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Julio Cortázar y Michel Tournier son dos de los escritores que durante el siglo XX se vieron atrapados por la magia de Robinson Crusoe , la novela que Daniel Defoe publicó en 1719.

Cortázar hizo una traducción del libro —que según varios investigadores omitió pasajes muy importantes— mientras que Tournier dio forma al ensayo Viernes o los limbos del Pacífico.

Esos nombres y relecturas son sólo dos ejemplos. Ahora la editorial Sexto Piso publica una traducción del libro hecha por Carmen M. Cáceres y Andrés Barba, que se acompaña hacia el final del volumen de un conjunto de ilustraciones de Tullio Pericoli, que a su manera reinventa ese universo de confrontación hombre-naturaleza, que continúa aún en estos tiempos donde parece que el uno niega a la otra a toda costa, es un enigma que conduce por nuevos y ricos derroteros de imaginación. Defoe hizo preguntas que a lo largo de los siglos siguen motivando cuestionamientos profundos.

La propia editorial describe en la contra que esta obra “más allá de explorar la sed que tiene el ser humano de medir sus límites, más allá de la fantasía utópica de vivir en completa libertad, ha conseguido perdurar hasta nuestros días como una de las más fascinantes novelas de aventuras. La lucha de un hombre arrojado a una soledad sin respuestas, a un entorno hostil que debe domeñar mediante la técnica y la fuerza de su voluntad para hacer ‘habitable’ y ‘cómodo’ un paraje en principio inhóspito, ha sido vista como una metáfora de la mente occidental y burguesa, del mundo de la técnica. ¿Qué nos hace humanos? ¿La naturaleza de la que provenimos o la técnica con la que intentamos controlarla en nuestro beneficio?”

Tullio Pericoli, quien es un pintor y dibujante italiano (Colli del Tronto, 1936) escribe una introducción donde deja ver cómo se acercó a esta obra:

“Ceo que lo que operó en mí fue la relación directa, la confrontación, entre el hombre solo y la naturaleza”.

Más adelante dice: “En Robinson Crusoe en realidad los personajes son dos: el náufrago y la isla, una figura y un paisaje”. Estas ilustraciones son un trabajo de dos años que inicialmente realizó para la casa Olivetti.

Para crear Robinson Crusoe, Daniel Defoe se inspiró en parte en las vivencias del español Pedro Serrano y el escocés Alexander Selkirk. Tras su publicación, el libro consiguió de inmediato el éxito entre el público. Con este y otros de sus libros —como Memorias de un caballero—, Daniel Defoe contribuyó en gran medida a difundir el género de la novela. Otra faceta suya fue la prensa económica.