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Dalai Lama: Exilio por la libertad

Juan Solís| El Universal
Domingo 03 de octubre de 2004
El líder tibetano ha visitado 52 países para difundir su política de paz, responsabilidad universal, tolerancia religiosa y compasión

Con una distancia de 15 años, el máximo líder espiritual y político del Tibet y representante del pensamiento budista en todo el mundo, el Dalai Lama llega hoy a México por segunda ocasión para una visita de cinco días.

Tiene la esperanza de volver, junto con su pueblo, a la ciudad de Lhasa. Esa ha sido su lucha desde hace casi 50 años en que se exilió en La India, luego de que fuerzas chinas ocuparan la meseta de su territorio.

El Dalai Lama, a diferencia de sus 13 predecesores, ha tenido que optar por la lenta y, a la larga, fructífera labor de convencer al mundo de las demandas del pueblo tibetano en el exilio.

La anterior ocasión que piso suelo mexicano fue en 1989, año en el que a la sazón recibió el Premio Nobel de la Paz, invitado entonces por la Universidad Autónoma Metriopolitana. En esa ocasión sí fue recibido por el presidente de México en ese momento, Carlos Salinas de Gortari.

Ha viajado a cerca de 52 países de los cinco continentes, donde se ha entrevistado con mandatarios como George W. Bush (Estados Unidos), Vaclav Havel (República Checa), Jacques Chirac (Francia), y Nelson Mandela (Sudáfrica), entre otros.

Ha recibido 57 doctorados Honoris Causa entre 1959 y 1999, como reconocimiento a su política de paz, no violencia, comprensión entre religiones, responsabilidad universal y compasión.

A pesar de todo, el Dalai Lama se considera "un simple monje". Su lucha por la liberación del Tibet no ha cesado, lo mismo que sus esfuerzos por crear una constitución democrática basada en el budismo y la Declaración Internacional de los Derechos Humanos.



La reencarnación

En 1935, el regente del Tibet fue al lago Lhamo Lhatso, en Chokhorgyal, a menos de 100 kilómetros al sureste de Lhasa, la capital del Tibet.

Había muerto Thupten Gyaptso, el XIII Dalai Lama, y los miembros del gobierno tibetano se enfrentaban a la difícil tarea no sólo de encontrar a un sucesor, sino de dar con el niño en el que reencarnara el Buda de la Compasión.

Así había sido desde 1642. A la muerte del líder espiritual del pueblo tibetano, los lamas del Monasterio Amarillo se enfrentaban a la misión de encontrar a la reencarnación a partir de una serie de signos.

A lo largo de casi cuatro siglos, el lago Lhamo Lhatso había sido el sitio donde se producían las visiones proféticas. Ese año no fue la excepción. El regente vio tres letras tibetanas: Ah, Ka y Ma, seguidas de la imagen de un gran monasterio con techo de jade verde y oro, y una casa con baldosa turquesa.

Dos años después, los altos Lamas enviaron los datos de la visión a todo el Tibet, en busca del sitio que había visto el regente sobre las aguas.

Lama Kewtsang Rinpoche, del Monasterio Sera, encabezó un grupo de búsqueda. En Amdo encontraron una casa que respondía a las características de la visión.

El grupo se dirigió a la casa con Kewtsang Rinpoche disfrazado como sirviente, y el oficial menor Lobsang Tsewang en el papel de líder. El primero traía un rosario que había pertenecido al XIII Dalai Lama, el cual llamó la atención de un pequeño niño de dos años, llamado Lhamo Dhondup, que se lo pidió.

Kewtsang Rinpoche le dijo al niño que se lo daría si adivinaba quién era él. El pequeño respondió: "Sera aga", que significa: un lama de Sera. Preguntó quién era el líder y el pequeño dijo su nombre correctamente, además del del sirviente, la prueba continuó con el reconocimiento de varios objetos que habían pertenecido al XIII Dalai Lama.

Las letras de la visión revelaban su secreto: Ah, de Amdo, la provincia; Ka, de Kunbum, el más grande monasterio en la zona; Ma, se refería al monasterio Karma Rolpai Dorje, en la montaña vecina.

En 1937, a los dos años de edad, Tenzin Gyatso, el XIV Dalai Lama había sido encontrado. Tres años después, el 22 de febrero de 1940, en Lhasa, la reencarnación de Avalokitesvara, el Buda de la Compasión, se convertiría en el líder espiritual del pueblo tibetano.



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