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"El bovarismo que disfruta inventando" (fragmento)

El Universal
Sábado 01 de marzo de 2003

Todos hemos sido tentados alguna vez a contar en público una mentira erótica para ser admirados, lo hayamos hecho o no. Esta preciosa palabra se atribuye a Madame Bovary, personaje novelesco de Flaubert que inventa amantes y goza con ello. Así se nombra a la pasión que trata de huir de la realidad desoladora hacia un mundo de ensueños, ilusiones y aspiraciones sentimentales irrealizables, sobre todo, en el sentido social. De esta manera fantástica se resuelve un descontento profundo hacia la vida cotidiana que no parece prometer nada. Clásicamente se rotula el bovarismo como propio de mujeres, pero este criterio no deja de ser machista al rotularlo así. Desde luego, es más frecuente de lo que pensamos: ¿quién no ha soñado con una amada principesca lo mismo que ellas con un príncipe azul?, ¿quién está libre de fantasear con la virgen, la bella durmiente o la mujer perfecta para unir su vida a ella? Una vez más: quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra. A través de esta figura se logra nombrar la versión erótica de quien disfruta contando historias excitantes de modo que llega incluso al éxtasis a través del relato. Digamos que es extremado alcanzar el orgasmo de semejante manera, pero definitivamente lo podemos llamar "versión" del sexo y no "perversión", puesto que a nadie lastima. Deleita al auditorio y no deja de ser un ejercicio extraordinario de la imaginación erótica si logra erectar penes y humectar vaginas a su alrededor. Antes de que nos invadieran los medios electrónicos de entretenimiento, esta variedad tenía mucho más sentido. Las veladas dependían de tertulias, narraciones, lecturas o incluso chismes para prolongar las oscuras noches. Hoy en día casi no hay tiempo para la plática y tal vez las hot-lines telefónicas o el chateo cibernético convierten en obsoleta esta pasión social que deleitaba a los contertulios.

Pero la única objeción está en el/la protagonista de lo narrado. Si alguien no es capaz de tener relaciones reales y sólo se dedica a inventarlas, entonces estamos en problemas. La fantasía es un condimento precioso de la vida real, nunca un sustituto que convierte en virtud al defecto. Por ello inventar es un aditamento, no un fundamento. Si alguien no puede sostener relaciones con una persona y se escuda en fantasearlas únicamente, entonces diríamos que amerita terapia. Pero, ¡ojo! porque si es un artista y esto mismo lo lleva a pintar un buen cuadro o a escribir un libro, entonces lo damos por lícito.



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