Letras que buscan sobrevivir
El Festival Letras del Mundo en Tamaulipas se pasea por el borde del abismo. Mientras esto ocurre, ¿habrá que rebautizarlo como "el más importante encuentro fronterizo celebrado este año?". Algunas razones: 1) Los poemas de la británica Elaine Feinstein. Es impresionante la seguridad con que los poemas de Feinstein, reunidos en Música urbana (Hiperión), se pasean por el borde de la oscuridad definitiva, o se interesan, como escribía D. H. Lawrence, por el gran privilegio de estar vivo: Hace un mes le extirparon un cáncer de garganta. / Hoy saborea el sol en el aire enturbiado./ Y siente más intensa la belleza del mundo,/ como si el miedo hubiera despertado a la poesía . Los poemas de Feinstein cuentan la experiencia de sumergirse en lo hondo y volver para contarlo. En el encuentro hubo quien se sumergió, literalmente, en lo hondo. 2) La selección de los invitados, hecha por Víctor Manuel Mendiola y Jennifer Clement, no sólo dio a conocer textos inéditos de autores prestigiosos, sino que brindó la oportunidad de escuchar a escritores célebres en el resto del mundo, y sin embargo poco conocidos en México, entre ellos la británica Lavinia Greenlaw o el estadounidense Edward Hirsch (¿por qué un gran poeta como este no tiene un libro traducido al español?). Con aparente sencillez, dueños de una musicalidad muy particular, los poemas de Greenlaw y Hirsch se pasean por el borde y desembocan también en revelaciones muy personales. En Una historia parcial de mi estupidez , Hirsch escribe a contracorriente de los gobernantes de su país: Me preocupaba demasiado lo que los otros pensaban/ y hacía comentarios innecesarios. / Callaba cuando debía hablar./ (.) Sentí que viví una vida equivocada/ espiritualmente/ mientras que en la otra mitad del mundo/ miles de personas eran asesinadas/ algunas por mis propios compatriotas./ Caminé entonces distraído, perdido en el pensamiento/ y olvidé velar por los que sufrían/ tan lejos y tan cerca./ Discúlpame, fe, por no tenerte./ Mas no creo en un Dios/ que me elude . 3) Entre lo más celebrado por los asistentes, los poemas de Antonio Colinas, Rodolfo Hinostroza, Víctor Manuel Mendiola, Sara Uribe, los espléndidos nuevos poemas de Vicente Quirarte y los haikús cubanos de Orlando González Esteva (Día de nubes./ Toca a los nomeolvides /ser más azules. ). Y este poema de Héctor Carreto sobre los correctores de estilo: Señor/ Bendice a los redactores improvisados,/ bendice también los dedos de las tipógrafas/ que bailan sobre las teclas; / bendice, especialmente, a los escritores sin ortografía,/ porque gracias a todos ellos existimos los correctores./ Señor, hiciste un mundo apresurado;/ ninguna obra maestra, debes saberlo,/ se escribe en siete días./ Por si decides corregir tu creación/ te dejo mi tarjeta . 4) En su segunda lectura, Rubem Fonseca eligió contar el primer capítulo de Bufo y Spallanzani , donde se narra en detalle un encuentro erótico poco convencional, que incluye la explosión de un calentador de agua. Cuando estaba a punto de ocurrir el momento más importante para los dos personajes, el brasileño advirtió que había olvidado llevar consigo las siguientes hojas del texto -lo cual generó verdadero suspenso entre los espectadors. Luego de revisar todos los bolsillos de su saco, Fonseca miró al público que no respiraba: En vista de que esta historia está contada en primera persona, voy a contar el final como si yo fuera mi propio personaje. pero antes, que se salgan los niños de la sala . En un verdadero performance que ocurrió en un portuñol impecable, el escritor se llevó su segunda ovación en dos días. Juan Villoro, que al igual que todos los presentes sudaba por el brasileño, comentó que Fonseca hizo con esa lectura lo que Pelé en un partido de futbol. 5) En cuanto a los narradores respecta, durante estos cinco días se leyeron cuentos concebidos como carreras de 100 metros que desembocaran en un salto hacia el vacío (Juan Villoro, Alejandro Estivill) o fragmentos de novelas que funcionan como auténticos cruceros por alta mar (Eliseo Alberto, David Toscana y su ejército iluminado, Ana Clavel y sus admirables violetas). Lugar aparte merecen la manera cómo la vastedad y los detalles de la frontera norte conviven en un nuevo cuento de Juan Villoro, o la flamante obra de teatro de David Olguín, donde, durante sus muchas conquistas, el joven Casanova utiliza la herencia de Paracelso, con fines impublicables aquí. 6) Mas, a pesar de haber dado muestras de vitalidad literaria durante los últimos cinco años, el Festival Letras del Mundo parece encontrarse a punto de desaparecer. En Tampico circulan rumores de que un proyecto que cala tan hondo, al cual las escuelas públicas y privadas se pelean la oportunidad de asistir, no ocurrirá el año próximo. Se dice que este festival literario, capaz de reunir a dos docenas de creadores de primer nivel en el más desértico de los estados norteños, un festival que contribuye a difundir la literatura por todo el país, que da un respiro a las librerías locales, que despierta el apetito de jóvenes lectores, que propicia el contacto entre creadores de Tamaulipas y el extranjero, se dice que un esfuerzo tan grande como éste, no tendrá continuidad. Interrogado sobre el asunto, el poeta Víctor Manuel Mendiola, director del encuentro, declinó hacer comentarios. Los escritores tamaulipecos tienen perspectivas nada optimistas. ¿Clausuraran la primera gran aportación literaria de Tamaulipas al resto del país? 7) Por la noche hubo una cena en la playa. Para escapar a la amenaza que suponía una marimba y una banda de mariachis que se acercaban sospechosamente, dos docenas de escritores se saltaron una barda para conocer el mar de Tampico. Mientras se cruzaban apuestas sobre quién se atrevería a sumergirse, un poeta italiano de 76 años, Edoardo Sanguineti, quien mejor ha escrito sobre cómo todo termina hecho trizas en las tiernas mandíbulas del tiempo, se quitó los zapatos y el pantalón y entró al mar antes de que nadie pudiera impedirlo. Cuando la multitud intentó reaccionar, Sanguineti había desaparecido en el Golfo. Por más que el grupo trataba de localizar al poeta, era imposible atravesar con la vista la densidad de la noche. Una eternidad después uno de los presentes apuntó en dirección de Veracruz y señaló al poeta, que regresaba por su propio pie. Sanguineti pasó a un costado del grupo y comentó con toda modestia que el agua no estaba mal, incluso muy tibia, y se calzó los zapatos. Por eso cierro con uno de sus poemas fronterizos (Cataletto 13 ): En mi vida ya he visto chaquetas, coleópteros, un infierno trastornado por un Doré,/ el cólera, los colores, el mar, los mármoles: y una plaza de Oslo, y el Grand Hotel des Palmes, los sobres, los bustos:/ ya he visto el juego de las siete y media, los anagramas, los hectogramos, los bizcochos, los corsarios, los burdeles, los monumentos a Mazzini, los polluelos, los niños,/ Ridolini: /Ya he visto los fusilados del 3 de mayo (pero únicamente en una reproducción en blanco y negro), los torturados de junio, los masacrados de septiembre, los ahorcados de marzo,/ de diciembre: y el sexo de mi madre y de mi padre: y el vacío, y la verdad, y el gusano inerme, y las termas:/ ya he visto el neutrino, el neutrón, con el fotón, con el electrón / (en representación gráfica, esquemática): con el pentamerón, con el lesamerón: y el sol,/ y la sal, y el cáncer, y Patty Bravo: y Venus, y las cenizas: con el requesón, con el mascarón, con el medio cañón: y el mascarpio (del latín), para manuscarpar:/ Pero ahora que te he visto, vida mía, apágame los ojos dos dedos, y basta: *Escritor





