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Tarumba: una loca aventura con compromiso social

Abida Ventura / Enviada| El Universal
Viernes 27 de junio de 2014

La compañía circense "La Tarumba", que nació en Perú en 1984 por iniciativa de tres payasos callejeros, ha conquistado a los peruanos con un espectáculo cargado de temas de interés social y político. Cortesía "La Tarumba"

Dicha compañía se ha convertido en una de las organizaciones culturales independientes más exitosas de este país y convoca a unos 100 mil espectadores anuales y tiene una escuela profesional circense en la que se atiende a grupos vulnerables. Cortesía "La Tarumba"

A la fecha, unos 900 niños acuden a sus talleres, en una casona en Miraflores, donde se les enseña las artes del teatro, circo y música. Cortesía "La Tarumba"

Más allá de la labor social y pedagógica, el grupo también busca preservar el circo tradicional, aquel que ha permitido a los espectadores "maravillarse con un mundo fantástico" y acercarse a animales lejanos a su entorno. Cortesía "La Tarumba"

Cuando en Perú se planteó en algún momento una ley de prohibición de animales en las carpas, "La Tarumba" jugó un papel importante para evitarlo. Desde 2004, la compañía presenta espectáculos en escena con 15 caballos. Cortesía "La Tarumba"

A tres décadas, entre experimentos, censuras y desafíos, "La Tarumba" ha logrado consolidarse como una extensa corporación artística en Perú. Uno de sus proyectos regionales en desarrollo consiste en la formación de jóvenes de zonas marginadas. Cortesía "La Tarumba"

Tarumba: una loca aventura con compromiso social

LOGROS. Luego de tres décadas de esfuerzos, la labor de la compañía se empieza a replicar en varios países de AL. (Foto: CORTESÍA LA TARUMBA )

La compañía circense ha logrado, en 30 años, desarrollar un concepto con visión pedagógica, ya que su escuela atiende a grupos vulnerables en Perú

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LIMA, PERÚ.— Toda esa “tarumba” (locura) inició en 1984, cuando tres payasos que hacían malabares en la calle con unos cuantos instrumentos decidieron crear su propia compañía de circo.

Sus primeras presentaciones fueron en los barrios bajos de Lima. Con un baúl, un tambor y una corneta, estos artistas comenzaron a conquistar a los peruanos con un espectáculo cargado de temas de interés social y político, en una época en la que Perú padecía el horror del terrorismo.

“Lo que interesaba era hablar de lo que estaba sucediendo en el país”, recuerda Geraldine Sakuda, directora pedagógica de La Tarumba, la compañía de circo que hoy es de las más importantes de Perú.

Treinta años después de la apuesta de esos payasos callejeros, La Tarumba se ha convertido en una de las organizaciones culturales independientes más exitosas de este país, con espectáculos diferentes cada año, unos 100 mil espectadores anuales y una escuela profesional circense en la que se atiende a grupos vulnerables.

“Siempre lo pedagógico y artístico han ido de la mano”, comenta Sakuda, quien recuerda que antes de conseguir una sede para la escuela, el trabajo de enseñanza se hacía en los barrios de Lima. A la fecha, unos 900 niños acuden a sus talleres en una casona en Miraflores, donde aprenden las artes del teatro, circo y música.

Más allá de la labor social y pedagógica, esta compañía que tuvo entre sus fundadores a Fernando Zevallos, quien siempre soñó con tener su propio circo debido a que desde niño veía la carpa que cada año se montaba frente a su casa, también busca preservar el circo tradicional, aquel que ha permitido a los espectadores “maravillarse con un mundo fantástico” y acercarse a animales lejanos a su entorno.

Por eso, comenta Sakuda, cuando en Perú se planteó en algún momento una ley de prohibición de animales en las carpas, La Tarumba jugó un papel importante para evitarlo. Desde 2004, la compañía presenta espectáculos en escena con 15 caballos.

“Antes, el circo representaba conocer cosas que no estábamos acostumbrados a mirar. Te traían al tigre bengala, que nadie había tenido oportunidad de ver; llegaba con el circo el actor de Rusia que traía cualidades inimaginables. Eso ha sido máximo en la historia cultural de cada país de América Latina. Además, todo eso nos permite decir al espectador que hay algo más allá de nuestras fronteras, es una manera de decirle que hay un mundo posible. El rol del circo: la convivencia entre animales y artistas en el escenario, es decir que se pueden lograr los sueños, de que uno puede lograr transportarse a otro mundo que no habías imaginado y que hay que maravillarse con eso”, considera la encargada del área educativa de esta compañía en su sede, donde fueron recibidos los jóvenes de la Ruta BBVA 2014.

Convencida de que en América Latina existe una fuerte tradición cultural del circo, al grado de que países como Perú y Chile celebran sus fiestas nacionales con espectáculos circenses, Sakuda considera que las medidas de prohibición de animales en circos, como la que fue aprobada recientemente en la ciudad de México, se llegan a concretar cuando se sobreponen los intereses políticos sin conocer la tradición detrás de esta disciplina.

“El problema es cuando llegamos a los extremos, cuando las personas encargadas de la protección de los animales se vuelve tan fanáticos que ya tampoco entienden de razones y confunden, entonces durante mucho tiempo y aun hoy encuentra uno videos alarmistas de maltrato a animales, a veces hay gente que no conoce la realidad afectiva, que no vive ahí toda la vida”, comenta.

Más que una ley de prohibición, opina Jonathan Sajux, profesor en la escuela profesional de circo social de la compañía, debería existir un ente regulador del cuidado de los animales.

“Hay animales que nacen y viven en cautiverio como los de un zoológico o que son explotados en las corridas de gallos o toros, y esos nunca los van a cerrar porque generalmente son gente de la alta política la que está involucrada, y de repente hay medidas que aparecen contra el circo, que no tiene tanto poder con el gobierno. Entiendo la buena intención de cuidar a los animales, pero estoy seguro, como cirquero que soy, que hay cirqueros que van a poner la vida de sus animales en prioridad que la suya, ellos se pueden quedar sin comer pero el animal no porque es el que le da de comer. Más que prohibir de arranque, creo que tendría más sentido que haya un ente regulador del cuidado de los animales”, dice.

Contra la censura

Además de la batalla que La Tarumba dio contra la prohibición del uso de animales, Sakuda recuerda que, en los 80, en sus primeros años de existencia la compañía también libró otra contra el gobierno. La censura fue sobre un espectáculo para niños que se llamaba “Cállate Domitila”. Pero esa dificultad se volvió una oportunidad. Recuerda: “Esto nos otorgó mucha publicidad y el espectáculo fue muy bien recibido en otros países. Todos los artistas se unieron para solicitar que levanten la censura y así se levantó”.

Entre experimentos, censuras y desafíos, La Tarumba ha logrado consolidarse como una gran corporación artística en Perú. Uno de sus proyectos regionales en desarrollo consiste en la formación de jóvenes de zonas vulnerables para mejorar sus condiciones laborales y de emprendimiento. La iniciativa, que tiene como socio estratégico al Cirque Du Soleil, se hace de manera simultánea en Chile, Argentina y Perú, y tendrá como resultado que mil 500 jóvenes pasen por el programa.



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