El descubrimiento del siglo, la cura de la hepatitis C
Para Violeta todo lo eclipsaba el cansancio. Llego a la celebración de sus 50 años aceptando su destino. Cinco años atrás le habían detectado hepatitis C y poco a poco fue entendiendo el impacto de su enfermedad. “Es progresiva e incurable”, le dijo el doctor sin brindar mayor esperanza. Cuando le preguntaban por qué lucía tan delgada y fatigada, simplemente decía: “dicen que tengo el hígado destrozado, pero aquí sigo”, solía comentarle a familiares y amigos cercanos.
Ya estaba acostumbrada a escuchar las bromas de que la cirrosis que ahora dañaba su hígado por el daño crónico del virus, era resultado de su furtivo gusto por el alcohol. En realidad nunca le gusto beber, pero desde hacía muchos años que portaba la enfermedad. Supo que la adquirió cuando tuvo un aborto a los 35 años y fue hospitalizada de emergencia. Le realizaron varias transfusiones en una época donde aún no se identificaba al virus y la enfermedad empezó a avanzar en silencio.
Violeta probó de todo para tratar de luchar contra ese cansancio que a veces le dificultaba incluso pararse al baño. Hace dos años supo que tenía cáncer, también producto de la enfermedad, y finalmente su cuerpo se rindió a la eterna fatiga y el dolor. Rápidamente los carcinomas hicieron metástasis hasta los pulmones y en junio del año pasado murió después de cumplir 65 años.
Paradójicamente falleció el mes en que fue aprobada en nuestro país la distribución comercial del primer antiviral directo de segunda generación y que forma parte de un grupo de medicamentos con muy altas probabilidades de eliminación del virus.
Costo-beneficio
El director del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), David Kershenobich, señala que definitivamente la llegada de este tipo de medicinas es uno de los avances más importantes de este siglo en el campo de la investigación médica.
“Ofrecen la posibilidad de eliminar el virus en más del 90% de los casos”, señala y explica que la gente que no tenga daño hepático tendrá más posibilidades de curación mediante estos tratamientos tomados vía oral y con efectos secundarios mínimos. Incluso la gente que tenga dañado el hígado mostrará una mejoría que repercutirá notablemente en su calidad de vida.
Aún no hay vacuna para la hepatitis C, a pesar de la gran cantidad de estudios que se han realizado al respecto. “El día que exista habrá la posibilidad de prevención, pero mientras eso sucede, las personas con factores de riesgo se pueden curar”, señala Kershenobich, quien dice que la medicación fundamental utilizada en el sistema nacional de salud es “el interferón pegilado más ribavirina. En algunas ocasiones se usan análogos de antivirales directos de primera generación como el boceprevir”, señala y agrega que aún se tendría que esperar la aprobación y oferta en México de más antivirales directos de nueva generación para pensar en incluirlos en el cuadro de salud.
El primero de este tipo aprobado en nuestro país para su uso comercial recibe el nombre de simeprevir. Kershenobich comenta que se espera que en los meses siguientes quede aprobado también el sofosbuvir y otro producto aún sin nombre comercial, además de otros más para 2016. El primer medicamento forma parte de los llamados inhibidores de proteasa, mientras que el segundo forma parte de los inhibidores de polimerasa. Ambos actúan de manera directa en la célula eliminando el virus.
Para el médico es de esperarse que ante una mayor oferta se puedan bajar los precios que en este momento son inaccesibles para la población en general. “El acceso de estos medicamentos al sistema de salud pública aún es incierto, pero una vez que ya estén registrados, será el momento para que las instituciones correspondientes analicen qué medicamento sería el que se puede ofertar”, señala.
Kershenobish comenta que desde el punto de vista costo-beneficio es mejor eliminar el virus que dejarlo que evolucione con complicaciones como la cirrosis e incluso cáncer. “Algo que también es muy importante para el tratamiento de la hepatitis C es saber que hay una cura. Esto impacta positivamente en el aspecto psicológico”.
La evolución del tratamiento
La doctora María Teresa Rizo Robles, presidenta de la Asociación Mexicana de Hepatología, señala que no hay cifras exactas sobre el número de personas que se diagnostican anualmente con la enfermedad porque no existe un reporte. “Lo que sabemos es que la prevalencia actual de la enfermedad es de 1.4% de la población en México”.
Para la especialista, desde el punto de vista epidemiológico, la hepatitis C tendría la forma de un iceberg. La punta representa los casos que se están detectando y abajo está todo el grupo no diagnosticado, por lo que es importante hacer conciencia entre la población para que detecten la enfermedad, pues una gran parte fue contagiada por transfusiones cuando aún no se detectaba la presencia del virus, antes de 1995.
“En México ya no se considera la transfusión de sangre como factor de riesgo. Actualmente la forma principal de contagio se da por el uso de drogas intravenosas y aunque no somos un país con alta incidencia en este aspecto, en la frontera norte prevalece esta situación”, explica y puntualiza que sin embargo no son estos casos los que se detectan hoy, sino los de personas que sufrieron la transmisión hace muchos años, pero no habían sentido ningún síntoma.
Rizo Robles señala que más de 80% de los casos evolucionan de una enfermedad aguda a crónica y posteriormente a una cirrosis. “El seguro popular está considerando a la hepatitis C como una enfermedad catastrófica y tiene autorizado el tratamiento estándar pero con la posibilidad abierta de incluir estos nuevos tratamientos para el acceso a la población en general”.
Por su parte, el doctor Enrique Wolpert, de la Fundación Mexicana para la Salud Hepática (FundHepa), explica que los medicamentos han evolucionando favorablemente a partir de 1991 cuando se describió por primera vez el virus. “Cuando se empezó a tratar la enfermedad se usaba sólo interferón pero el porcentaje de curación iba entre 5% y 8%. Después se le agregó la ribavirina, pero con eso ni 25% de los casos lográbamos curar", expresa y señala que finalmente se le agregó al interferón un azúcar para que circulara más tiempo en la sangre y las inyecciones se pudieran espaciar. Así surgió lo que se conoce hoy como interferón pegilado o peg, que mejoró los niveles de tratamiento hasta 45%.
Después las probabilidades de eliminación del virus se incrementaron hasta 70% sumando los antivirales directos de primera generación. El medicamento de este tipo autorizado en nuestro país fue el boceprevir, utilizado desde hace cuatros años. La esperanza actualmente es que sea sustituido con la segunda generación de antivirales directos, como el simeprevir, y se logre un tratamiento combinado, donde los resultados a nivel mundial han mostrado hasta 100% de efectividad en la eliminación del virus.
Contra todos
En las investigaciones sobre la hepatitis C se fueron identificando varias clases de virus C enumerados por genotipos del 1 al 6. La respuesta a los diferentes medicamentos parecía variar según la población afectada. “El 1 es el que predomina en México y es el más difícil de curar, pero una gran ventaja de este tipo de medicamentos es que se han mostrado efectivos en el tratamiento de los diferentes tipos de virus C”, señala Wolpert.
Los antivirales directos intervienen directamente en uno de los pasos metabólicos del virus. “Los otros tratamientos no, le pegaban al virus de ‘carambola’, mejorando el sistema inmunológico con una cierta acción viral”.
Wolpert indica que todos estos nuevos medicamentos, mediante sus combinaciones adecuadas, van a representar porcentajes de efectividad por arriba de 95%. “Incluso se dice que la hepatitis C va a ser la primera infección por virus que se pueda curar con tratamiento en la historia de la medicina, porque hasta ahora las enfermedades virales que han sido erradicadas de la faz de la tierra, desaparecieron por efecto de una vacuna, no de un medicamento”.
El especialista se muestra muy optimista y piensa que en diez años la hepatitis C podría dejar de ser la causa número uno de transplantes de higado “y quizá en 20 años ya no hablaremos de ella como ahora”, comenta y subraya que ahora el reto es que estén al alcance de todos.
Comenta que a través de FunHepa han insistido en muchos foros, con participación de integrantes del poder legislativo y autoridades de salud, sobre la urgencia de que más de estas alternativas médicas ingresen al mercado mexicano, pues tienen eficacia comprobada y autorizada por las principales institituciones reguladoras de salud del mundo y donde la gente, como sucede en España, los ha exigido.
“La otra parte es tener un diálogo entre las autoridades y la industria farmacéutica para que se logre lo que en otros países, que es bajar su precio de manera significativa. Son tratamientos de doce semanas y grandes posibilidades de curación que a la larga ahorrarían costos. Estos medicamentos tienen que ser accesibles con un precio que sea real para nosotros. Actualmente cuestan un aproximado de 110 mil dólares. No están al alcance de la gente en México”, concluye.