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Durante la exploración médica a los aspirantes a braceros en 1943; con los milicianos que preparaban bombas de mano en una trinchera cerca de Madrid en 1936; a unos metros de Jacqueline y John Kennedy, en su viaje de luna de miel en Acapulco; al lado de la cama de Frida Kahlo en un hospital en 1950; en las urnas, plazas, mercados o junto al río Sena. En cada uno de esos lugares e instantes, con su cámara, estuvo Juan Guzmán.

Nació en 1911 en Colonia, Alemania, con el nombre de Hans Gutmann. Fue uno de los protagonistas del fotoperiodismo en México por más de 40 años; su nombre aparece en la lista de los que dieron forma a la prensa ilustrada. Cineasta e iluminador, fotógrafo viajero, periodista militante, fotógrafo de guerra, corresponsal, nómada, disciplinado, apasionado, ese fue Guzmán.

Este hombre que tuvo diversas patrias y que a cada una llevó su memoria en su archivo de fotografías, es el centro del libro Juan Guzmán, que acaban de publicar Fundación Televisa y la editorial española RM.

Es una obra de grandes dimensiones: recoge en sus más de 400 páginas cientos de fotografías y secuencias de reportajes tomados por él, en su mayoría en blanco y negro; páginas de diarios y revistas, las imágenes de los cuadernos donde fue guardando con un rigor y disciplina insólitos toda la información sobre cada fotografía.

Tras ocho años de investigación en el archivo de este fotógrafo germano-hispano-mexicano se publica la primera obra derivada de esta colección que adquirió Fundación Televisa en 2006 y que ronda las 135 mil imágenes.

El libro recupera y pone en contexto las imágenes, incluye textos de los investigadores Alfonso Morales, Cecilia Absalón, Héctor Orozco y Astrid Villanueva. Reúne fotografías tomadas por él en Europa, desde las de los artistas que como fotógrafo de cine tomó a comienzos de los años 30 en Francia y las de su estancia en Grecia, hasta las de la Guerra Civil Española de la que no sólo fue fotógrafo sino militante en el bando republicano. Fue en España donde tomó el nombre de Juan Guzmán.

Luego vino su asilo en México, a donde llegó en 1939. Aquí conformó una obra que se puede ver por temáticas, por periodos, por géneros, pues había tanto crónicas como instantáneas. Eran fotografías con fines publicitarios, propagandísticos, informativos, etnográficos, costumbristas y críticos, como describe Alfonso Morales en las páginas del libro.

Las fotografías del capítulo mexicano guardan escenas curiosas, inéditas, célebres en la historia del país; están los artistas e intelectuales, los políticos, la ciudad que se transforma, las cárceles y mercados. Los suyos son los retratos del país que se quiere sumar a la Modernidad, tras el fin de la II Guerra Mundial, pero que no puede dejar atrás sus grandes problemas, como la situación de los indígenas chiapanecos que en pleno siglo XX aún llevaban a sus espaldas sillas para blancos. Esos contrastes también los retrató Guzmán.

Se distinguió de otros fotógrafos que llegaron al país, entre otras cosas, por la minuciosa conformación de su archivo. Ahí se guarda la memoria de su trabajo en Novedades, Sucesos para todos, Así, Time, Life, y otros medios.

“Dejó de ser alemán para convertirse en español, dejó de ser español para ser mexicano, pero lo que nunca dejó de ser, desde el principio hasta el final, fue fotógrafo”, comenta en entrevista Alfonso Morales.

La calidad y la variedad

El libro de Juan Guzmán, que se distribuye en México, Latinoamérica y España, representa para el editor de RM, Ramón Reverté, el encuentro con un fotógrafo dueño de una obra llena de calidad, rigor e intensidad. “En su cabeza no existía la posibilidad de hacer algo con flojera porque le gustara menos. No. Era tan estricto y disciplinado que todo lo hacía con un nivel altísimo, lo cual no quiere decir que no tuviera temas que le gustaran más, como el del alpinismo que está al final del libro y que era una de sus pasiones”.

Reverté destaca que Guzmán aprendió en Europa una cierta forma de fotografiar: “Tiene una formación alemana, de la Bauhaus; eso lo trae, no sólo la disciplina, sino la manera de mirar. Cuando fotografiaba personajes como Diego Rivera o Frida Kahlo, cuando fotografiaba políticos, todo siempre estaba bien. Tenía talento, entusiasmo, emoción”.

“Nunca se definió como artista —explica Alfonso Morales—. En los documentos que conseguimos recopilar, escritos por él, no hay en ningún momento la pretensión de ser artista, es un trabajador de la prensa, se enorgullece de ser testigo de muchísimas cosas, de haber sobrevivido a circunstancias difíciles como la Guerra Civil, y entiende que su tarea es la de testigo, la de documentar las distintas realidades en las que por voluntad o por azar se encontró. Fue un viajero permanente, aun estando en México no dejó de viajar. Este libro es la historia de un largo, largo viaje con muchas paradas y en cada ocasión, como los caracoles, su patria terminó siendo su propio archivo”.

Como un fotoperiodista con una enorme capacidad de cubrir cualquier espectro de registro, con una gran facilidad y conocimiento técnico, describe Mauricio Maillé, director de Artes Visuales de Fundación Televisa, a Juan Guzmán. Explica que el libro rescata también la forma de edición y presentación de las revistas de época, sus excesos, su libertad. Se trató de recuperar el uso periodístico de las imágenes. Es por eso que casi todas las páginas del libro ofrecen un diseño diferente.