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Efraín Huerta, las pasiones del poeta joven

Yanet Aguilar Sosa| El Universal
Martes 17 de junio de 2014

El Archivo Epistolar Efraín Huerta-Mireya Bravo, que fue donado a la Biblioteca Nacional de México en 2007 por los tres hijos de Huerta, es un tesoro de palabras inéditas. Cortesía del Archivo familiar de Raquel Huerta-Nava

En él se resguardan materiales personales e íntimos que son verdaderas plaquettes de poesía, cuadernillos de cuatro, ocho, doce y hasta 16 páginas bellamente ilustradas con portadas, epígrafes, dedicatorias, página legal y hasta colofón. En la imagen, el manuscrito de "Estrella en alto". Cortesía del Archivo familiar de Raquel Huerta-Nava

En los materiales está contenida la época juvenil de Efraín Huerta que se sabía poeta pero aun empezaba a ver publicado su trabajo. Cortesía del Archivo familiar de Raquel Huerta-Nava

El Archivo Epistolar Efraín Huerta-Mireya Bravo es un tesoro por descubrir sobre el Efraín Huerta joven, el que escribió cientos de letras amorosas. Cortesía del Archivo familiar de Raquel Huerta-Nava

Efraín Huerta junto a Dr. Atl y Julio Bracho. Cortesía del Archivo familiar de Raquel Huerta-Nava

El poeta mexicano, de quien se celebra el centenario de su nacimiento, junto al cinematógrafo Gabriel Figueroa. Cortesía del Archivo familiar de Raquel Huerta-Nava

Efran Huerta, las pasiones del poeta joven

OPINIÓN. "No se diferencia entre la vida íntima de Efraín y la pública, él concibe la vida como un espacio de crecimiento, una actitud vital" Emiliano Delgadillo, editor y estudioso de Huerta. (Foto: CARREÑO )

En el centenario de su nacimiento, recuperamos el archivo de cartas a su primera esposa, una joya poética que guarda la Biblioteca Nacional

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx  

La voz de los primeros versos del poeta Efraín Huerta, es febril, ardorosa y apasionada. En las cartas y poemarios —jamás publicados— que forman parte del Archivo Epistolar Efraín Huerta-Mireya Bravo, depositado en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional de México, en la UNAM, existe un poeta que vive un amor lleno de inquietud y desasosiego.

Ese joven que apenas rebasaba los 19 años le escribió decenas de cartas, cuadernillos, postales y poemarios únicos y originales a Mireya Bravo, la mujer a la que llamaba “Andrea de plata”, Mireyín”, “Sirena de plata”, “Mireia”, “Mireilla”, “Duquesita de plata”, “Piernas de diamante” y “Mireya de Assy”, su musa, quien años después se convertiría en su primera esposa y en la madre de sus tres primeros hijos: Andrea Mireya, Eugenia y David Huerta Bravo.

En esa abundante y entrañable correspondencia amorosa, Efraín Huerta escribe en una carta fechada en 1933: “No te dejaré sino hasta que tu me lo digas, porque dependo de ti, porque soy tu poeta, tu prosista, no tu amigo ni tu hermano, ni tu novio, ni tu Dios, ni tu ángel, menos tu demonio ni tu héroe. Soy lo menos humano. Quiero ser cosa intangible, a fuerza de poesía, blanca, para tí. Defíneme de una vez por todas”.

En esa misiva que abre la primera de más de una docena de carpetas o cajas que conforman el Archivo Epistolar Efraín Huerta-Mireya Bravo, está resguardado un tesoro de cartas y plaquettes de poesía amorosa escrito a mano con una bellísima caligrafía que nace del corazón fervoroso de un poeta enamorado. Esas cartas y poemarios no sólo permiten ver a un joven poeta enamorado, sino también a un gran artista pues hay allí un escritor con una caligrafía hermosa, un dibujante en potencia, un autor sumamente cuidadoso, un creador apasionado por los elementos tipográficos y un celoso artista de obras únicas y originales.

El Archivo Epistolar Efraín Huerta-Mireya Bravo, que fue donado a la Biblioteca Nacional de México en 2007 por los tres hijos de Huerta, es un tesoro de palabras inéditas, pues ninguno de los poemarios que él escribió para Bravo los hizo públicos ni los incorporó a ninguno de sus libros. Son materiales personales e íntimos pero en realidad son verdaderas plaquettes de poesía, cuadernillos de cuatro, ocho, 12 y hasta 16 páginas bellamente ilustradas con portadas, epígrafes, dedicatorias, página legal y hasta colofón.

Emiliano Delgadillo Martínez, quien tuvo a su cargo la edición de Iconografía. Efraín Huerta y que ha estudiado como pocos la obra de Huerta y el archivo epistolar de este poeta nacido el 18 de junio de 1914 —mañana se celebra el centenario de su nacimiento—, asegura que Efraín era una persona íntima que quiso tener conocimientos de todos los oficios y de los cercanos a la literatura.

“Él, en un principio, quiso ser dibujante, de ahí su preciosa caligrafía, su cuidado a la hora de escribir, de pasar sus textos en limpio, también estos detalles de hacer de estos cuadernillos una edición exclusiva de un único cuadernillo para la mujer amada, editarlo o por lo menos doblar las páginas, acomodar los pliegos, numerar las hojas y buscar que no se colara ningún error ni ninguna tachadura; en esta visión de ser un hombre íntegro, de no ser un hombre fragmentado, no se diferencia entre la vida íntima de Efraín y la pública, él concibe la vida como un solo espacio de crecimiento, una actitud vital”, afirma Delgadillo.

El joven artista adolescente

De ese archivo que contiene también una colección de 40 ediciones especiales de su obra, fotografías, carteles y videos, revisamos la correspondencia que Efraín Huerta sostuvo con su primera esposa, Mireya Bravo, cuando aún eran novios o cuando el joven poeta trataba de conquistarla con sus versos: “¿Sabes Mireilla?, quisiera ser un muchacho artista, un buen poeta adolescente, invisible para todos menos para ti; dejaré en tus manos mis poemas y mi alma buena y luego te besaré suavísimamente en la boca y te diré un hasta luego muy lento”, le dice el poeta en una carta titulada “¿Ves como son magníficas tus lecciones?”, fechada el 8/11/933.

En los materiales que pudimos revisar y leer, está contenida la época juvenil de Efraín Huerta que se sabía poeta pero aún no empezaba a ver publicado su trabajo. En esas cartas amorosas escritas todas a mano, que son verdaderos poemas de amor, se puede ver la devoción del joven poeta enamorado que le habla a la mujer de sus sueños, a la musa de sus primeros poemas.

Están allí sus desventuras como poeta y periodista cultural, sus primeras recompensas, su pasión por poetas de México y el mundo, su pasión por el cine, la ciudad, la lluvia, las rosas y la poesía; están sus aspiraciones, sus convicciones políticas y de militante de izquierda, está también el gran artista que escribía verdaderos poemarios, plaquettes originales y en ediciones únicas.

“Mireia. ¿Ves como son magníficas tus lecciones? ¿Ves que en ninguna universidad del mundo podría aprender tanto como cerca de ti? Ahora eres maestra feliz en la Escuela Femenina... Me basta con que me creas y me quieras. Todo pasará, Mireyín, te aseguro que me calmaré y que volveré a ser tu hermano. ¡Pues no quiero perderte ahora ni nunca! Nunca te diré nada, nunca podré decirte nada medianamente correcto, sino escribiendo. Ya me acostumbré, qué quieres.”, escribe el poeta de 19 años, en una carta de 1933.

Ese talante enamoradizo y galante, pero también su creatividad artística y cuidado editorial es celebrado por Raquel Huerta-Nava, su hija con la poeta Thelma Nava: “Copiaba muchos poemas de los autores que más le gustaban, hacía cuadernitos muy hermosos con citas. Más que copiar por copiar eran apuntes entrañables de cosas que lo iban marcando, copiaba a mexicanos, chilenos, copiaba cosas de Nicolás Guillén, de Jaime Torres Bodet, de Ramón López Velarde, de Salvador Novo, de Xavier Villaurrutia, obviamente de Carlos Pellicer; a todos estos cuadernitos les hacía sus epígrafes, su página legal y su colofón y elementos tipográficos que él dibujaba”.

David Huerta, su hijo poeta, asegura que esos cuadernillos eran una parte de su vida que lo apasionaba, pues era buen dibujante y calígrafo, un periodista ejemplar y un poeta maravilloso. “Siempre he dicho que una cosa es tener buena letra y otra cosa es ser un calígrafo consumado como era Efraín Huerta; verdaderamente es una ejecución artística, está cuidando lo que dice, cómo lo dice y cómo lo escribe en el sentido material de la expresión”.

El Archivo Epistolar Efraín Huerta-Mireya Bravo es un tesoro por descubrir sobre el Efraín Huerta joven, el que escribió cientos de letras amorosas en las que hay frases como: “Lo que soy, lo que creen que soy, lo que piensan de mí ¡Tan bueno Huertita! ¡Es un espíritu selecto! Te lo debo a ti”; “¡Por Dios! Cuando me pongo lírico, soy insoportable. Miente quien diga que ama sin el lirismo.”; “Me siento casi muerto: no como, casi no duermo, canto poco, escribo menos, leo casi nada, (‘la novela de Proust se eterniza’) en fin que estoy agotadísimo y quiero tomarme unas vacaciones en México.”

Hay allí cajas íntimas por descubrir, poemas de un amor febril y desosegado, un artista y calígrafo en potencia, una bella caligrafía y decenas de poemarios sin leer.



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