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Propone otra mirada a la obra de Frida Kahlo

Rafael López| El Universal
Viernes 31 de octubre de 2014
Propone otra mirada a la obra de Frida Kahlo

OBRA. Autorretrato con traje de terciopelo, pintura de 1926. (Foto: ESPECIAL )

Apoyada en conceptos de la teoría psicoanalítica, una académica devela en las pinturas de la artista una historia que no es advertida por sus admiradores

Ícono de la cultura mexicana e imagen representativa de un contexto social y una época, Frida Kahlo (6 de julio de 1907-13 de julio de 1954) será siempre motivo de reflexión desde diversas perspectivas.

Luego de estudiar y analizar algunos de los cuadros más representativos de la pintora coyoacanense, cuyo nombre completo era Magdalena del Carmen Frida Kahlo Calderón, Martha Laura Tapia Campos, académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, propone a los espectadores otro modo de acercarse a su obra.

Apoyada en conceptos de la teoría psicoanalítica, Tapia Campos devela en las pinturas de Frida una historia que no es advertida por sus admiradores y seguidores.

“La primera impresión que me produjeron los cuadros de Frida fue de intenso malestar, de rechazo, porque sus pinturas te confrontan de una manera muy íntima con el dolor y el sufrimiento. No fue hasta después, al estudiar la teoría psicoanalítica, cuando decidí volver a su obra para elaborar aquella impresión tan fuerte”, comenta.

La académica se apoyó en la llamada teoría del estadio del espejo, del médico psiquiatra y psicoanalista francés Jacques Lacan, que, groso modo, plantea lo que sucede cuando un niño pequeño es puesto frente al espejo por su madre.

“El niño pequeño, que carece aún de coordinación motriz, no se ha formado todavía una imagen integrada de sí mismo. Es la madre la que lo anima diciéndole: ‘¡Mira, eres tú!’, de modo que el niño se reconoce en su imagen especular a través de la mirada de la madre, hasta que por fin asume la imagen como propia y dice: ‘Eso soy yo’.”

Del espejo al espacio de la pintura

Tapia Campos considera que la pintora descubrió el espacio de su obra pictórica en una especie de reactualización del estadio del espejo, el cual resulta decisivo para conformar la identidad de todo ser humano; porque fue cuando yacía en su cama después del accidente que destrozó su cuerpo, cuando la madre colocó frente a ella un espejo y le dio los implementos para pintar.

“Entonces experimentó unos deseos tremendos de dibujar, de trazar líneas y darles un sentido, una forma, un contenido. Su desintegración física y emocional encontró así un espacio en que fue libre para afirmarse.”

Para elaborar su hipótesis de trabajo, la académica acotó tres supuestos: “Frida sufría la desarticulación de su cuerpo, vivía con el deseo de ser madre y, asimismo, experimentaba la frustración de no tener un amor completo y pleno. Eso se refleja en toda su obra, incluso ella misma lo dijo: ‘[…] sufrí dos accidentes graves en la vida, el primero ocurrió cuando el autobús en que iba yo fue arrollado por un tranvía […] El otro accidente es Diego.’”

Según Tapia Campos, Frida expresó, a través de sus cuadros, su lucha contra la desintegración que la amenazó siempre, por lo que, más que representaciones del dolor, el sufrimiento y la violencia, son una afirmación del goce de la vida.

Una parte del estudio de Tapia Campos, publicado en su libro El espejo de Frida Kahlo (Comunicación y Política Editores), intercala la descripción de algunas obras de la pintora con referentes de su biografía.

De nota roja

“Es evidente que la obra de Frida es autobiográfica: cada uno de sus cuadros nos remite a una historia, a un episodio de su vida. Abordé once y los analicé justamente siguiendo el hilo de su biografía. Autorretrato con traje de terciopelo está dedicado a su primer novio, Alejandro Gómez Arias, como prenda de reconciliación, y en él Frida se retrata tal como supone que su novio quisiera verla”, dice la académica.

Unos cuantos piquetitos, otra de las obras analizadas por la maestra del Centro de Estudios de Ciencias de la Comunicación, representa un hecho de nota roja de la década de los años 30 del siglo pasado.

“Frida pintó este cuadro cuando Diego Rivera le pidió el divorcio porque éste tenía relaciones con su hermana Cristina. Es un cuadro cargado de violencia, con un complejo cruce de significantes que trasluce el intenso conflicto que vivía la pintora. La sangre de la escena desborda hasta el marco.”

Cielo infinito

Otra de las obras escogidas por Tapia Campos es Mi nacimiento, que Frida pintó en 1932, poco después de la muerte de su madre. En él impresiona enormemente la disolución de las fronteras entre la vida y la muerte; el parto, que significa dar a luz un nuevo ser, es en el cuadro una zona de sombras en medio de la luz blanca de la sábana mortuoria, y las líneas de la madre en el alumbramiento marcan al mismo tiempo la “v” de vida y la “m” de muerte.

La académica de la Universidad Nacional también analizó Las dos Fridas, una de las obras más famosas de la compañera de Diego Rivera, concebida en el periodo del divorcio de ambos.

“Detrás de las imágenes sólo hay un cielo infinito; es decir, no hay nada, porque la pintora no sabe de dónde sostenerse. Es un abismo. Frida y Frieda están ahí. Una se aferra al Diego del medallón y la otra tiene el corazón sangrante, imagen que aparece en varios de sus cuadros”, indica.

Cuerpo en desintegración

El último cuadro analizado es el último que ella pintó, el bodegón ¡Viva la vida!, donde se muestran unas espléndidas sandías abiertas y apetitosas.

“Es el cierre. Ella gozó plenamente, hizo lo que quiso, enamoró a quien quiso, hombres y mujeres. Sobre todo a su marido. Si una escuincla (palabra del agrado de Frida) conquista a un hombre mayor, de 40 años, por supuesto que tiene su mérito. Y se proyectó en las sandías. Están abiertas, son rojas, apetitosas. Por cierto, ahí aparecen otra vez, la ‘v’ de vida y la ‘m’ de muerte.”

A la pregunta de qué hay en la obra de Frida que despierta el interés y la admiración del público, la académica dice: “El dolor de ella es proyectado en las representaciones de un cuerpo en desintegración. Quizá por eso es que está muy cerca de la sensibilidad de nuestro tiempo; su mensaje de dolor y angustia parece ser el núcleo de su existencia; pero no cualquier dolor, sino ese dolor íntimo, secreto, incomunicable, de ser uno mismo.”

Y a todas aquellas personas interesadas en la obra de Frida Kahlo les propone que conozcan su biografía: “El espectador debe preguntarse por qué Frida se expresa de esa manera. Claro, hay pinturas que impactan y atrapan, y de las que no se necesita conocer la historia que está detrás de ellas, pero en el caso de las de Frida, nos invitan a conocer su vida”, finaliza.



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