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En la Facultad de Psicología contra la violencia doméstica

El Universal
Jueves 04 de noviembre de 2004
Tres programas de la Facultad de Psicología, de prevención del maltrato familiar, del abuso sexual infantil y de atención a víctimas de agresión sexual, contribuyen a combatir estas conductas que afectan a la sociedad

En México hay un problema del que, a pesar de estar muy extendido, apenas se empieza a hablar abiertamente: la violencia intrafamiliar o doméstica.

Según el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), en uno de cada tres hogares de la zona metropolitana de la ciudad de México se vive algún tipo de violencia: física, sexual, psicológica y económica.

La violencia intrafamiliar es la manifestación más evidente del abuso de poder; a sus víctimas les ocasiona graves problemas en diversos aspectos, pues atenta contra la salud, la integridad física y emocional, y en no pocos casos contra la propia vida, independientemente de su edad o posición socioeconómica.



Manifestación de poder

Se cree que cuando menos en 70 por ciento de los hogares mexicanos se registra algún tipo de violencia.

Generalmente es ejercida por los hombres. Siempre va dirigida del más fuerte hacia el más débil.

"Es importante subrayar que el ejercicio de la violencia tiene como intención primordial dejar claro quién manda. Es una manifestación de poder. Las lesiones físicas o psicológicas son un medio para someter a la víctima", dice Noemí Díaz Marroquín, terapeuta del Centro Comunitario "Doctor Julián MacGregor y Sánchez Navarro", de la Facultad de Psicología.



Desde fracturas hasta la muerte

La violencia más común es la psicológica y se manifiesta mediante descalificaciones, humillaciones, manipulaciones, celos, amenazas, un gesto, un puño cerrado, una mirada, un grito... Si no basta, se emplea la física. Quizá después sólo con aquélla se pueda ejercer el control.

Algunas veces, el más fuerte no tiene necesidad de recurrir a la violencia física, porque ya ha establecido su dominio. Pero otras sí. Entonces da empujones, jalones, tirones, cachetadas, golpes con el puño, patadas... Así, la víctima puede sufrir desde fracturas y lesiones severas que hacen necesaria su hospitalización, hasta la muerte.

"Se ha visto que cuando una mujer dice: `Me voy, ya no aguanto más`, corre un gran riesgo de que aumente la violencia del hombre a quien quiere abandonar; incluso, en casos extremos, puede ser asesinada", advierte Díaz Marroquín.

En el caso de la violencia económica, quien tiene los recursos económicos tiene el poder, de tal manera que el dinero lo da a cuentagotas o simplemente no lo da para controlar a su pareja.

Proceso cultural

"La violencia se aprende, es cultural señala Díaz Marroquín. Todos sentimos coraje y frustración ante ciertos hechos o situaciones, pero no todos somos violentos. Aprendemos a manifestar la violencia en los ambientes donde se permite. Pero una persona puede desaprender a ser violenta."

Uno de los elementos importantes para que alguien sea violento o permita ser víctima de la violencia es haber presenciado en la infancia cómo su padre maltrataba a su madre.

"Si un niño presencia golpes e insultos frecuentes en su casa, considerará normal esta experiencia, por ello es necesario que los padres tomen conciencia de lo que pueden ocasionar en sus hijos", refiere Adriana Marín Martínez, encargada del Programa de Prevención del Abuso Sexual Infantil (PPASI), en el centro comunitario mencionado.



Caricias confusas

Para difundir el PPASI, las terapeutas visitan escuelas primarias y jardines de niños, donde les dan una charla a los padres sobre el abuso sexual y sus consecuencias, y les advierten que no hay un perfil definido del posible agresor.

También imparten un taller en 10 sesiones. En cuatro trabajan sólo con los padres y les hacen ver la necesidad de fortalecer tanto la autoestima en sus hijos para que eviten el abuso sexual, como la comunicación y la educación sexual.

Con padres e hijos, las terapeutas abordan los derechos y las obligaciones de los niños, y les enseñan a éstos a identificar sentimientos (si se sienten incómodos o confundidos, por ejemplo).

En otras sesiones hacen pensar a los niños qué son los golpes, qué las caricias buenas, cuáles caricias son confusas y cómo deben reaccionar ante ellas. Asimismo, les dicen qué son los regalos y qué los sobornos, con el fin de que distingan unos de otros, y cuáles secretos se deben guardar y cuáles no.



Origen del PAIVSAS

En 1994, al tratar a mujeres con diversas disfunciones sexuales que asistían al Programa de Sexualidad Humana de la Facultad de Psicología, Ruth González Serratos descubrió que, en la mayoría de ellas, la principal causa estaba relacionada íntimamente con abusos sexuales en la infancia.

Serratos se dio cuenta de que cada vez más estudiantes universitarias buscaban ayuda por haber sufrido este tipo de agresiones en la infancia o en la edad adulta, y de que otras tantas eran abusadas sexualmente dentro de su matrimonio, por lo que propuso la creación de un programa especializado. Fue así como surgió el Programa de Atención Integral a Víctimas y Sobrevivientes de Agresión Sexual (PAIVSAS).

"Posteriormente empezamos a atender a otras poblaciones, como la de niños y niñas", explica Zoraida Meléndez Zermeño, terapeuta del PAIVSAS.

Atención individual o de grupo

El objetivo del PAIVSAS es ayudar a las víctimas de agresión sexual a superar, mediante atención individual o de grupo, esa experiencia traumática y a resolver las situaciones que generan malestar en su vida actual. El tratamiento consta de 16 sesiones y se imparte en la Facultad de Psicología, en CU. Aunque también hay hombres que piden ayuda, la demanda es principalmente de mujeres.

Otra población que atiende es la de niños y niñas que sufrieron agresión sexual en sus hogares o en la escuela. El tratamiento consta de 12 sesiones individuales.

Algunos casos, por su gravedad, se canalizan a centros de asesoría jurídica, de terapia de apoyo u otros lugares con los que la Facultad de Psicología de la UNAM tiene convenios. (Leonardo Huerta)



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