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CUERNAVACA, Mor.— El de Helena Paz Garro fue un sepelio lacónico, acompañado de apenas unas 10 personas que salieron de la agencia funeraria Gayosso y se enfilaron en una caravana de autos hacia el Panteón de La Paz, al sur de la ciudad de Cuernavaca.

En el lote 36 de la sección ocho, los sepultureros cavaron para depositar los cuerpos de Helena Paz Garro y de su madre, la también escritora, Elena Garro, ex esposa del premio Nobel, Octavio Paz.

Los familiares decidieron que los restos de Elena Garro fueran extraídos para depositarlos junto a los de su hija. Tres coronas florales enmarcaron la tumba que es custodiada por un pino seco en la cabecera del camposanto.

La despedida a la escritora fue corta, con aplausos; estuvo presente Jesús Garro Velázquez y su esposa Raquel Steinmann.

Hacia las 15 horas, con el sol a plomo, arribó el cortejo fúnebre con el ataúd de Helena al panteón. En el sepelio no estuvieron presentes escritores ni funcionarios, sólo acudió un representante del Instituto Nacional de Bellas Artes. Clemente Gerardo López Román, colaborador del Consejo de Crónica de Iguala, Guerrero, recordó cuando en noviembre de 2013 Helena se presentó en esa ciudad al evento “Recordando el Porvenir”, donde compartió no sólo un poco de los textos de su madre sino también los propios.

Helena tuvo 35 gatos y una perrita de seis años a quien nombró “Enriqueta”; pese al amor que le tenía a los animales, los gatos serán sacrificados y la cachorra estará bajo la protección de su primo.

La escritora falleció este domingo 30 de marzo por una gastroenteritis crónica en una casa de descanso, donde vivió los últimos cinco años.