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Castillo de Chapultepec

Patricia Velázquez Yebra| El Universal
Jueves 20 de abril de 2000
Castillo de Chapultepec

. (Foto: EL UNIVERSAL )

El museo reabrirá sus puertas al público la primera quincena de mayo; está por concluir una de las obras de restauración más complejas y costosas del Programa de Cultura 1995-2000

Después de dos meses de cierre temporal, en medio de críticas y cuestionamientos por parte de trabajadores e investigadores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), debido a que en ?ningún momento? se les dio a conocer el ?plan maestro? que sustenta su intervención, en la primera quincena de mayo, el Castillo de Chapultepec ?que alberga el Museo Nacional de Historia? reabrirá sus puertas al público.

La escasa información que se ha emitido sobre la restauración integral que se lleva a cabo, desde hace dos años en el histórico inmueble, y para el que se destinó un presupuesto que rebasa los 100 millones de pesos, ha creado gran expectativa. Mientras llega el momento de contemplar el resultado final, en el interior del castillo, el movimiento es impresionante. Por todas partes se observan cientos de trabajadores que pintan, barnizan, clavan, colocan muebles y cubren pisos.

En los talleres, los restauradores se afanan en clasificar y dar los últimos toques a las piezas que pronto volverán a lucir en las vitrinas del museo, que serán colocadas con una nueva museografía, que permitirá sacar de bodega varias colecciones de los cerca de 50 mil utensilios que integran su acervo, entre monedas, joyería, armas, mobiliario, documentos, banderas e indumentaria. Eso sin contar las 4 mil 279 piezas que integran el patrimonio del Alcázar, de las cuales podrán admirarse cerca de mil.

De este modo, está por concluir una de las obras de restauración más complejas y costosas, contemplada en el Programa de Cultura 1995-2000, que ha requerido la intervención de un equipo interdisciplinario de arquitectos, restauradores, historiadores y arqueólogos que pretenden devolverle al inmueble su dignidad original.

Desde su creación como museo, hace más de medio siglo, ha contado con mantenimientos menores, pero nunca con un rescate integral de estas dimensiones, con el que se pretende, reciba el nuevo siglo y a los casi 2 millones de visitantes que se registran cada año.

Construido en el siglo XVIII, el área del castillo revela, sin embargo, ocupaciones previas, ya que se han encontrado restos de una ermita del siglo XVI, así como estructuras nahuas y ofrendas teotihuacanas.

Su arquitectura ha sido modificada a lo largo de la historia: en la Colonia fue aposento de virreyes; en el siglo XIX albergó al Colegio Militar, y, después de ser la residencia oficial del emperador Maximiliano de Habsburgo y de presidentes ?inició con Porfirio Díaz y concluyó con Lázaro Cárdenas?, se transformó en espacio cultural, en 1939, cuando se estableció el Museo Nacional de Historia, ahora bajo la dirección de Luciano Cedillo.



Tecnología discreta

El mayor problema del edificio es la humedad, ya que desde los tiempos del marqués de Gálvez ha sufrido filtraciones que han dañado la piedra y las vigas metálicas.

El arquitecto Salvador Aceves, coordinador nacional de Monumentos Históricos, del INAH, indicó que este problema se ha atacado mediante la corrección de las pendientes, un sistema de impermeabilización integral en cubiertas y la instalación de un canalón perimetral para el desalojo de aguas pluviales.

Añadió que se colocaron nuevas instalaciones hidráulicas y eléctricas con los sistemas más seguros, se renovaron los acabados en las superficies de los muros, se restauró la carpintería del siglo pasado y se sustituyeron completamente algunos materiales, además de retirar los elementos metálicos que habían sustituido a la madera. También se incorporó tecnología ?de manera discreta y mesurada?, para garantizar la supervivencia del recinto.

El arquitecto Alfonso López Heredia, de la Coordinación de Monumentos Históricos del INAH, mostró, en un recorrido por las obras, los trabajos de limpieza que se han hecho en las escaleras de mármol, con sus dos esculturas de leones a los lados.

En los espacios interiores, se han restaurado pisos, puertas, marcos y lambrines ?algunos estaban totalmente podridos? con nueve tipos de madera, como encino americano, cedro, caoba y maple. Destaca el trabajo de los pisos en el área del comedor y en la recámara de Porfirio Díaz. En el primero, de encino americano, requirió de un trabajo artesanal para conseguir el mismo diseño. En el segundo, se aplicó una veladura con óleo para dar la sensación de antiguo.

Algunas puertas todavía conservan sus cristales grabados, pero otras carecían de esta ornamentación, por lo que se recurrió a artesanos expertos para que los reprodujeran, debido a que las fábricas ya no trabajan estos diseños.



Nueva fisonomía

Rosana Calderón, al frente del área de restauración de bienes muebles, y el arquitecto Oscar Sánchez, de la Coordinación de Museos y Exposiciones del INAH, explicaron que se trata de recuperar la ornamentación original del castillo, con base en fotografías de principios de siglo y estudios de usos y costumbres de esa época. Por ejemplo, en lo concerniente a la tapicería, se mandaron hacer reproducciones de los originales y se volvieron a poner en sus respectivos muros, con el antiguo sistema de tachuelas, ya que causa menor daño a la tela, que la engrapadora.

La tarea no ha sido fácil, ya que las obras en el alcázar han implicado la intervención en un área de 8 mil metros cuadrados. Se han sustituido más de mil 330 metros cuadrados de mármol en pisos; se consolidó la yesería y se restituyeron aplanados y pintura en muros y plafones, en una superficie de 2 mil 470 metros cuadrados. En tanto que los cielos rasos, tapices de telas históricas, azulejos y vitrales, conforman un total de 3 mil 200 metros cuadrados.

Se hicieron cerca de 850 calas, con las que se identificaron fragmentos de pintura mural, de las cuales se hicieron reproducciones con los mismos colores, técnica y detalles, aunque en otro nivel, con el fin de marcar la diferencia entre el original y la reproducción.

El salón de música, adornado con un plafón ?que resalta por su trabajo en hoja de oro? requirió una limpieza muy cuidadosa y volver a dorar algunas secciones. Se trabajaron las secciones de pintura mural localizadas en este mismo espacio, junto con algunos fragmentos del papel tapiz que se colocó algunos años antes de la época de Maximiliano.

?La idea es que nada de lo que existe se retire, sino que se conserve y se deje abajo como testimonio histórico, ya que encima se colocará otro tapiz similar al original.?

En este sentido, explicaron que de los fragmentos de pintura mural localizados, se optó por ?hacer visible? el que estuviera mejor conservado, ya que existen algunas pinturas debajo de otras, que prácticamente se han perdido, debido a las remodelaciones que ha tenido en distintos periodos.

En cuanto a la madera de la escalera, se limpió y se le sacaron los tonos originales, además de que se liberó el conjunto de escudos ubicados en la parte superior (que narran la historia del escudo nacional desde la época prehispánica), los cuales estaban cubiertos por un falso plafón de madera y acrílico.

Los vitrales de la planta alta, que durante mucho tiempo estuvieron resguardados en el depósito denominado ?Pulgas?, se mandaron restaurar a un taller en la ciudad de Torreón para colocarlos de nuevo en su lugar.

En el salón de embajadores, caracterizado por un impresionante candil francés, se reprodujo, a base de pintura, la imitación del mármol en las cornisas, los nichos superiores y las columnas adosadas al muro. También se rescató la madera original, principalmente de la chimenea, sin estropear la talla que tiene, mientras que las telas de las cortinas se mandaron hacer a París, con base en las originales, y la pasamanería se elaboró manualmente en México.



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