"La vida es sueño", por primera vez en auto sacramental
DESAFÍO. Los actores cumplen también como bailarines, cantantes e instrumentistas. (Foto: YADÍN XOLALPA / EL UNIVERSAL )
En la historia del teatro en México no hay registros de la puesta del auto sacramental La vida es sueño, en cambio abundan las representaciones del drama del mismo nombre.
Pedro Calderón de la Barca, uno de los grandes autores del Siglo de Oro, escribió el drama en 1635 y 40 años después, cuando era sacerdote, hizo el auto sacramental, que en cierta forma es la gran conclusión de toda su obra, donde integra historia religiosa, pensamiento filosófico, alquimia.
Si el lenguaje barroco de la época resulta complejo, más lo son las claves y códigos que guarda la alquimia. Intentar descifrarlos ha sido uno de los retos de la puesta en escena del auto sacramental que hasta agosto se presenta, de jueves a domingo, en el Teatro El Galeón del Centro Cultural del Bosque.
Explorar esos lenguajes es lo que hace Teatro de Ciertos Habitantes; la invitación al espectador es a adentrarse en un universo de símbolos que no es más que un juego de espejos para todo ser humano.
Destacan de la pieza la construcción de la puesta en escena, la mirada actual a la tradición dancística y musical mexicanas, las actuaciones, la transición entre el caos y la armonía.
"Hay que buscarle tres pies al gato para que el espectador contemporáneo se siente a ver un auto sacramental y que no lo vea como una pieza histórica que, definitivamente, no lo es: es absolutamente viva en cada uno de sus textos. Yo he visto como estos textos empiezan a hacerse propios de los actores y están presentes en su vida cotidiana. Los citan como parte de su cotidiano", dice en entrevista con EL UNIVERSAL el director de la compañía Claudio Valdés Kuri.
Esta vez, el grupo buscó ir mucho más allá. Este auto sacramental, que tiene en escena a 14 hombres de distintas nacionalidades, edades y profesiones, quienes durante dos horas y cuarto cantan, bailan, danzan, zapatean, tocan instrumentos y recitan los versos de Calderón, requirió de muy diversos, intensos y profundos laboratorios y talleres, durante un año y medio, tras el casting.
Trabajaron con Leopoldo Novoa en la música e instrumentación; en danzas geométricas con Mónica Ribeiro, en movimiento corporal con Ruby Tagle y Diego Piñón, y el texto con Luisa Huertas y Violeta Sarmiento. Esto último les permitió apropiarse del lenguaje del Siglo de Oro.
Para llegar a comprender a Calderón desde el Hermetismo se creó un laboratorio que implicó estudiar diversas corrientes de pensamiento.
Valdés Kuri cuenta: "Han tenido que ser laboratorios muy largos para que los músicos sean actores, o los actores sean músicos; quisimos dar un paso más: que no sólo fueran actores, bailarines y cantantes, sino instrumentistas". Ahí, por ejemplo, aprendieron a tocar la jarana.
Aún sin conocer qué rol tendrían en la obra, cada uno de los 14 actores debió investigar en torno de los temas, arquetipos o personajes del auto sacramental, que no son más que esferas o facetas del ser humano, desde la trinidad inicial -Amor, Poder y Sabiduría-, pasando por esa dualidad donde todos nos movemos: Libre albedrío y Entendimiento, hasta aquello que está en todos, pero que es mejor negar: la sombra.
Que sean 14 actores hombres tiene una intención clara: "Hablamos de aspectos del ser humano y no de género. Obviamente en tiempos de Calderón era muy clara la división de género; podían haber sido 14 mujeres. El hecho es que son 14 hombres que representan aspectos masculinos y femeninos que todos tenemos".
Si la compañía va más allá es porque su trabajo pretende ser cada vez menos un ejercicio de forma y contenido. "A mí y a los Ciertos Habitantes creo que lo que más nos interesa es el individuo. Si el individuo se encuentra a sí, si tiene armonía, todo lo demás adquiere un orden. El teatro es una gran invitación para que tome responsabilidad de sí mismo y de sus actos".
De qué habla el sueño
El actor cubano Alcibíades Zaldívar relata: "Si fuera como cuento para niños sería así: ‘Había una vez cuatro elementos (Aire, Fuego, Agua y Tierra) que en su idea de lucha de poderes encuentran que la trinidad (Poder, Amor y Sabiduría) aparece y los convoca a que armonicen y a crear un Hombre que puede hacer cosas maravillosas, después de que el Príncipe de las tinieblas fue un fracaso; lo hacen y en eso se mete la Sombra que, con el Príncipe de las Tinieblas, hace todo para que el Hombre caiga.
Entre todos estos arquetipos están el Entendimiento y el Libre albedrío, que uno le dice no, y el otro que sí, hasta que el hombre cae en la tentación... ".
Valdés Kuri interpreta: "El individuo cree que el mundo lo determina, que todos son culpables de que le vaya mal; por eso La vida es sueño tiene tanto que ver con nuestra actualidad: pensamos que todo nos determina, excepto lo bueno: ‘Lo bueno lo hice yo. Lo malo, quién sabe de dónde vino'. Cuando el individuo toma responsabilidad sobre sus actos cambia la historia, cambia al planeta, a la comunidad y a la familia".
Dos de los actores, Alberto Santiago -el Hombre- y Cristóbal García-Naranjo -la Sombra-, coinciden en recordar la profunda introspección que les implicó este trabajo actoral y de investigación. "Fue entrar en lugares míos que me dieron mucho miedo en su momento: la culpa, lo turbio...", dice Santiago. García-Naranjo apunta: "Fue un proceso muy escalofriante.
No es una sombra sino la sombra de todos, y la sombra no sólo es villana, es la parte que no dejamos ser en nosotros. El gran dolor de la sombra es el no poder ser: querer ser y no poder. Todos tenemos una parte que hemos reprimido y querido olvidar".
Un ejercicio singular de la obra es traer el barroco al mundo contemporáneo. Pero es que México no sólo fue sino que es barroco, concluye Valdés Kuri:
"El barroco está muy presente en México, no hubo interrupción del barroco a la fecha. En Veracruz, en los sones huastecos, el verso es vivo; ahora, en este momento alguien está versando. Instrumentos, géneros y una forma de cantar se quedaron en los lugares remotos, en la sierras, evolucionaron, y hoy son la dotación instrumental de nuestros grupos tradicionales. Son esta tradición barroca que no tuvo interrupción, siguió hasta nuestros días".
Para el director de la compañía hay en México un arraigo simbólico que viene de lo prehispánico, donde toda la vida era simbólica, y siglos más tarde, al encontrarse con el barroco, se dio un "sincretismo genial".
El barroco, que en esencia está lleno de símbolos, es un territorio que le permite a la compañía de Teatro de Ciertos Habitantes hacer una obra donde la comunicación con el público es a través de múltiples símbolos.
"Es bien interesante invitar al público a un mundo simbólico; el simbolismo pareciera no tener importancia en este mundo de información, pero el símbolo opera más allá del raciocinio, le habla a tu inconsciente.
El reto es invitar al espectador a mirarse a sí mismo. No puede haber algo más complicado que ello. ¿Qué hacer para que el espectador se sienta atraído para cruzar el umbral? Había que hacer una puesta en escena muy atractiva, llena de acción, de imágenes, de capacidades y de virtuosismo.
La obra transita por muchos humores, con movimientos muy distintos, desde lo vertiginoso, hasta la calma en lo cual sólo debe resonar un texto bien dicho, hasta tener a 14 actores rompiéndose la crin en una vorágine de imágenes".
La vida es sueño ha puesto en apuros al grupo y su proyecto, reconoce el director: "Nos ha puesto en apuros, pero también en otro lugar. Esto de entrar al mundo simbólico... pareciera que no hay marcha atrás. Descubierto esto, hay que seguir ahondando, hay que seguir encontrando significados ocultos a todo".
De manera particular, seduce la articulación con la música que identifica el tipo de teatro de esta compañía, la más internacional que tiene México.