De acuerdo con Espinosa, un niño fue la inspiración del Grupo de Diseño para el Bienestar. Dice: “Se llama Carlos y tenía siete años cuando su mamá lo trajo al CDMIT de la Facultad de Ingeniería. Requería ayuda... Una displasia congénita impidió que le crecieran los brazos y piernas. Así que había que hacer algo con su pequeña silla de ruedas, motorizarla para que, valiéndose de sus muñones, el pequeño pudiera ir por donde quisiera. Él era uno de los muchos niños con problemas motrices causados no sólo por displasia congénita, sino también por retraso mental y otras enfermedades. Es decir, Carlos no era el único, pero fue parte del inicio de nuestro trabajo...”

Doctorado en Inglaterra

Ingeniero mecánico electricista y maestro en diseño por la UNAM, Espinosa se doctoró en la Universidad de Loughborough, Inglaterra, en modelos de información para rediseñar productos.

Del cómodo incómodo

Por lo que se refiere al cómodo, que no tiene nada de cómodo, Espinosa y sus colaboradores buscaron mejoras para el usuario y aplicaron principios de la TRIZ, que dice que hay que abrir la mente al contexto de un problema.

“Se llegó a la propuesta de modificar no el cómodo, sino la cama... La idea es seccionar ésta para que se pueda mover una parte y meter el cómodo, con lo cual sería más práctica la evacuación del paciente. El siguiente paso es proponer esta modificación a los fabricantes de camas hospitalarias.”

La evolución de los productos

Al revisar las patentes de cerca de 200 mil productos, Altshuller encontró que éstos evolucionan y que siempre hay una tendencia llamada dinamización, la cual consiste en que un producto empieza siendo rígido, luego tiene una o varias articulaciones, se vuelve flexible, cambia al estado agua y después a otro diferente. Por ejemplo, conforme a la evolución que marcó Altshuller, primero fue el cuchillo, luego la tijera (articulación), a continuación el alambre (flexible) para cortar quesos y metales, después el corte por agua y, posteriormente, el láser.