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Alcázar publica sus reflexiones sobre el arte del performance

Néstor Ramírez Vega| El Universal
Sábado 29 de noviembre de 2014
Alczar publica sus reflexiones sobre el arte del performance

ARGUMENTO. Alcázar destaca la labor de los artistas como objeto del arte. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

Para la autora, esta disciplina une la vida privada y el espacio público

Clínica de periodismo

El libro Performance. Un arte del yo. Autobiografía, cuerpo e identidad, de Josefina Alcázar, sugiere que a través del “arte del yo”, los artistas reflexionan sobre sí mismos y su contexto con el fin de “entender la vida en la que están y de esa manera ligar la vida privada con el espacio público”.

Josefina Alcázar, estudiosa del teatro y el performance, también es autora de La cuarta dimensión del teatro y escribió la introducción del libro El mexterminator del artista Guillermo Gómez Peña.

En Performance. Un arte del yo, que aparece bajo la editorial Siglo XXI, la escritora hace un recorrido histórico y reflexivo en torno al performance y sostiene que dentro de esta disciplina se unen la esfera privada y la pública.

El interés en escribir este libro surgió en 2002, cuando participó en el taller “Autobiografía y performance”, que impartió Mónica Mayer, pionera del performance y el feminismo en México, fenómenos que “van de la mano” porque ambos surgieron en la segunda mitad del siglo XX.

Alcázar comentó que ahí entendió la importancia del hecho autobiográfico en el performance, “en la medida que los artistas ponen su cuerpo como un elemento muy importante del arte-acción, a veces funciona como un lienzo, un pincel o un soporte”.

Como ejemplo, Alcázar explicó que en el feminismo se practica la escritura del diario, donde suelen relatar sus problemas personales. Sin embargo, tras discutirlos en pequeños grupos y talleres, caen en cuenta que éstos tienen coincidencias y pasan a ser un problema de la esfera pública.

Performance. Un arte del yo está dividido en cuatro partes: “El performance y sus antecedentes”, “De la representación a la acción”, “Cuerpo, performance e identidad” y “Performance: arte del yo”.

El primer episodio aborda la historia de esta disciplina, y hace una revisión del el entorno en que llegó a México.

Como el performance tiene sus antecedentes en el arte gutai de Japón, el fluxus y el accionismo vienés, la autora lo define como “un arte que refleja el espíritu de los tiempos”.

Alcázar ubica al performance dentro de las neovanguardias, las cuales retoman las ideas de las corrientes del siglo XX, sobre todo el dadaísmo.

Las vanguardias buscaron romper con el arte tradicional porque, para los creadores, el arte se volvía una mercancía. Por ello, los artistas crean el “arte no objetual”, donde involucran su cuerpo para no dejar objetos. “Se convierten ellos mismos en sujeto y objeto”, comentó Josefina Alcázar.

Sobre su llegada a México, la escritora dijo que la corriente “Efímero pánico” de Alejandro Jodorowsky, Fernando Arrabal y Roland Topor, así como el movimiento estudiantil de 1968, fueron algunos de los principales sucesos que contribuyeron a la creación del performance porque ahí obtuvo su carácter transdisciplinario.

Alcázar explicó que tuvo algunos problemas al iniciar su investigación porque, al ser un arte efímero, había poca información y los artistas se molestaban “con que hicieran fotografías y videos”.

Al preguntar si los videos rompen con lo efímero del performance, Alcázar comentó que “no es lo mismo la documentación que el arte vivo. No se reemplaza la experiencia de vivirlo y verlo, sólo es cuestión de entenderlo como documentación” a la que pueden recurrir artistas jóvenes.



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