente Guerrero para entregarle un pliego petitorio a nombre de los habitantes del pueblo de La Magdalena.

La misma estación, que hoy alberga al Centro Cultural La Locomotora, fue escenario de batallas entre zapatistas y carrancistas de 1912 a 1915.

En este último año, soldados del Ejército del Sur se trasladaron a Buenavista para robar una locomotora y trasladarla a Contreras con el objetivo de transportar a sus fuerzas.

Don Fortino Parra, nativo de Contreras y encargado del cuidado de la estación, asegura que a su abuelo lo agarraron los soldados.

"No me acuerdo si eran los carrancistas o los zapatistas, pero se lo llevaron y lo colgaron en un capulín. Mi abuelita lo fue a bajar. Desde ahí se enfermó."

Zapata en la zapatería

Aún queda el edificio la caja registradora, el teléfono y un reloj, de lo que fue en el siglo pasado el hotel Reforma, en Xochimilco. El sitio, que era más un mesón que un hotel, fue el escenario en el que los dos grandes caudillos de la Revolución Mexicana, Emiliano Zapata y Francisco Villa, se reunieron para charlar, comer y firmar el Pacto de Xochimilco.

La placa que conmemora el acto, a través del cual se estableció una alianza militar entre el Ejército Libertador del Sur y la División del Norte, se localiza en la fachada del inmueble, ubicado en el número 32 de la calle 16 de Septiembre, casi oculta por la sombrilla multicolor de un puesto ambulante.

El lugar ahora es una zapatería. En el patio central, donde en alguna ocasión compartieron los alimentos Villa y Zapata, se encuentra sentado don Benjamín López, quien mientras espera un calzado de su número asegura que no sabe mucho de historia, que no sabe leer ni escribir, pero que sí conoce a Villa y Zapata.

Sebastián Flores, cronista de la delegación Xochimilco, recuerda que su abuelo fue uno de los 15 habitantes de Xochimilco que estuvieron presentes en la firma del Plan de Ayala. Pocos como él evocan la historia del sitio como si se tratara de un poema épico.

Cuenta que para la entrevista entre los dos caudillos, las fuerzas zapatistas recibieron refuerzos de armas y gente el 1 de diciembre de 1914. Las escuelas Ignacio Ramírez y Vicente Riva Palacio, edificadas a un lado del convento, así como los portales del antiguo mercado, que se localizaba frente a la iglesia, sirvieron como alojamiento para las tropas villistas, que fueron recibidas con todos los honores la madrugada del 3 de diciembre.

"El 4, amaneciendo, llegó Zapata. Más tarde lo haría Villa por el camino de Tepepan. Mi abuelo me contaba que cuando Zapata ya había llegado a Xochimilco, su gente aún seguía avanzando por Tulyehualco y Tláhuac. Acabaron con todo lo que había sembrado en ambos lados de los canales."

Cuando Villa llegó, inmediatamente fue escoltado hasta llegar ante Zapata, quien lo esperaba en la escuela Ignacio Ramírez. De ahí salieron al antiguo hotel Reforma, donde ya había sido habilitada una pieza para la entrevista.

Al final del encuentro, los generales compartieron los alimentos con sus acompañantes en el comedor del hotel, que continuó en sus funciones hasta los años 70 del siglo pasado.



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