La actuación precisa el conocimiento del cuerpo
Presentó la pieza El poder de la locura teatral. (Foto: FERNANDO RAMÍREZ. EL UNIVERSAL )
Guanajuato. —La segunda función de El poder de la locura teatral del artista visual belga Jan Fabre llamó la atención del público guanajuatense. En la primera, ocurrida el viernes –dedicada a los 43 normalistas desaparecidos en Iguala-, la asistencia fue discreta. El sábado hubo una larga fila para ver la pieza estrenada en 1984, que ha recibido elogios, pero también ha sido calificada de polémica y transgresora.
La obra es una sucesión de cuadros, en apariencia caótica y sin sentido, cargados de símbolos, de violencia, erotismo, ira, desesperación, locura. En esto radica su belleza, su poder, porque la vida está ahí, las emociones se entremezclan, los pensamientos se confunden, como en una mente que no controla lo que piensa pero todo aquello que lo hace humano gira vertiginosamente.
Los cuerpos de los intérpretes están ahí, en el escenario, realizando movimientos mecánicos, automatizados incluso, se desnudan y se visten una y otra vez, bailan, rompen platos, persiguen sapos que brincan por todo el escenario, se empujan con fuerza, corren, fuman, se cachetean, se persiguen, se besan. Nada parece tener sentido, pero no importa porque lo que provocan son emociones, de esas que surgen de la entraña y no tienen explicación alguna sólo se sienten, avivan la existencia de modo dramático o gozoso.
Hay repetición, desnudez, luz y penumbra, sonidos guturales, canto, textos que se reducen a una enumeración de obras teatrales, año de estreno, país, autor y director, una lista que inicia en 1876 con el estreno de El anillo de los nibelungos de Richard Wagner, y acaba con los datos de esta obra luego de que un hombre de traje, sentado en una silla le da nalgadas a una bailarina desnuda hasta enrojecer su piel.
La obra está en los libros de historia del teatro; Fabre es una referencia del arte visual. Antes de partir al DF para presentarse en el Teatro Julio Castillo (los días 28 y 29 de octubre a las 19:00 horas), ofreció una conferencia magistral.
Durante 30 años el cuerpo ha sido objeto de investigación. “He hecho 76 obras con mi sangre, con mi esperma, con el esqueleto y la piel; son parte fundamental de mi trabajo, quien vea mis esculturas, por ejemplo, sabrá de qué estoy hablando. A la gente que trabaja conmigo le entrego un guión con el que les explico que las emociones conllevan un proceso interior muy complejo”.
Y agregó: “No tengo una metodología de trabajo porque envejecen. Yo puedo desarrollar la ira de un asesino, pero no mata porque es un actor, de modo que yo hago un guión para que el actor comprenda el proceso fisiológico, que sienta que la sangre está corriendo por su cuerpo, que los músculos responden al movimiento, que se contraen y se expanden; que su emoción tiene efecto en todo su cuerpo, en el hígado, en los riñones, la actuación sólo se puede entender así; del acto de entender todo esto se puede llegar a la actuación. Tienen que saber qué es lo que está pasando con sus cuerpos, qué lo está provocando. En una escena de esta obra el actor corre por 25 minutos y sabe perfectamente que está respirando, que los pulmones están reaccionando; entiende así las emociones desde el interior de su cuerpo”.
Han pasado dos horas y el público se ha comenzado a marchar. Algunos lo hacen después de cuadros cargados de una locura exótica como cuerpos desnudos gritando frases que resultan inaudibles, con movimientos circulares sobre el escenario, quitándose una y otra vez la ropa. La mayoría continuará las siguientes dos horas y media. Un reto al espectador y a su necesidad de comprender lo que parece incomprensible o quizá se han quedado porque Fabre logró su cometido, los hizo sentir.