Proyecto UNAM. Claves para allanar la lectura del "Ulises" de Joyce
EDITORA Y AUTOR. Sylvia Beach, la primera editora del "Ulises", y James Joyce en la puerta de la librería Shakespeare and Company en París, hacia 1921. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )
Calificada por escritores de todo el mundo como una obra revolucionaria, Ulises, la magistral novela del irlandés James Joyce (1882- 1941), surge ante los ojos del gran público lector como un texto “difícil”, con intrincados pasajes y lenguaje oscuro, con personajes extraños en situaciones inexplicables; sin embargo, la realidad literaria es otra.
Argentina Rodríguez Álvarez, profesora de la carrera de Letras Inglesas en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, habla de las claves para allanar la lectura de tan formidable creación literaria.
“Aunque es un texto complejo de casi 800 páginas, la mejor manera de abordarlo es sumergirse en él, leerlo sin guías. El primer episodio o capítulo es como el de cualquier novela tradicional. El lector no se perderá, pero debe saber que cada episodio tiene un estilo y un ritmo diferentes”, dice.
Evidentemente, esta novela, que describe las aventuras del pequeño burgués Leopold Bloom en la ciudad de Dublín el 16 de junio de 1904, remite a la Odisea: en ella se encuentran alusiones al mito de Ulises, por lo que es necesario que el lector ya haya leído la epopeya homérica (por lo menos en una versión reducida) para identificar la correspondencia de cada personaje y de cada suceso de la trama.
“Asimismo, puede suceder que algo del episodio IV, por ejemplo, nos pase inadvertido o nos resulte intrascendente, pero a lo mejor reaparece en el episodio VIII en otro contexto, debido a lo cual tendremos que regresarnos, porque el Ulises es también un juego con mucho sentido del humor.”
Un episodio de corrido
En opinión de la académica universitaria, es conveniente elaborar un plan de lectura del Ulises, de Joyce.
“Sugiero leer un episodio de corrido, pero si por cuestiones de tiempo no se puede hacer esto, hay que proponerse no dejar pasar más de dos días antes de retomarlo.”
Es posible que el lector sienta la necesidad de contar con una guía. En tal caso puede recurrir al esquema que el propio Joyce elaboró para su amigo Carlo Linatti y que Stuart Gilbert —crítico inglés y traductor al francés del Ulises— obtuvo y dio a conocer (también lo amplió, de acuerdo con lo que Joyce le decía).
Otra opción es consultar Ulysses Annotated, de Don Gifford, una obra enciclopédica en la que se hace una minuciosa referencia a las palabras y alusiones clásicas que aparecen en esta novela —la mayoría, pertenecientes a la Odisea—, a la historia de Irlanda y al contexto político y social imperante en ese país entre 1904 y 1929.
También se debe considerar a Sigmund Freud y el psicoanálisis, que se ve reflejado en el desarrollo del tiempo; en concreto, en los monólogos, en el fluir del pensamiento.
Epifanía
Otra de las claves fundamentales para adentrarse en el Ulises es haber leído ya Dublineses y Retrato del artista adolescente, dos obras en las que Joyce estableció su teoría estética, basada en el concepto de epifanía, entendida ésta como una manifestación repentina que surge de los sucesos más comunes para transformarse en una revelación prodigiosa.
“Joyce decía que ese tipo de manifestación repentina ocurre en la vulgaridad de la vida. Esta teoría estética joyceana de la epifanía es importantísima porque, a partir de ella, el escritor irlandés empezó a desarrollar esa maravillosa prosa poética que nos lleva a otra dimensión del hecho de narrar. En Dublineses y Retrato del artista adolescente, los narradores se identifican fácilmente, pero en el Ulises son proteicos, cambian, todo el tiempo se transforman”, afirma Rodríguez Álvarez.
La idea de este recurso literario fue tener a la mano una manera de estructurar la caótica vida moderna. ¿Cómo lo hizo Joyce narrativamente? A través de su prosa poética, que acerca a lo más sublime del ser humano y que sirve también para identificar qué narrador habla en ese momento, porque nos adentramos en la mente, en la conciencia de cada personaje.
“La manera de pensar de Stephen Dedalus es muy diferente de la de Leopoldo Bloom, quien resulta más práctico y cuyo lenguaje es más referencial, con pocas metáforas; o de la de Molly Bloom, quien representa a la madre Tierra. A ésta la conocemos en el episodio IV, cuando pregunta qué es la metempsicosis. Bloom trata de explicar que es una transmigración del alma. Ella, entonces, replica de un modo vulgar: Tell us in plain words, es decir, ‘Dínoslo ya, sin tantas vueltas’.”
Musicalidad del lenguaje
A las claves para allanar la lectura de esta obra hay que agregar la musicalidad de su lenguaje. Para apreciarla es útil contar con grabaciones que se pueden encontrar fácilmente. Según Rodríguez Álvarez, resulta fascinante oír el Ulises. Si algunos pasajes resultaban oscuros, en seguida se aclaran al escucharlos, porque esta novela es de una musicalidad prodigiosa. Esto tiene que ver con su poesía. Muchos lectores se la pierden porque no escuchan correctamente el ritmo de su lenguaje, sus diferentes registros.
“Por ejemplo, en el episodio de los Cíclopes se recrea el lenguaje coloquial de un bar en Dublín; al oírlo, uno lo entiende por sus inflexiones, porque antes lo había querido leer con otro registro”, comenta la académica.
Monólogo de Molly Bloom
En el transcurso de esta novela, el lector se encuentra con varios monólogos, pero sin duda el de más trascendencia literaria es el que la cierra, el de Molly Bloom, un monólogo interior totalmente autónomo. Su lenguaje es el de una mujer dublinesa con poca educación; va surgiendo a partir de asociaciones muy personales que hace Molly y que a veces cuesta trabajo seguir porque no se entienden.
“Está lleno de recuerdos, porque de eso está lleno el Ulises: de recuerdos y de eventos que suceden y que debemos tener en cuenta porque la lectura es progresiva y acumulativa. Molly los narra en un lenguaje particular y erótico, y cuando leemos este monólogo, sentimos como si el cuerpo de la narración también se erotizara.”
De acuerdo con Rodríguez Álvarez, las mujeres se sienten más cómodas con Molly que con Leopold, porque aquélla es un personaje cercano, con una voz interna muy femenina, muy de mujer. En efecto, Molly Bloom es sumamente sensual y su monólogo se cubre de erotismo cuando habla de su cuerpo, de la relación sexual con su amante Boylan y de sus intimidades.
Leopold regresa en la noche a casa y le cuenta a Molly lo que hizo y luego le dice que a partir del día siguiente quiere el desayuno en la cama, lo cual cambia radicalmente el contrato que tenían.
Ambos personajes duermen en forma muy extraña: cada quien con los pies frente a la cara del otro. Leopold le da un beso en el trasero a Molly y se duerme. Pero Molly ya no puede dormir, por lo que da inicio a su monólogo, que comienza y termina con la palabra yes, como si fuera un gran ciclo que se cierra.
“Es un gran sí afirmativo que cimbra lo más íntimo del cuerpo... La mejor manera de acercarse a este monólogo, en el que no hay ningún signo de puntuación, es leyéndolo en voz alta para descubrir sus pausas. Algunos críticos dicen que se compone de dos oraciones; otros, de cinco; y otros más, de siete. La verdad es que es muy largo y está narrado desde la cama de Molly Bloom”, concluye la académica de la UNAM.
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