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El lenguaje, gran protagonista de la novela ¿Dónde estás, corazón?

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Miércoles 17 de septiembre de 2014
El lenguaje, gran protagonista de la novela <i>Dnde ests, corazn?</i>

BEATRIZ ESPEJO. Logró crear un mosaico femenino. (Foto: CORTESÍA: BARRY DOMÍNGUEZ )

El libro de Beatriz Espejo se sitúa en el siglo XVIII, época en la que México delinea su identidad nacional y se abre el primer convento que acepta mujeres indígenas

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx

Escrita con todas las exigencias narrativas, situada en el siglo XVIII en México —una centuria poco abordada por la historia y la literatura—, contada en un sólo día con personajes que no están en blanco y negro, sino con todos sus matices, y protagonizada por mujeres metidas a monjas, la reciente novela de Beatriz Espejo, ¿Dónde estás, corazón? (Alfaguara) plantea dos cosas centrales: que el lenguaje es el gran protagonista y que esa es la época en la que México como nación está delineando su propia identidad.

“Toda la novela está situada en un sólo día, en una época muy poco estudiada en la historia de México que es el siglo XVIII, una novela que intenta demostrar lo vívida que era esta ciudad y lo hermosa; las festividades que se hacían, la música que se oía, la comida que se comía; en todo eso hago una especie de homenaje a una ciudad que he querido tanto”, señala la narradora, ensayista y académica mexicana nacida en Veracruz.

Desde su interés por la literatura, el lenguaje y la mujer, Espejo, doctora en Letras e investigadora del Centro de Estudios Literarios de la Universidad Nacional Autónoma de México, reconoce que el personaje principal de esta novela es un lenguaje barroco escrito con un español del siglo XXI en el que se aceptan algunos mexicanismos. “¿Qué es lo que hago?, un cuadro de costumbres por un lado, por otro lado una galería de personajes, por otro lado un alarde idiomático y una novela original, eso es lo que me propuse”.

Profesora en distintas universidad, en especial con una larga carrera en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Beatriz Espejo reconoce en entrevista que esta que es su segunda novela —su carrera es más amplia como cuentista y estudiosa del cuento y la literatura— no es una novela feminista sino femenina:

“Yo escribo como mujer porque tengo ojos de mujer, estoy contenta de ser mujer y me preocupa mi género; pero sin quererlo en esta historia todas esas mujeres quedan atrapadas en la vida que están viviendo”, señala la escritora.

Atrapadas en su destino

Construida como un mosaico de personajes, con sus detalles más íntimos y caprichosos, recargados, como el estilo barroco, la novela de Espejo muestra las debilidades femeninas y la doble moral de la época. “Los personajes femeninos quedan atrapados en su destino, todos son auténticos, los encontré en retratos, en crónicas, en noticias de la época”, afirma la narradora y estudiosa del lenguaje.

Beatriz Espejo también reconoce que todos los personajes, tanto mujeres como hombres, es el caso del virrey de la Nueva España, don Baltasar de Zúñiga y Guzmán, están llenos de matices a pesar de que muchos son religiosas. “En cada una de las monjas voy depositando distintas cosas y voy tratando de ver lo que también era la vida seglar, por ejemplo la cacica que es una mujer simpática, en ella está puesta el sincretismo, en la prima está puesto el chamanismo; en los hombres está el protoliberalismo, tanto en el Marqués de Valero como en don Fernando de Santa Cruz y Espejo, que son liberales hasta cierto punto”.

Entre esas religiosas está Sor Micaela, la que más se parece a Beatriz Espejo, dicho por ella misma: “Sor Micaela es la más loca y no tiene vocación religiosa porque la metieron al convento a los 13 años, pero está allí”, en esa novela que la escritora misma califica de juguetona, atrevida y ambiciosa.

La novela que es producto de una investigación profunda y de una recuperación del siglo XVIII muy precisa y amplia, requirió unos tres años de trabajo, de labor con el lenguaje y con la historia que cuenta un hecho preciso: cuando el Virrey de la Nueva España decide crear el primer convento con acceso a mujeres indígenas, pero no a todas, sino a las hijas de caciques. Un hecho real que atrapó la atención de Beatriz Espejo.



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