La semana mayor para el arte

Carlos Amorales explora con su tercera película, El No-Me-Mires, temas como la identidad y el otro.. (Foto: fotos: PERLA MIRANDA. EL UNIVERSAL )
ssierra@eluniversal.com.mx
“El arte ahorita tiene que ser político, activista, estar en contra o a favor de, y yo ahí siento mucha discrepancia, incomodidad”, cuenta el artista Carlos Amorales (México, 1970), en entrevista en torno de El esplendor geométrico que el sábado 7 de febrero a las 12 horas inaugura en Kurimanzutto.
La exposición consta de tres partes: la presentación del “Manifiesto del Cubismo Ideológico”, que escribió con su taller y que remarca una toma de posición de él como artista, desde lo político y desde lo artístico. Es un manifiesto que desde el cubismo busca incluir distintas facetas, contraponer, yuxtaponer.
La segunda parte es una serie de 12 pinturas en gran formato, hechas a partir de collage tanto en su concepción como en la ejecución. Son pinturas donde el color, la abundancia de color, es el anuncio de un cambio en la obra de Amorales. “Me deshice de mi iconografía, intenté partir de cero y armé esos cuadros abstractos; era contraponer formas y colores”.
La tercera, conectada con las anteriores en cuanto a sus yuxtaposiciones, así como en la forma de trabajo e incluso en los colores, es una película, la tercera que hace el artista: El No-Me-Mires, que parte de un mito inuit que hace referencia a un ser que se hace invisible a los europeos, que también remite a la pintura de Kazimir Malevich, al activismo de Joseph Beuys y a la escritura del chileno Manuel Serrano.
Lo político, el activismo, son categorías que muchos vinculan al trabajo del artista y que han llevado a que el arte tenga una carga simbólica que rebasa sus propios fines, cuestiona:
“Lo vengo sintiendo desde que viví en Holanda porque ahí se usó el arte como para apoyar políticas del Estado. Siento que el arte ha ido tomando un rol en el que se ha vuelto utilizable, se le ha dado un fin: mejorar la sociedad, pero, pregunto yo: ¿Mejorar la sociedad según quién? Además no siento que el arte tenga que tener una utilidad en ese sentido. El arte tiene más una cuestión de indagar en el otro lado, de hablar del lado disfuncional, de lo privado, de los tabús”.
Amorales señala dos lugares que hoy son los espacios donde se ve al artista: “Estás por un lado exigido a ser súper políticamente correcto, informado, y mejorar el mundo, y por el otro subsistes en el mercado más neoliberal de todos. El mundo en que vivimos es equiparable al mercado informal: vender y sobrevivir. No me siento ni de uno ni otro”.
Dentro de sus indagaciones, Amorales apuesta por el vacío, por ese lugar donde no hay comodidad ni respuestas aparentes. Por eso corta con lo sabido, con territorios conocidos. Por eso, al menos por ahora, su archivo líquido, base de su trabajo previo, ha quedado atrás.
“Ha sido salir, asumir que esa investigación ya se terminó, que ya hice lo que tenía que hacer con eso. Te casas con tu propio discurso, con una manera de ser; vas siendo reconocido como artista a partir de ciertas cosas, vas generando un discurso, lo apuntalas, y de pronto te das cuenta de que el mundo se te ha vuelto eso. Para no caer en fórmulas o ser un producto más, es necesario cuestionar la práctica desde lo profundo”. Uno de esos nuevos territorios es el cine, donde confluyen literatura, música, performance, historia: “Me faltaba en el arte una relación emocional. El arte, como se vive hoy, no me lo da. Articulamos el arte desde lo simbólico y leemos significados, pero no vemos la puesta en escena de esos significados”.





