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Luz Jiménez, indígena que modeló para los muralistas

Adriana García| El Universal
Martes 23 de noviembre de 1999
Luz Jimnez, indgena que model para los muralistas

?La molendera? (1924), encaústica de Diego Rivera . (Foto: ARCHIVO/El Universal )

La muestra, sobre este excepcional personaje, será inagurada hoy a las 20:00 hrs en el Museo Estudio ?Diego Rivera?; en abril del 2000 viajará a Austin, Texas

Julia Jiménez González nace el 28 de enero de 1897 en Milpa Alta. Entre 1918 y 1920 gana el concurso de belleza Izcalichpochtzintli (doncella de la primavera), concurso prehispánico que hoy día se conoce como ?La flor más bella del ejido?.

Más tarde se convierte en la monumental Luz Jiménez, modelo de los grandes del muralismo como Orozco, Siqueiros y Rivera, así como de múltiples escultores y dibujantes. Es también traductora, escritora y símbolo de lo mexicano para los fotógrafos Edward Weston y Tina Modotti.

Pero, ¿quién es esta mujer? ¿Por qué su rostro se repite en las paredes de los edificios institucionales? ¿Qué clase de persona era que se codeaba con los intelectuales de su época?

Estas son algunas de las preguntas que se hace Blanca Garduño, directora de la Casa Estudio ?Diego Rivera?, al encontrarse con ella en documentos de la colección del pintor francés Jean Charlot, en la Universidad de Hawai. ?Mi primer encuentro con Luz Jiménez fue en 1991 en Hawai, estabamos investigando sobre Jean Charlot y nos encontramos con que esta mujer indígena era comadre del pintor?, explica Garduño. A partir de ahí empieza una historia que se describe en la muestra de 175 piezas más documentos escritos, ?Luz Jiménez: símbolo de un pueblo milenario?, a inaugurarse hoy a las 20:00 horas.

Según Garduño, la importancia de esta exposición que a principios de abril del 2000 se presentará en Austin, Texas es que incluye obras de grandes maestros, realizadas entre 1930 y 1965, así como obra posterior de pintores como Luis Nishisawa, José Chávez Morado y Fernando Leal, quienes la pintaron a ella y a su hija Concha.

?Queremos rescatar a la modelo sencilla de Milpa Alta, que quiso superarse y que se vincula a los historiadores, antropólogos, artistas porque quiere sobresalir y ser la número uno de su pueblo, cosa de la que nos enteramos hasta ahora?, comenta Garduño, quien reconoce, avergonzada, que en Hawai este personaje es muy apreciado, mientras que en nuestro país es desconocida.

?Luz Jiménez fue grande, hablaba náhuatl, español, francés y estaba estudiando inglés.?

Doña Luz como la conocieron después de casi 40 años de dedicarse a modelar, además de elaborar fajas en su telar de cintura para sostenerse se escribía con grandes artistas como Alfredo Zalce, Anita Brenner y Jean Charlot.

Su trabajo en la capital: quedarse quietecita

En el texto titulado ?Tecualnezyoluha? (la que sublima cosas bellas a las gentes), Jesús Villanueva Hernández, autor y nieto de la modelo, escribe que no se sabe exactamente cómo se enrolló en el medio artístico, pero existen dos versiones: Una dice, que al estar huyendo de las atrocidades de la Revolución en su pueblo, llegó a instalarse a Santa Anita Zacatlamanco (Coyoacán) en 1916, donde participó en las actividades de la primera escuela de pintura al aire libre. La otra versión dice que mientras Luz caminaba por las calles del centro de la ciudad vio un anuncio de trabajo, y al preguntar qué se tenía que hacer, le respondieron: ?nada, sólo quedarse quietecita?, y así entra a modelar a la Academia de San Carlos.

Pero según investigaciones de Garduño, la vocación de Doña Luz era el magisterio. ?Ella siempre quiso ser maestra, fue una persona importante en su pueblo, pero la Revolución le impide obtener su título?, anota Garduño. ?Finalmente lo fue porque por años fue modelo de La Esmeralda, desde sus inicios, de la Escuela de Talla Libre y Directa en el ex convento de La Merced, fue modelo en San Carlos, por lo que vio muchas generaciones de artistas pasar.?

Según la especialista en arte popular, Martha Tarok, Luz Jiménez pudo ser la artífice de la indumentaria que porta como modelo en los distintos murales y cuadros en los que aparece, y de los cuales, sin duda, se sentía muy orgullosa.

Según cuentan, la gente le preguntaba: ¿Por qué no tienes una obra de Diego Rivera en tu casa? Ella respondía: para qué la quiero si estoy pintada en ellas.

Pero Luz Jiménez también se dedica a la traducción, ya que desde 1929 y hasta 1950, lingüistas y nahuatlacos como Benjamín Lee Whorf, Mariano Silva y Aceves, Fernando Horcasitas y Robert Barlow encontraron en Luz Jiménez a una excelente informante y ayudante de las investigaciones en las clases de náhuatl que impartían.

Según el investigador José Antonio Rodríguez, Luz Jiménez fue un tema iconográfico de la fotografía.

Rodríguez habla de dos fotos tomadas por Edward Weston de 1926 en las que aparece doña Luz. En una, Luz está sentada de rodillas, aparentemente desnuda y cubierta con un rebozo, en una imagen dominada por la geometría.

En la otra, aparece totalmente desnuda y de espalda.

Una imagen inusitada, dice Rodríguez, porque el desnudo indígena no era tema extendido en los ejercicios de fotografía.

?Tal vez fue usada por un pintor para sustituir el modelaje en vivo?, señala.

Pero Luz no fue sólo la modelo, también fue la amiga de la que Weston escribe en sus ?Diarios? acerca de la Nochebuena de 1925: ?Luziana cocinó una sabrosa comida típicamente mexicana. ¡Qué bravo chile! Sudé mientras comía. Conchita (la pequeña hija de Luz), con su inseparable gorrito rosa, fue la invitada de honor.?

Asimismo, una imagen de Luz Jiménez, con su telar de cintura y fajas confeccionadas al lado, y la cabeza tocada por un rebozo, abre el capítulo de ?Indian Heritage? (legado indígena) del libro editado en 1928 por el periodista Ernest Gruening, titulado ?Mexican Heritage?.

Y no se puede dejar de mencionar a la fotógrafa italiana Tina Modotti, quien retrató a Luz y a su hija Concha como ejemplo vivo de emotividad; Cocha es una bebé y Luz la amamanta.

Desafortunadamente, y como pasa de manera regular, esta mujer de gran fortaleza que motivó obras muy importantes, muere pobre, de 67 años, atropellada por un coche cuando salía de la casa de su amiga Anita Brenner. La identifican después de tres días y de ella sólo queda el recuerdo en los corazones de sus amigos, y las imágenes imperecederas en museos, paredes y archivos.



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