"Existe un círculo viciosos en cuanto a recepción de regalías"
Unos tienen la fama y otros cardan la lana . Es la frase popular que resume la situación de los compositores de música de concierto, pues mientras que en un recital desde los taquilleros hasta el director reciben un pago, el compositor no. Con el argumento de que se trata de obras que contribuyen a la difusión cultural, ni las instituciones públicas ni las privadas pagan el derecho de autor. "Existe un círculo vicioso en cuanto a la recepción de regalías, pues hay organismos que prometen dar el dinero correspondiente directamente al autor y al final no le pagan. El problema es que el dinero tampoco llega a la Sociedad de Autores y Compositores de Música (SACM) que tampoco reclama", expresa la compositora Ana Lara, quien después de pertenecer a esta por varios años decidió cambiarse a una sociedad autoral estadounidense. La SACM es una sociedad de gestión colectiva, cuyo objetivo es proteger a los autores de obras musicales tanto nacionales como extranjeros, recaudar y entregar a los mismos las cantidades que por concepto de derechos de autor se generen en su favor en México y en otros países a través de la reciprocidad signada con las sociedades homólogas de todo el mundo. Constituida por alrededor de 30 mil miembros, es el único organismo facultado por el Instituto Nacional de Derechos de Autor que depende de la Secretaría de Educación Pública, para defender y cobrar los derechos de autor generados por utilización de la música en territorio mexicano. Sin embargo, para el compositor mexicano radicado en Italia, Javier Torres Maldonado, esta sociedad no apoya a la cultura y entonces para los compositores de música de concierto resulta inútil pertenecer a esta asociación. "Las sociedades de autores europeas tienen muchos problemas para obtener el dinero correspondiente a los derechos de autor de sus miembros por obras que se tocan en México, pues tanto éstas, como los organizadores de recitales o eventos culturales, no respetan mínimamente los acuerdos internacionales". En 1958, la SACM toma la decisión de afiliarse a la Confederación Internacional de Sociedades Autores y Compositores (CISAC), por lo que en 1959 empezaron a cobrar los derechos de la música mexicana generados en el extranjero. Entre 1983 y 1985, la sociedad sufre cambios estructurales, desde la modificación de su razón social de asociación civil a Sociedad de Autores de Interés Público, hasta la puesta en marcha del programa de interés social a socios: la afiliación al Seguro Social y Servicios Médicos integrales SACM, la firma convenios con la mayoría de organizaciones de usuarios de música, entre otros. En 1997 con la entrada en vigor de la nueva Ley de Derechos de Autor, la SACM cambia su razón social a Sociedad de Autores y Compositores de Música, Sociedad de Gestión Colectiva de Interés Público. Para apoyar a los compositores de concierto afiliados a la organización y que suman un centenar, entre vivos y fallecidos, existe el Centro de Apoyo para Música de Concierto. Esta instancia está dividida a su vez en Sociedad de Música Nueva, presidida por Fernando Cataño, Liga de Compositores de Música Nueva, encabezada por Gloria Tapia y Promotora de Música de Concierto, dirigida por Leonardo Velázquez. En esta oficina los autores de música de concierto encuentran apoyo para la difusión, promoción y protección de su obra, pues además de darles apoyo jurídico y fiscal para la protección de su obra, les ayudan en la promoción de la misma a través de grabaciones y conciertos. El centro también ofrece el servicio de alquiler de partituras de obras sinfónicas contemporáneas y establece convenios con las orquestas y las instituciones culturales para beneficio de los autores. Otras prestaciones que reciben los socios, dependiendo de su antigüedad y de las regalías que reciben, está el derecho a servicios médicos, gastos funerarios, estudio de grabación y un centro de educación musical para los miembros y sus familias. Los miembros también reciben bonos de Navidad y otras bonificaciones planeadas en el reglamento de previsión social. "¿A quién quieren comprar? Yo no soy un empleado para que me den un bono navideño, lo único que quiero como compositor es que me paguen mis regalías, no importa si son tres dólares o 300", señala Mario Lavista, quien dejó la SACM para suscribirse a la Sociedad General de Autores y Editores con base en España. Una de las quejas de estos dos compositores disidentes a los que se unen nombres como Daniel Catán, Eugenio Toussaint y Gabriela Ortiz, es que pese a ya no ser un sindicato como en sus inicios la sociedad de compositores sigue este modelo. "Es inconcebible que desde que se fundó la SACM sólo han tenido dos líderes, Carlos Gómez Barrera, quien duró 27 años y Roberto Cantoral, quien desde que subió a la presidencia, se ha reelegido en cuatro ocasiones", denuncia Lavista. Al respecto, Javier Torres Maldonado observa que al frente de estos organismos se necesita gente muy preparada, con capacidad de organización y una visión más abierta hacia la cultura y el mundo del arte contemporáneo en general. "Creo que un músico joven y con un excelente nivel de estudios sería apto para dirigir una sociedad de autores". Otra crítica que hacen los compositores a la SACM es la distribución piramidal en el pago de regalías. Según explican, existen tres criterios de distribución de regalías para los derechos de ejecución pública, la primera es la distribución directa que se relaciona con las obras ejecutadas en teatros, conciertos, eventos especiales, cine y sociedades extranjeras, la otra se conoce como de reporte líquida y se refiere a la explotación de obra en los organismos de radiodifusión, sea por frecuencia de utilización o por tipo de uso y horario. La tercera es la distribución piramidal que se aplica a aquellas formas de explotación que no se pueden reportar porque ocurren en espacios no dedicados a la ejecución musical. "Las obras se clasifican como promocionales, éxitos, clásicas y joyas, entre otras categorías y en el último peldaño difícilmente entra un compositor de música de concierto. Por ejemplo, el Huapango de Moncayo debería ser joya absoluta, porque se toca todo el tiempo y por todo el mundo. Sin embargo, no lo es e incluso su esposa tiene serios problemas económicos cuando debería vivir de las regalías", apunta Lavista. Finalmente, otro método que ha levantado sospechas entre los compositores, incluyendo a Carlos Chávez, y que en el caso de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM), se modificó, es el de ganar votos a partir del dinero que se recibe por derechos de autor. "Una vez estábamos en las elecciones del consejo directivo, pero ninguno de los autores de concierto teníamos siquiera un voto, a pesar de que éramos como 40 que estábamos en contra, Leonardo Velázquez nos ganó a todos con sólo levantar su mano", cuenta Ana Lara. "Me parece escandaloso que sólo voten los ricos y los demás no tuviéramos ni voz ni voto", comenta Lavista, quien asegura que en la sociedad española, el número de votos es proporcional y nadie tiene más de 10. En el caso de la sociedad francesa (SACEM), Torres Maldonado explica que ésta realiza una labor intensa para financiar discos, partituras, programas de radio, comisiones, conciertos, estrenos de óperas y festivales, simplemente de música contemporánea. Tanto él como Ana Lara comentan que otra sociedad ejemplar es la sociedad italiana en la que un porcentaje del 1 por ciento que proviene de conciertos o radio transmisiones de música "ligera" o comercial, se destina a los compositores de música clásica. "Me parece un acto de generosidad que no sucede en México porque los que son más populares son los que ganan más", apunta Lara. "La exención entonces no es un privilegio, sino una forma de decir, no te pago en vida, pero te cobras con mi patrimonio", indica Cantoral. Así la petición propia de su gremio es que se restablezca el dominio público pagante que permitiría que después de 75 años de muerto el autor, se siga pagando el uso y explotación, pues dicen, ese dinero pasaría al Estado, por ser poseedor de los derechos patrimoniales y generaría ganancias al país. Leonardo Velázquez, pide que se regrese al dominio público pagante, que se quitó en 1994 y que daba regalías a los autores. "Cuando se quitó, nos dejaron desamparados, pues se prefiere tocar música barroca o romántica que obra de compositores contemporáneos, pues los primeros no generan derechos de autor". La SACM también defiende que el oficio del creador no es superior al de otros trabajadores sino diferente y que hasta para crear necesitan pagar, "pues registrar una obra cuesta, presentarla requiere una inversión aunque sea pequeña y al ejecutarla, no recibes nada", comenta el compositor Eduardo Soto-Millán, quien recuerda que como cualquier ciudadano, pagan impuestos, IVA, tenencias, predial e impuesto sobre la renta, por la docencia, las conferencias, las asesorías, las labores administrativas y los servicios profesionales que desempeñan a fin de poder vivir para su vocación".
El origen
La SACM tiene su antecedente en el Sindicato Mexicano de Autores, Compositores y Editores de Música (SMACEM), que surgió por iniciativa del compositor Alfonso Esparza Oteo, ante la necesidad de tramitar el reconocimiento de los derechos de autor. Debido a que una organización sindical no tiene la autorización para cobrar derechos de ejecución pública, en agosto de 1949 este grupo se constituyó la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM), a la que cedieron sus derechos.
Los beneficios
Para mayor eficacia y con el fin de atender a todos los géneros, la SACM se dividió en música popular y música de concierto, que a decir del compositor Leonardo Velázquez, representante de música de concierto de la SACEM "está muy desprotegida".
Las quejas
Mientras miembros de la sociedad como Leonardo Veláquez parecen aceptar con resignación no recibir regalías, "porque lo que importa es que se toque", otros como Mario Lavista y Ana Lara califican como ineficiente la gestión del consejo directivo de la SACM, pues nunca recibieron un centavo de ellos por obra tocada. "Nos decían que ya casi lograban que nos pagaran derechos de autor por nuestra obra ejecutada en una sala de conciertos y ese casi era nunca", apunta Mario Lavista. "Siempre culpan al gobierno y a la iniciativa privada y seguramente no les pagan, pero es obligación de la sociedad cobrar ese derecho y si no sucede, su líder debería renunciar", indica.
Las sociedades sí funcionan
Los compositores consignados aquí coinciden en que las sociedades de gestión colectiva sí funcionan, pero es necesario que sean honestas y tengan los mecanismos más eficientes para que trimestral o anualmente el autor reciba las regalías por el uso de su obra.
Dominio público: pago en especie
Ante las nuevas disposiciones tributarias, la SACM decidió no unirse a los amparos promovidos por la SOGEM, pues de acuerdo con Roberto Cantoral, esto sería evadir con su responsabilidad como ciudadanos. Sin embargo, sí firmaron el "Manifiesto de los creadores" o "Declaración de Donceles" contra la doble imposición tributaria que marca que pagan en vida y en muerte al perder derechos sobre su obra después de 75 años de su fallecimiento. "Este sería entonces como un pago en especie, pues al dar el compositor su obra a la nación está pagando por su obra y la está dejando bajo la custodia del Estado.





