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Gardea, escritor que escapó al centralismo y los funcionarios

Eduardo Cruz Vázquez| El Universal
Lunes 03 de abril de 2000

CIUDAD JUÁREZ. Antes de partir a la ciudad de México a visitar a su madre enferma, un jueves 9 de marzo unos cuantos días antes de que ocurriera su intempestiva muerte, el cuentista y novelista Jesús Gardea, que se aproximaba a sus 61 años, dejó en la mesa de centro de su sala un ejemplar de la revista ?Descubrir el Arte? y el libro ?Chamanismo. El cosmos maya?, de David Freidel, Linda Schele y Joy Parker, editado por el Fondo de Cultura Económica.

?Estaba muy metido en esos temas relata Hilda Leyva, su segunda esposa, compañera los últimos cinco años, a quien conoció en Tijuana. Hacía mucho tiempo que había dejado de leer cuento y novela: ya no le decían nada.?

De eso y otras cosas fue capaz Jesús Gardea: marcó su personalidad no sólo a través de la literatura, numerosa y consistente que concibió, sino también en las formas de llevar su existencia, como el hecho de nunca abandonar su ciudad y su estado. (Cuentan que en una ocasión Carlos Fuentes lo presentó como un escritor ?regional?, lo cual enfureció a Gardea y por eso ?no lo quería?.)

?Efectivamente, fue bastante aislado retoma la charla Hilda Leyva. Había mucho resentimiento de parte de los otros hacia él por lo que había logrado sin salir de aquí. Pero siempre hubo personas que lo apoyaron. Quiso mucho a su profesor José Luis González en la UNAM; a Jaime Labastida y a Jorge Ruiz Dueñas.?

Pero también adoraba al ?Oso?, su perro de raza Samoyedo, que sacaba a pasear todos los días y que habían rescatado de la orfandad. Y a sus gatos: ?Wendolín?, ?La Ratona?, ?Balboa? y ?Nebde? que en estos días se pierden en el silencio de su casa o en sus rincones favoritos de la calle Camelias, en la colonia Las Rosas.

En la modesta casa de una planta marcada con el número 5275 Jesús Gardea reunió, además, alrededor de 4 mil libros, ocupando un lugar importante las obras dedicadas a la arquitectura catedral de lo cual se le consideraba un experto. También hay numerosas biografías y textos de cultura prehispánica, más los clásicos de la literatura y algunos libros sobre Teología.

Sobre esta última temática, Hilda Leyva refiere que ?la familia de su papá era protestante. Por ahí anda una Biblia. Pero él no se sentía atraído, aunque era muy espiritual y había leído muchísimo sobre Teología. Pero hasta ahí, no creía en una religión organizada?.

Por otra parte, su acervo de discos compactos comprende sobre todo cantos gregorianos, música clásica, zarzuelas y tangos que solía interpretar en su intimidad.

Sus libros no tenían un lugar específico: ?Creo que estaba satisfecho de lo que había logrado, pero también decía que no sabía lo que había hecho. Era muy disciplinado, corregía mucho, escribía una cuartilla por día. No era de los que esperaba la inspiración. El trabajo era constante. Y después revisaba y tumbaba muchísimo. Me mortificaba verlo... ¡todo eso! , le decía.?

Las paredes de la casa están llenas de grabados de Iván (una bella serie titulada ?¿Quién el títere??) y de fotografías de Jacobo, hijos que procrearía en su primer matrimonio.

En la habitación que compartía con Hilda, sobre una esquina, verdaderamente aprisionado, el escritorio de madera y la máquina mecánica Smith Corona.

Al escribir miraba las constantes de su vida: fotografías de sus abuelos, la de Hilda, la de sus hijos abrazados a él. Y miraba al niño que fue de tres años. Y si giraba un poco, miraba una tinta realizada en 1972 que tituló ?Hombre pensando?.

Lo que nunca miró fue la televisión, no le gustaba, al igual que evitaba leer periódicos.

Para Jesús Gardea el día arrancaba como a las 7:30 de la mañana si había dormido bien. Se ponía a leer en la cama, siempre tenía dos o tres libros para intercalar su lectura. Luego se levantaba y salía a pasear con ?Oso?. Posteriormente se bañaba, desayunaba y seguía leyendo. Al medio día se hacía un café en cafetera italiana y se ponía a escribir.

La comida era también en casa. Era herbívoro. No le gustaban los licores, acaso un poco de vino o un tequila por la tarde. En las noches, a veces salía a tomar café o a alguna reunión o evento especial.

Tenía mucho tiempo de no dar clases, de no estar vinculado a ninguna institución académica o cultural. Siempre mantuvo distancia con funcionarios y escritores. Y más que sentirse orgullosamente de Delicias (donde nació) o de Juárez, se definía como originario de su casa y de sus libros.

Vivía exclusivamente de la beca del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Conaculta.

Así de sencilla era su existencia antes de que le sorprendiera la muerte en la ciudad de México el domingo 12 de marzo.

Jesús Gardea dejó varias novelas inéditas: ?El biombo y los frutos?, que al parecer será editada por Aldus; ?Casa de Anfibia?, y otra que tendrá que definir el título entre ?La ronda? y ?Tropa de sombras?.

Al dejarnos, redactaba una novela más que lleva por título ?Bugambí? y que su hijo Iván, custodio de la obra completa de su padre, entregará al crítico José María Espinasa para su lectura y corrección.

Hilda pone sobre la mesa del comedor las numerosas cuartillas, escritas a renglón seguido. Llama la atención las variaciones en el color de la tinta. Resulta que como a Jesús Gardea nunca le llamó la atención la computadora y le resultaba ya imposible conseguir cintas nuevas, se veía en la necesidad de lavar y entintar las que conservaba.

El texto comienza así: ?En la curva del mundo, el incendio había alcanzado ya esa tarde la cresta de las nubes: altos y panzudos bosques, anclados a la orilla de la esfera, vueltas de espaldas a los oscuros abismos del aire. No cabeceaban los arbolados. Firme su velamen soportaba el fuego, las aplicadas pinceladas de lumbre. Flamita de cerdas mojadas por el oro líquido de la cazuela del sol.?

Y líneas más adelante: ?Reforzada la ventana, Bugambí, sentada a la luz de una lámpara, muy el aliento se puso a escuchar a los que navegaban, pabellones de concha... los oídos de Bugambí potenciados por las lisas paredes de la habitación oían en el trasfondo nocturno como remos batiendo las tinieblas.?

?Joven y bella?, Hilda Leyva, dedicada a la enseñanza de la literatura nos dice: ?Termino mi compromiso de trabajo con una preparatoria y definitivamente no me quedo. No tiene sentido quedarme aquí sin él.?

Al dejar la casa de Jesús Gardea en medio de una tarde por fortuna poco calurosa, al tratar de reconstruir su intimidad, no puedo dejar de recordar nuestros encuentros y la siempre pospuesta posibilidad de entrevistarlo.

Detestaba las entrevistas, pero había accedido a reunirnos, en la ciudad de México, el lunes 13 de marzo. Le hablé a casa de su mamá y así me enteré de su muerte.

Y quería preguntarle de su literatura, pero sobre todo de lo que estaba ocurriendo en Juárez con el narcotráfico. Algo que en verdad me había expresado le tenía profundamente preocupado.

Lástima, su testimonio hubiera sido muy valioso para entender esta realidad.



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