El coronel sí tiene quien le escriba
PARTICIPANTES. El Ministerio de Cultura colombiano coordinó el taller en el que a los estudiantes les leían un fragmento de la novela y a partir de él, elaboraban las cartas. (Foto: EDWIN LORA, CORTESÍA MINISTERIO DE CULTURA DE COLOMBIA )
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ARACATACA, Col. “Estimado coronel: Quiero decirle que no se preocupe porque no tiene nadie que le escriba. No, yo estoy aquí y me ofrezco a escribirle la novela. Espero que lea la carta y acepte mi ayuda. Chao, coronel”.
Luz Marina Chamorro escribió esto como si estuviera en posición de soldado firme para la guerra, y no fue la única: 300 adolescentes y niños de Aracataca, tierra natal de Gabriel García Márquez, redactaron cartas al personaje principal de El coronel no tiene quien e escriba, pero por momentos parecían dirigidas al Nobel. En una dulce confusión de la ficción y la realidad.
“Como si el personaje literario terminara poseyendo a su autor”, dice Nahum Montt, quien desde el Ministerio de Cultura coordinó el taller en el que les leían un fragmento de la novela y a partir de él, los estudiantes elaboraban las cartas.
La chispa costeña de los muchachos cataqueros salió a relucir en las cartas. Muchos le deseaban buena salud, una se quejaba de “lo corrompidos que se han vuelto los muchachos” y le confesaba sus amores; otra adolescente, con tono poético, le decía: “coronel, espero que esté conforme con su mundo limpio y su vida auténtica”, una le pedía que “Guelva (sic) con sus mariposas amarillas”. Y una más que en el colmo de la ternura le decía: “coronel, por favor salúdeme a Gabo”.
Pero en todas estaba la idea de acompañar al coronel en su espera. Como si entendieran que la literatura vence la soledad.
Gabo, un referente
El taller que duró una mañana mostró que para los niños de Aracataca, “Gabo” es un referente de alguien correcto y digno como el coronel. “Evidenció que el coronel está vivo”, agregó Montt, para quien esta es una de las novelas más interesantes para iniciar a los niños en la lectura, por ser rigurosa y repleta de escenas.
Quedó claro que en Aracata quieren seguir leyendo al Nobel. De hecho, en una de las cartas, una joven le propuso un negocio a “Gabo”:
“Usted escribe unos libros fantásticos y esos son los que necesito leer (...) bueno, voy al grano es que necesito que me haga el favor de mandarme una caja de esos hermosos libros y yo le voy pagando”. María L.
“Desde el primer párrafo —dice Montt— esta obra nos muestra la pobreza, pero en el segundo, inmediatamente nos habla de la dignidad del pobre”.
Y ese tema, claro, apareció en las cartas de los niños. “Estoy pasando por una crisis económica, coronel, y era para que me regalara un poco de sus alimentos”. Ironía de un pobre pidiéndole a otro.
Invención o realidad, también escribieron sobre violencia: “Estimado coronel, le informamos que las cosas por acá sean (sic) puesto malas (...) Los paramilitares están robando nuestra mercancía (...) Saludos a su esposa”.
Gracias a un trabajo de profesores como Aura Ballesteros o Frank Domínguez, del Instituto Educativo Gabriel García Márquez (Indegama), muchos conocían la historia del coronel que, durante 15 años, esperó la carta que le anunciara la pensión por haber servido en el Ejército a órdenes de Aureliano Buendía. Un hombre con su mujer enferma de asma y que, ante las penurias, estaba tentado a vender el gallo de pelea de su hijo. Por eso, algunos niños le daban fuerza al personaje: “coronel, tranquilo, no vaya a vender el gallo”. Y “por favor, coronel, haga una segunda parte de este libro”.