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`Nadie vive de crear música para conciertos`

Juan Solís/Enviado| El Universal
Viernes 16 de julio de 2004
El mexicano Jorge Torres advierte que los jóvenes deben ser versátiles para poder dedicarse a la composición; "igual pasa en Francia"

CHOLULA, Pue. Lo primero es escuchar, para después dejar de hacerlo. Sólo entonces es posible profundizar en el silencio y, luego, volver a escuchar. En ese momento el oyente y lo que oye serán la misma cosa.

El compositor Jorge Torres sigue al pie de la letra la filosofía oriental a la hora de escribir sobre el pentragrama los signos que a la postre serán transformados en música: "Mi ideal como compositor es decantar a la música de la opacidad de la presencia, que se abra a su ausencia, a desdibujarse asegura en entrevista. Para poder expresar la trascendencia tienes que basarte en el silencio. Quiero borrar más la goma que el lápiz."

Este viernes, a las 20 horas, en el Patio San Pedro del Museo de Arte de la Ciudad de Puebla, se llevará a cabo el estreno mundial de la obra Los crisantemos se incorporan etéreos tras el chubasco, que Jorge Torres escribió por encargo del encuentro Instrumenta Puebla Verano 2004, que se desarrolla desde el 5 de julio en la capital poblana.

Un hai ku de Basho fue el punto de partida para que el compositor mexicano de 35 años imaginara los sonidos que pueblan su obra. Los encargados de darle vida serán Martha García Renart en el piano; Mercedes Gómez en el arpa, y Yadira Guevara, en la flauta.

Torres asegura que más que un punto de partida o un molde para ilustrar musicalmente, el hai ku de Basho fue el germen de una resonancia. "Según la estética china y japonesa, nuestra relación en cuanto al arte se da por resonancia y empatía. Yo me pongo por debajo del poeta y la obra es una resonancia que produce en mí su poema."

Torres empezó en la infancia. Su madre es pianista y le enseñó las bases para que, a los 12 años, escribiera su primera obra. A los 14 inició formalmente sus clases de composición. Dejó de estudiar y practicar su instrumento, que era el piano, y se dedicó de lleno a componer.

No se arrepiente, aunque en algún momento de su vida pensó en ser instrumentista, reconoce que no tiene las facultades.

"No me sentía lleno. Necesitaba componer que es para lo que yo estaba en la música. Afortunadamente sé qué es un intérprete y qué se siente tocar ante 500 personas. Cuando sabes eso, compones de otra manera."

Sabe que entre un compositor y un intérprete debe haber empatía y complicidad. Por eso se siente confiado en que Yadira Guevara, alumna de Puebla Instrumenta, sea la encargada de tocar su obra.

"Es una maravilla. Es muy joven y tiene la maleabilidad de la arcilla. Está muy fresca y tiene una disposición que permite realmente trabajar a fondo con ella. Es una ventaja trabajar juntos. El compositor deja de ser un papel para convertirse en un ser real."

Torres estudió composición en el Conservatorio de París. Regresó a México para enseñar a nuevas generaciones en la Escuela Superior de Música del INBA. Ahí ha aprendido a tratar con dos tipos de alumnos: aquellos entusiastas que tienen el privilegio de tener una formación sólida desde casa, que llegan a la escuela con una vocación definida; y por otro lado "los que llegan con el típico boicot del mexicano: no puedo, no voy a lograrlo y soy poca cosa. Una vez que los convencemos de que pueden hacer las cosas, lo hacen mejor que cualquiera."

Su lucha consiste en levantar su autoestima, tratar de convencerlos de que el trabajo de la composición es digno, pero por otro lado advertirles que "nadie en México vive de componer música de concierto".

Torres goza de los beneficios de una beca del Sistema Nacional de Creadores, además de sus actividades docentes. Desde hace tres años trabaja en un proyecto que se estrenará en septiembre. Se trata de un ballet, dirigido por Pilar Urreta, basado en el Evangelio de María Magdalena, una versión alterna e irreverente de la historia de Jesucristo en la que en gran parte se basó el best seller El Código da Vinci.

?Yo les digo a mis alumnos: si ustedes quieren vivir de la composición, se equivocaron de carrera. Los grandes compositores viven de otra cosa: de dar clases o de pertenecer a institutos que les permiten crear en buenas condiciones, pero no de su obra. Los chicos tienen que ser versátiles: deben componer, pero además dar clases, tocar un instrumento o acercarse a la música para teatro, cine o danza. Pero también pasa en Francia.?



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