Antonio Caro, peso completo del arte conceptual

ESCULTOR. Caro es considerado uno de los creadores más potentes de la escena contemporánea de Iberoamérica, su arte es conceptual y dice que se había vuelto plano, hasta que ideó a "Gabriel". (Foto: CORTESÍA FNPI )
yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
MEDELLÍN.— En la década de los 70, Antonio Caro, el artista conceptual colombiano de 63 años, entró a la escena artística con paso firme y transgresor, creó la serie Cabeza de Lleras, un busto en sal de la cabeza del ex presidente Carlos Lleras Restrepo, para enfatizar su inteligencia y autoridad; pocos años después ideó la emblemática Colombia-Coca Cola, una serie provocadora que remite a la marca que se publicita con el lema “la chispa de la vida”; pero hace unos días precisamente le dio vida a Gabriel, la escultura creada exprofeso para el Premio Gabriel García Márquez de Periodismo.
El artista nacido en Bogotá en 1950 es considerado uno de los creadores más potentes de la escena contemporánea de Iberoamérica, su arte es conceptual y dice que se había vuelto plano, pero con Gabriel, él mismo siente que se ha regresado al volumen.
“Es muy extraño porque en algún sentido es una producción, una idea, un poquito parte del continuo de mi obra, del cuerpo de mi obra. Comencé hace muchos años con una especie de anti escultura, pero con en el tiempo yo me había vuelto plano, totalmente bidimensional, y aunque no manejo las computadoras me había vuelto totalmente digital, y felizmente por esta circunstancia del premio vuelvo un poco al volumen, al objeto, a la masa. Ojalá que haya más concursos de esta índole y ojalá me sirva para hacer otras cositas mejores a partir de este momento”, afirma el narrador colombiano a EL UNIVERSAL.
La escultura que fue seleccionada entre 136 participantes de 13 países iberoamericanos que se postularon en el concurso convocado por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo en colaboración con Fundación Arteria —institución de Colombia que impulsa la obra artística y visual— parece sencilla. Es el teclado de una marca de computadoras pero hecho en bronce con hojas de oro, tiene teclas, pero no letras, sólo están marcadas “G A B R I E L”, pero representadas con números del 1 al 7.
Gabriel rinde desde luego un homenaje a Gabriel García Márquez, pero también es un homenaje al periodismo, que dice Antonio Caro, le ha dado tanto desde que comenzó su carrera.
“La mera merita verdad es que la primer obra que yo presenté, hace más de 40 años, fue muy bien comentada por una periodista que entre otras cosas tenía un nombre muy bonito: Alegre Levy, y sus comentarios realmente eran muy alegres… desde el primer día que comencé mis primeros pasos como artista, los periodistas me han querido, me han protegido, me han ayudado y yo siempre decía que iba a ser el monumento al periodista”.
Caro sobresale entre los invitados al Premio Gabriel García Márquez de Periodismo por su genialidad traducida en un rostro moreno, enmarcado en lentes de armazón grueso y una mirada siempre curiosa; es un genio de cuerpo delgado, corrioso, alto y siempre desgarbado. Teme a la soberbia, habla con timidez, se exige lo sencillo.
“Tuve la idea de un teclado, pero ¿qué hacemos con un teclado?, en un momento tuve una extraña sugerencia de que podía ser como el braille, pero averigüe que hay teclados para ciegos que son idénticos y solo tienen dos o tres teclitas guía; pensé en reproducir esa capacidad de los ciegos de concebir táctilmente las realidades que para nosotros son visuales, entonces la idea del braille en principio ya no me sirvió, pero sí un poquito porque algo me llevó a la tactilidad sobre la tecla”, afirma.
—¿Quedó usted satisfecho con la escultura en homenaje a Gabriel que no “Gabo”?
—“La materialización prácticamente fue un milagro, yo aquí le confieso, yo no hice nada, sólo fue una idea, como esa bombillita de la tira de cómica… y salió, no entiendo cómo. El mérito es de Cristhian Nesme, mi ayudante, y de Nelly Peñaranda, de Fundación Arteria, mi hada madrina”.
Los procesos
La obra artística de Antonio Caro ha merecido las mejores críticas y en Colombia lo consideran eso, un artista, uno “gigante”, pues sus creaciones son consideras icónicas en el arte de Colombia y Latinoamérica.
Ese artista que parece un Francisco Toledo colombiano, con sus rizos medio plateados, alocados y libres, no porta camisas de manta, pero sí playeras de algodón con varias arrugas marcadas. Camina con su incansable bolsa wayuu al hombro. Es tímido, como Toledo, pero más accesible que nuestro artista oaxaqueño.
Su obra forma parte de colecciones públicas como la del Banco de la República de Colombia, la Colección Charpenel, en Guadalajara; en Daros Latinoamérica, creada en Zurich, Suiza; en el MIT, de Cambridge, Estados Unidos; en el Museo Nacional de Colombia y en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, entre muchos otros.
Además de su obra, Antonio Caro tiene otra pasión: dar talleres a jóvenes creadores; con obra de sus alumnos ha creado El Lobo, un libro de arte editado por Cisneros Fontanals Art Foundation y en el que asegura: “Con este libro quiero demostrar que el espíritu de los participantes en mis talleres es superior a cualquier método pedagógico”.
Es un joven viejo. “Me siento relativamente bien, voy a cumplir 64 años y creo que debo comenzar cosas muy mesuradas y muy tranquilas”. Asegura que tomará el ejemplo de García Márquez, quien a los 65 años “era un campeón de los pesos completos y es un gran ejemplo de un actuar pausado y sosegado”.
Antonio Caro también asegura que Gabriel, su pieza, es producto de la magia macondiana. “Solamente en Macondo se puede hacer un concurso como este y yo finalmente, que soy cachaco, me pude ganar el premio de Macondo, entonces me siento un cachaco feliz”.