Muerte súbita, de Enrigue, en la Feria de Argentina
yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Buenos Aires. — Álvaro Enrigue vino a esta ciudad para conquistarla con su narrativa, pero también con su palabra. Lo mismo habló de su obra Muerte súbita, ganadora del Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska de la Ciudad de México 2014 y del Premio Anagrama 2013, que de Juan Rulfo, del humor en la literatura mexicana y de las maneras tan distintas que tienen los escritores para nombrar las urbes.
En la 41 Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, Enrigue habló de su deber como escritor, que es llenar los espacios vacíos. “Todos mis libros se parecen más a un iPod que a una novela porque son caóticos”.
Durante la conversación que sostuvo con su colega argentino Martín Kohan, el colaborador de EL UNIVERSAL contó que su novela la concibió como un tablero que el escritor pone y que los lectores juegan. Pero también está la doble idea del duelo, es decir “el duelo como enfrentamiento de dos masculinidades ridículas y en declive, y también la idea del duelo por los mundos que están desapareciendo; el costo que ha tenido para los personajes estar donde están sin que fueran nadie”.
Martín Kohan definió la novela de Enrigue como hazaña narrativa de gran complejidad y de una gran perfección narrativa que logra contar las dos pequeñas historias disparadoras de la novela pero en clave de tenis.
“Muerte súbita es para mí una hazaña narrativa que funcionaria en este sentido como lo contrario a lo que podría entenderse como novela social; la novela social funciona sobre una base, el punto de partida es la historia en general, lo más panorámica posible y luego esa historia va a concentrarse en un personaje en particular, en una historia en particular, en una peripecia en particular. Muerte súbita está construida al revés, parte de dos episodios particulares y los resuelve expandiéndose a la escala de historia social y todo eso se sostiene con una tensión narrativa siempre admirable”, afirmó Kohan.
Fuera de Nueva York, donde da clases en las universidades de Columbia y Princeton, sin abandonar la novela de vaqueros que escribe, Enrigue también conversó aquí con Miguel Vitagliano acerca de la importancia del silencio en Rulfo.
El escritor, estudioso y profesor argentino de teoría literaria dijo: “Rulfo escribe su versión de La Divina Comedia, una versión mexicana que recorre hacia abajo el continente entero, una versión que tiene dos partes, en la que una se confunde con la otra; una es el purgatorio y la otra el infierno, aun cuando en ambas se copia fiel la vida de todos los días”.
Enrigue añadió que asumiendo esa teoría “habría un gesto de consecuencia en Rulfo, ¿para qué escribir un libro que ya nadie va a leer?” Y que entre todas las teorías de su silencio, a él le gusta pensar que fue más bien un escritor que sentía que venía de una tradición muy clara y que después de poner su piedra en esa tradición dejó que la tradición siguiera por sí misma.
El escritor mexicano agregó que el gran heredero de Juan Rulfo no son todos estos mexicanos “que lo plancharon muy mal planchado” durante muchos años y produjeron “una literatura regionalista verdaderamente abominable”, sino Cormac McCarthy, que es un lector profundo de Rulfo “y que supo devolver a la tradición gringa lo que Rulfo había sacado de la tradición gringa”.





