"El albur, distintivo de México en la globalización"
Por aquí debe andar, dice don Armando Jiménez mientras busca de un lado a otro al "gallito inglés", el famoso pajarraco que puebla en dibujos anónimos los baños de escuelas, cantinas, estaciones de autobuses, y una que otra pulquería que todavía queda por ahí. Mientras busca y busca, el autor de Picardía mexicana , libro que va en su edición 132, cuenta que ha impartido más de 400 conferencias sobre albures en más de 80 países. Llegó a los albures de manera fortuita. De joven era un estudiante de arquitectura en el Poli, muy decente y, sobre todo, un gran deportista. Yo soy pueblo, dice, convivo con el pueblo, entro a las pulquerías y a los cabarets, ando de noche y jamás me han asaltado. Siempre me interesó la cultura popular. Como antes la mayoría de edad era a los 21 años, yo me pintaba los bigotes con lápiz de cejas para entrar a algunos sitios. De ahí sacó el bagaje que lo llevó a la fama. En los años 50 decidió escribir un libro: Picardía mexicana , que se agotó, antes de publicarse, sin recurrir al escándalo o a la publicidad. Se imprimieron 5 mil ejemplares, tiraje que rebasaba al de los libros de Vasconcelos o Julio Jiménez Rueda en ese entonces. Camilo José Cela, con quien Jiménez mantenía una divertida correspondencia, visitó de incógnito el país para recibir un tour lingüístico y turístico por parte del chilango adoptivo. Una vez Jiménez lo llevó a la editorial para presumirle los 50 mil ejemplares de su obra. Tu libro es el segundo más leído en la historia de la literatura en idioma español, solamente después de El Quijote ?dijo Cela. No mames ?reviró Jiménez?, Lope de Vega y Quevedo tienen más de 300 ediciones. Yo dije leído, no vendido. Los clásicos son muy comprados, pero solamente se leen fragmentos. El editor mandó a hacer tarjetitas con el dato proporcionado por Cela para adherírselas a los ejemplares. Jiménez agregó su gallito inglés. Por aquí hay un gallo, dice mientras intenta abrir una caja de madera. Desiste y continúa: "El albur es una manifestación mexicana que, en la globalización, nos distingue en el mundo. No es un duelo verbal, es un juego en el cual el perdedor queda agradecido y con ganas de salir a la calle para aplicar ese nuevo conocimiento con la primera persona que se encuentre." Cuenta don Armando que el albur comenzó a tomar auge en la época de la revolución gracias a un cómico llamado Leopoldo El Cuatezón Beristáin, que trabajaba en un jacalón llamado María Guerrero. Era multado con mucha frecuencia por los calambures obscenos que decía. Luego vino el Conde Bobi, muñeco manejado por un ventrílocuo que fue papá de Beto El Boticario . Posteriormente vendría Cantinflas, magnífico alburero que contestaba con gracia e inteligencia a quienes le gritaban desde la gayola del antiguo Teatro Garibaldi. El albur es agresivo, continúa ya con su gallo en mano, y rápido. El buen alburero debe ser veloz en sus contestaciones y congruente. El alburero corriente, como muchos de los que vemos en la televisión, se sale del tema. El alburero fino es una persona culta. Buenos albureros han sido varios presidentes de la República, Jacobo Zabludowski, Andrés Henestrosa y Alí Chumacero. Hay quien piensa que con tantos conocimientos sobre el albur yo podría ser un campeón de albures, concluye don Armando, pero a mí me derrota cualquier mecapalero de la Merced o cualquier teporochito de pulquería. No tengo la agilidad mental. Soy un chingón , pero de un día para el otro.