Juegan a preguntar una filosofía divertida para los niños
La filosofía se ha considerado siempre una disciplina difícil y árida, a la que sólo acuden los verdaderamente interesados o aquellos que buscan encontrar respuestas a problemas aparentemente lejanos de la vida diaria, como las interrogantes que plantea el tiempo, la razón o la belleza. De ahí que sean pocos los que acudan a esa larga cauda de filósofos que van de la famosa tríada griega: Sócrates, Platón y Aristóteles, hasta Kant, Nietszche o Sartre, por citar a un autor contemporáneo. Las grandes arquitecturas del pensamiento que han creado estos hombres no son lecturas frecuentes. Por lo mismo, pocos hubieran pensado en escribir algún título que divulgara los conocimientos filosóficos a los niños y adolescentes, porque si a los mayores poco interesa, quizá sería menos atractivo para quienes dan sus primeros pasos por el mundo. Pero José Ezcurdia, doctor en Filosofía por la Universidad de Barcelona, creyó que esto era posible y hace cerca de dos años se propuso en primer instancia escribir La historia de las preguntas. Una historia de la filosofía para niños , un volumen al que recientemente acaba de añadir Juguemos a preguntar. Problemas de filosofía . Dos volúmenes coeditados por la Universidad de Guanajuato y el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), donde Ezcurdia hace evidente que la filosofía no es esa materia difícil y compleja, sino una manera de preguntarse por el mundo. De hecho, como el propio Ezcurdia plantea, estos dos libros están fundamentados en la mayéutica socrática, es decir, en ese arte de preguntar que practicó el filósofo griego, a quien sólo bastaba interrogar a sus interlocutores para que estos fueran descubriendo por sí mismos la respuesta al problema planteado. Además, como explica Ezcurdia, los niños son curiosos por naturaleza y esto lo advirtió cuando hace años a un amigo y a él les propusieron dar un taller de verano. No había mucho de dónde escoger y como estudiantes de filosofía se les ocurrió la peregrina idea de dar un "taller de filosofía". La idea era sencilla. Llegar al salón y proponer un tema a debatir: la televisión, el infierno o la contaminación. "La intención era que ellos plantearan sus propias opiniones. No que nosotros les ofreciéramos las respuestas ya hechas. Les hacíamos varias preguntas para que ellos llegaran a sus conclusiones". Pero además, cuenta Ezcurdia, también les pedían a los niños que dibujaran algo sobre el tema y que pasaran por escrito lo que habían dicho o pensado. El resultado, fue que poco a poco los miembros del taller fueron expresándose de manera más libre. Y si en La historia de las preguntas presenta a 24 filósofos y las interrogantes que se plantearon a lo largo de los siglos, en Juguemos a preguntar Ezcurdia ha escrito una suerte de cuentos donde reúne a dos filósofos para que debatan sobre un problema determinado. Por ejemplo, reúne a San Agustín y a Santo Tomás para hablar de "El camino de Dios", a Platón y Kant para que dialoguen sobre "La esencia de las cosas" o bien a Hegel y a Foucault para que conversen sobre "La historia". El resultado, dice Ezcurdia, es que los niños se sienten llamados por la filosofía, porque al final de cuentas descubren que no es nada aburrida, sino hasta divertida, siempre y cuando mantengan la curiosidad de preguntarse por su entorno y la naturaleza, como aquellos primeros filósofos seducidos por los misterios del agua, el fuego, el viento o la tierra.





