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Erotismo sazona la cocina mexicana

Juan Solís| El Universal
Viernes 17 de febrero de 2006
El poder, el más potente afrodisiaco, dice José N. Iturriaga, quien publica su estudio sobre la gastronomía nacional

Henry Kissinger decía que el más potente afrodisiaco es el poder. El historiador y especialista en gastronomía mexicana, José N. Iturriaga, lo secunda y lo ejemplifica.

"La impotencia masculina se debe a la edad o a la inseguridad. El poder le da a la gente una gran seguridad. Personas que no tienen una formación interna y filosófica fuerte, como la mayoría de los políticos, son seguros de sí mismos cuando tienen poder. Cuando dejan de tenerlo son unas piltrafas."

A 10 meses de que culmine el sexenio, la advertencia del ex director del Museo Nacional de Culturas Populares adquiere peso. Y más si se toma en cuenta que ni los mariscos ni los huevos de tortuga son la solución para desafiar a la gravedad. Lo más cercano -probado científicamente-, es el licor de Damiana y el amor.

De afrodisiacos y perversiones, de todo aquello que de erótico hay a la hora de comer lo mismo un mole que tostadas de presunta pata, trata el libro Pasión a fuego lento. Erotismo en la cocina mexicana, de José N. Iturriaga, que será presentado por Martha Chapa, Guadalupe Loaeza y Germán Dehesa, este miércoles 22 de febrero, a las 19 horas, en el Museo Nacional de Culturas Populares.

El libro, editado por Grijalbo, expone la relación que han mantenido el erotismo y la cocina mexicana desde la época prehispánica hasta la actualidad.

El pez por la boca muere

A lo largo de 20 años, Iturriaga ha escrito más de 10 libros sobre gastronomía mexicana. En sus investigaciones se ha encontrado con los datos que condensó en el más reciente material, cuya elaboración duró dos años.

"No es un tema forzado. La relación entre ambos temas es real. El primer acto del ser humano es alimenticio y erótico: recibir el pecho de su madre. Ese acto marca toda tu vida. Al alimentar a su hijo, la madre siente placer. Tiene algo de erótico, aunque con un sentido transparente."

Iturriaga señala que toda relación amorosa inicia con la boca, que lo mismo sirve para besar que para comer.

"En la tradición judeocristiana el pecado carnal está simbolizado en la manzana que Eva le ofrece a Adán. Cuando éste se come la manzana, simbólicamente se está comiendo también a Eva."

Hasta los dientes

La mayoría de los mamíferos se muestran los dientes en señal de agresión o defensa. Los humanos lo hacen para socializar: sonreír o comer.

El dato le hace recordar a Iturriaga que "el amor suele darse con un platillo en medio". Si antes se le invitaba a la víctima a tomar un helado o un café (costumbre de influencia estadounidense que llegó a México después de la Revolución), ahora por primera vez en la historia hasta los quinceañeros pueden invitar a una nínfula a comer o cenar.

"A mediados del siglo XIX estuvieron de moda en México los Tívolis, que son de origen francés. Eran restaurantes campestres y los más famosos estaban en la calle de San Cosme."

Ya una vez que los susodichos son víctimas de Cupido viene la poesía, que también retoma a través del lenguaje los alimentos para comparar las virtudes de la amada: los labios de fresa, las mejillas de durazno o la boca de miel abundan en la lírica erótica.

Pero también en la popular. Iturriaga señala que los alimentos son usados para referirse, en tono vulgar, a ciertas partes del cuerpo.

De esta manera, en la despensa picaresca hay vegetales: chile, papaya, melones, aguacates; embutidos: jamón o chorizo; harinas: bizcocho, virote; o bien alimentos preparados: tortas, albóndigas, entre otras especialidades.

Barriga llena, corazón ¿qué hacemos?

El libro cuenta con un anexo dedicado a los afrodisiacos, alimentos que con toda su carga mítica están encaminados a facilitar la unión amorosa.

"Es un asunto que tiene que ver con tradiciones populares. Los afrodisiacos comprobados son muy pocos. En el caso mexicano está el licor de Damiana, que se produce en la península de Baja California, o bien los farmacéuticos."

Entre los mitos a propósito de los afrodisiacos, Iturriaga señala a los alimentos simbólicos, como los diversos tipos de huevos, entre ellos los de tortuga, el caviar (hueva de pescado), los escamoles (huevos de hormiga), los ahuautles (huevos de mosca acuática) e incluso los huevos de gallina.

El historiador señala que en el mismo caso se encuentran los genitales de algunos animales: las criadillas (testículos de toro), o bien el miembro viril del mismo, que en ocasiones los carniceros mezclan con la famosa pata. O sea: puro cartílago.

"Hay un mercado en Querétaro en donde un señor vende diversos cocteles. Los hace de cueritos de puerco, de oreja, de pata de res o bien de ´viril´, que es el miembro del toro."

"El único afrodisiaco verdadero es el amor -concluye-. Cuando hay amor en una relación erótica es muy difícil que el hombre o la mujer no respondan. Tan grave es la impotencia como la indiferencia."



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