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Adiós al patriarca de la música de concierto

Alida Piñón| El Universal
Sábado 06 de diciembre de 2014

Luis Herrera de la Fuente nació el 25 de abril de 1916 en la Ciudad de México. Es considerado una de las figuras más importantes de la música en México. Archivo / EL UNIVERSAL

De la Fuente reveló que su pasión por la música se dio de forma natural ya que en su familia nunca existió un músico profesional, a pesar de que su abuelo y madre tenían una hermosa voz, y su padre estudió violín. Archivo / EL UNIVERSAL

En mayo de 2011 se realizó un homenaje por sus 95 años. Ahí, el músico dirigió a la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México. Archivo / EL UNIVERSAL

En 1976 fundó y dirigió la Orquesta Filarmónica de las Américas y en 1992 estableció y presidió la Fundación para la Grabación de la Música Orquestal Mexicana, también fue el director del Festival Internacional de Música de Morelia. Archivo / EL UNIVERSAL

Entre sus obras se encuentran: Sonata para piano y Dos movimientos para orquesta, esta última estrenada el 23 de julio con la Orquesta Sinfónica del Conservatorio, después denominada Nacional. Su pieza para ballet La estrella y la sirena se presentó el 22 de enero de 1951 en Bellas Artes. Archivo / EL UNIVERSAL

Adis al patriarca de la msica de concierto

ESCENARIO. En 2011, el músico dirigió la Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México en la Sala Silvestre Revueltas, y estrenó mundialmente tres obras de su autoría: "Concertante para violencello y orquesta", "Concierto para piano y orquesta" y "Sinfonía No.2". (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

El director de orquesta Luis Herrera de la Fuente murió ayer, a los 98 años de edad

ana.pinon@eluniversal.com.mx

Luis Herrera de la Fuente quería ser compositor, para eso estudió música, dijo alguna vez, pero su camino fue definido, principalmente, por la dirección de orquesta, “una chamba que hace sudar y sudar”. Su batuta la alzó por última vez en 2011, al dirigir tres obras de su autoría. Ayer, a los 98 años de edad, falleció en su casa, y con su partida se cierra el último más grande capítulo de la historia de la música nacional del siglo XX.

En México no hay músico que no le deba algo al maestro que nació en la ciudad de México en 1916. Su longeva vida le permitió influir en las últimas generaciones. “Es una cantidad de años (de edad) que ya no tengo la menor idea de dónde andan, sé que los llevo dentro, pero no hago caso y trato de pasarla bien”, dijo en una de las últimas entrevistas que ofreció.

La mayoría de los mexicanos han escuchado alguna vez su versión de Huapango de José Pablo Moncayo, con la Orquesta Sinfónica Nacional, dice el crítico de música Iván Martínez.

“Fue la grabación que se escuchó durante 50 años, desde 1952, cuando lo grabó, hasta que dejó de gobernar el PRI en 2000. A la fecha sigue siendo la referencia, la versión más viva de esa obra es suya. Aún cuando después vino el homenaje a Moncayo y se grabaron ocho huapangos, la versión de Herrera es la ‘más colorida’”, cuenta.

Coincide el clarinetista Luis Humberto Ramos, quien trabajó varios años con el director en orquestas como la Filarmónica de las Américas, una de las más importantes que el músico fundó.

“Dirigió la Sinfónica Nacional entre 1954 y 1972, eran tiempos en que las orquestas no realizaban grabaciones y lo comenzaron a hacer muchas décadas después, así como a prestar atención a esa obra de Moncayo. Así ocurrió con otras obras como el Concertino para órgano y orquesta de Miguel Bernal Jiménez, es posible que sólo la haya grabado Herrera; en general, las obras del nacionalismo mexicano fue él quien empezó a hacerlas representativas”.

Para Ramos, el director era un sabio que amaba a la música, un hombre con un “altísimo profesionalismo”.

“Fue un gran director por su concepto musical y por el conocimiento pleno de la partitura que abordaba. Durante todos los años que trabajé con él, siempre lo vi llegar con la orquesta sin partitura, conocía perfectamente todas las obras, su memoria y su discurso interno fueron dos de las más grandes cualidades”, detalla.

Su atención no sólo estuvo en la partitura, también en los músicos y en los solistas. Apoyó y promovió a jóvenes músicos, como Guadalupe Parrondo, a quien dirigió en 1955 el Concierto en Re Mayor, de Haydn, y hoy es una de las más importantes pianistas del país.

“Tenía un gran cariño por él, debuté con una orquesta a los siete años, dirigida por él. No se pueden imaginar la profundidad de mi cariño. Y en su último concierto que dirigió, tuve la oportunidad de estrenar una de sus obras con la Filarmónica de la Ciudad de México, también bajo su batuta. Al maestro hay muchas cosas que agradecerle, fue el primero en conseguir que la Sinfónica Nacional hiciera su primera gira en Europa. Fue un hombre muy directo, un gran músico al que vamos a extrañar”, dice la pianista.

La intensa actividad orquestal lo alejó de la composición, de ahí que sus obras no sean tan reconocidas como su batuta. “Pasó muchas décadas sin componer y lo retomó hacia el final de su vida, estrenó obras que él mismo pudo dirigir con la Filarmónica de la Ciudad de México”, dice el clarinetista.

Sobre su propia obra, Herrera dijo: “La verdad es que no sé si alguna de mis composiciones es mejor que otra, o todas son chafitas. No lo sé, uno hace su trabajo y cuando lo haces tienes el empeño de hacerlo bien. El resultado va en relación al individuo, no basta con que algo está bien, sino el peso específico de su idea”.

Sonata para piano, Dos movimientos para orquesta, La estrella y la sirena, Divertimento núm. 1, Preludio a Cuauhtémoc, Sonata para cuerdas, la suite Fronteras y M-30 son algunas de sus obras más reconocidas.

En los más de 70 años de su carrera profesional, Luis Herrera de la Fuente desempeñó en distintos campos una importante labor en el desarrollo musical, como creador de instituciones musicales, como compositor y como director titular de varias de las principales orquestas sinfónicas, entre otras, la Sinfónica Nacional de México, de la que fue titular 18 años, las orquestas sinfónicas de Minería, de Xalapa, de Jalisco y la Juvenil del Estado de Veracruz.

En 1976 fundó y dirigió la Orquesta Filarmónica de las Américas y en 1992 estableció y presidió la Fundación para la Grabación de la Música Orquestal Mexicana, también fue el director del Festival Internacional de Música de Morelia y fue considerado parte inherente de la historia artística y humanística de México del siglo XX.

Ayer, su hijo, Javier Herrera, informó que los restos del músico fueron velados y cremados en una agencia funeraria. Las cenizas permanecerán en el seno familiar. Sus últimos momentos fueron tranquilos, dijo. “Apenas antier había estado en una reunión con amigos, platicando, después vio películas en la noche. Al día siguiente, en la mañana, nos dimos cuenta que no estaba en sus cinco sentidos, vimos que poco a poco se le fue yendo su energía”.

Diversas instituciones como la Fonoteca Nacional, el Conaculta, INBA, Sinfónica Nacional, Sinfónica de Xalapa, las filarmónicas de la UNAM y de la Ciudad de México, la Secretaría de Cultura del DF, Fomento Musical, Festival Internacional Cervantino; así como la comunidad musical lamentaron la pérdida del músico.

El Conaculta informó que ofreció a la familia realizar en enero un homenaje musical en Bellas Artes, con la Sinfónica Nacional y músicos de la Escuela Superior de Música y del Conservatorio Nacional, se interpretarán obras de su autoría y de su gusto. Sus cenizas estarán presentes en la sala.



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