La ronda nocturna, víctima de vandalismo contra el arte
La obra de Rembrandt data de 1642 y es un tesoro de Holanda. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )
Ámsterdam —Era un viernes por la mañana. Un hombre joven visita el Rijksmuseum. Delante de La ronda nocturna, saca un spray de su bolso y lanza ácido sulfúrico contra la monumental pintura de Rembrandt. Un guardia del museo interviene rápidamente y lanza agua desmineralizada sobre el cuadro. Aquel 6 de abril de 1990 se convierte en héroe: el ácido es neutralizado y se evita un daño mayor.
El ataque contra la famosa pintura de Rembrandt hace 25 años en Ámsterdam desató la consternación en todo el mundo. ¿Quién hace algo así? ¿Quién quiere destruir lo bello? La historia del vandalismo en el arte muestra que los agresores tienen motivos políticos, quieren ejercer la crítica de arte de forma extrema o tienen una enfermedad mental; el agresor, un holandés de 31 años, estaba mentalmente perturbado, según se constató después.
Esos atentados son la pesadilla de los museos y destapan un gran dilema. Por un lado, quieren mostrar los maravillosos tesoros artísticos a la mayor cantidad posible de personas, pero por el otro deben proteger esas obras. Eso vale tanto para la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, como para Los girasoles de Vincent van Gogh o para La ronda nocturna .
La obra maestra de Rembrandt data de 1642 y tiene un valor incalculable; es irremplazable. Más allá del valor artístico y del histórico, está el valor simbólico es el tesoro de Holanda. Rembrandt terminó La compañía militar del capitán Frans Banninck Cocq y el teniente Willem van Ruytenburgh, como se llamó originalmente, en 1642. Los hombres, orgullosos de la milicia, dejaron encantados que los retratara. Los llamados retratos corporativos se convirtieron en símbolo de un época, cuando los holandeses eran señores de los mares y el comercio.
Para los grandes maestros holandeses como Rembrandt, el arquitecto Pierre Cuypers diseñó a fines del siglo XIX una “catedral”: El Rijksmuseum de Amsterdam, en cuya galería de honor cuelga, en el lugar del altar mayor, La ronda nocturna.
Historia de ataques. Pero el lugar y el significado especial de la pintura también lo hacen atractivo para vándalos que con su hecho quieren dejar una marca. Es un ataque a algo sagrado. Y eso no es nuevo. A principios de enero de 1911 ocurrió por primera vez. Un marino de 28 años e indigente, metió la mano en su bolsillo y con un cuchillo, atacó el cuadro. También entonces un guardia fue el héroe; el atacante sólo logró hacer algunos rasguños.
El 14 de septiembre de 1975, otra vez un desempleado quiso dejar su marca: con un cuchillo de cocina hizo profundos cortes. El daño fue grande; fueron ocho largos meses de restauración. Tras cada ataque, se plantea la pregunta de si un tesoro artístico de esa dimensión no debería ser más protegido. Después del ataque de 1975, la pintura fue ocultada tras un cristal. Pero hoy nadie quiere eso.
Han sido tres ataques en casi 400 años; pero La ronda nocturna había superado algo más: cuando tuvo que ser trasladado en 1715 al edificio del ayuntamiento, hoy palacio real, dado que era muy grande para el espacio previsto, las autoridades de la ciudad recurrieron a un cuchillo y cortaron una tira en tres de sus lados; tenía en entonces un tamaño de cuatro por cinco metros. DPA