aviso-oportuno.com.mx

Suscríbase por internet o llame al 5237-0800




Descifran 15 códices

Abida Ventura| El Universal
Lunes 03 de marzo de 2014

Por casi cuatro siglos sobrevivieron escondidos en los muros del convento de Tlaquiltenango 15 códices en los cuales se registran los tributos y las cantidades que pagaban los indígenas de la región tanto a las autoridades civiles como a las religiosas de la época. Cortesía Laura Hinojosa

Estos documentos, que fueron realizados en papel amate y europeo, pintados en color negro, rojo y azul, permanecieron escondidos en los frisos del claustro de la planta baja del convento hasta 1909. Cortesía Laura Hinojosa

Más de un siglo después, los 345 fragmentos en los que se encuentran fraccionados los códices se reintegraron, virtualmente, gracias a la labor de identificación que, desde hace 10 años, emprendió la historiadora del arte Laura Hinojosa. Cortesía Laura Hinojosa

Esa investigación, que implicó cotejar los fragmentos originales en los tres sitios donde se encuentran, sale a la luz en el libro "Quince códices en la memoria de un convento, los códices de Tlaquiltenango". Cortesía Laura Hinojosa

El libro ofrece, por primera vez, una lectura de todo el corpus iconográfico que conforman estos 15 códices e incluye imágenes de los fragmentos que se localizan en la Biblioteca del Museo de Historia Natural de Nueva York. Cortesía Laura Hinojosa

La importancia de estos documentos radica en que contienen muchos datos acerca de la región, pues habla de los tributos que los indígenas daban a las autoridades civiles y religiosas, además de que ofrecen una especie de censo de los que llegaban a confesarse al convento, lo cual podría considerarse como un padrón de los habitantes de la zona. En este corpus también destaca una serie de partituras con cantos en latín. Cortesía Laura Hinojosa

Descifran 15 cdices

INFORMACIÓN. Contienen datos de los tributos que los indígenas debían dar a las autoridades civiles y religiosas. (Foto: CORTESÍA LAURA HINOJOSA )

Los tributos son el tema central de los documentos que se trazaron en los muros del recinto en Tlaquiltenango, Morelos; los fragmentos hoy se guardan en México y EU

abida.ventura@eluniversal.com.mx  

En medio del litigio que las órdenes de franciscanos y dominicos sostuvieron hacia mediados del siglo XVI para ocupar el convento de Tlaquiltenango en el actual estado de Morelos, por casi cuatro siglos sobrevivieron escondidos en los muros de ese recinto 15 códices en los cuales se registran los tributos y las cantidades que pagaban los indígenas de la región a las autoridades civiles y religiosas de la época.

Estos documentos, que fueron realizados en papeles amate y europeo, pintados en negro, rojo y azul, permanecieron escondidos en los frisos del claustro de la planta baja del convento hasta que, en 1909, fueron descubiertos por el párroco quien, con ayuda de un ingeniero, despegó seis fragmentos del muro que luego fueron donados a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH). Hacía 1911, en la Revolución, el ingeniero Juan Reyna, propietario del terreno en el que se asienta el convento y que se decía dueño de los códices, desprendió otros 135 fragmentos que vendió al del Museo de Historia Natural de Nueva York por dos mil dólares.

Más de un siglo después, los 345 fragmentos en se encuentran fraccionados los códices se reintegraron, virtualmente, gracias a la labor de identificación que, desde hace 10 años, emprendió la historiadora del arte Laura Hinojosa.

Esa investigación, que implicó cotejar los fragmentos originales en los tres sitios donde se encuentran, sale a la luz en el libro Quince códices en la memoria de un convento, los códices de Tlaquiltenango, que ofrece por primera vez una lectura de todo el corpus iconográfico que conforman estos códices e incluye imágenes de los fragmentos que guarda la Biblioteca del Museo de Historia Natural de Nueva York.

“Desde 1931 nadie más había ido a consultar estos códices, hasta que llegué y armé ese rompecabezas de 15 códices que son ahora los de Tlaquiltenango”, dice en entrevista la historiadora.

En ese volumen, que por ahora solo puede ser consultado en la web pero que está por ser publicado, la investigadora del Centro INAH Morelos reconstruye la historia de estos documentos que representan un testimonio de lo que sucedió en Tlaquiltenango y son singulares por el lugar en donde se localizaron.

“No es un caso excepcional, pero tampoco es muy común encontrarlos pegados a los muros de un convento. Es realmente importante por la cantidad enorme de códices ”, dice en entrevista la historiadora; detalla que estudiar las 207 partes que aún permanecen adheridas a los frisos del claustro del recinto fue una labor complicada debido a que se encuentran muy fragmentadas.

Debido al paso del tiempo y a la poca conciencia que existe para conservarlos, las piezas presentan daños. En ese sentido, es que urgente un trabajo de restauración y conservación.

“Fui hace como tres semanas y me di cuenta que había algunas perdidas; un señor que trabaja allí me dijo que limpian las paredes con agua, jabón y cepillo. Creo que urge trabajar con estos códices porque están muy a la mano y muy expuestos; habría que hacer todo un proyecto de restauración, que debería estar a cargo del Centro INAH Morelos, el gobierno del estado y la Escuela de Restauración", asevera Hinojosa.

Precisa que el resto de las piezas, las que están en la BNAH y las que se hallan en Nueva York, se encuentran en buenas condiciones de conservación.

Ocultos en el convento

Por siglos, las paredes de ese convento escondieron estos códices que fueron elaborados entre 1525 a 1569 y que resultan de gran relevancia porque en el estado sólo existen otros dos: el de Moctezuma y el del Marquesado del Valle.

Hasta ahora, se desconoce la verdadera razón por la que fueron escondidos en estos muros; la investigadora Laura Hinojosa considera dos hipótesis: la primera es que, en medio del litigio de las órdenes religiosas por administrar el convento, pudieron ser escondidos por los franciscanos para evitar que los dominicos se enterarán de que cobraban tributo a los indígenas, ya que en una época se opusieron a la cobranza del diezmo. La otra hipótesis es que los franciscanos, quienes tuvieron más sensibilidad para conservar los manuscritos, libros y documentos indígenas, decidieron protegerlos de la posible destrucción que había en la época.

En cualquiera de los casos, los franciscanos cubrieron estos códices con una capa de cal, ocultándolos de la vista de cualquiera, y en primer lugar de la de los dominicos que los remplazaron en el convento y que nunca se percataron de su existencia (incluso, llegaron a pintar en la pared los santos de su orden).

Los documentos contienen muchos datos acerca de la región; hablan de los tributos que los indígenas debían pagar a las autoridades civiles y religiosas, ofrecen una especie de censo de los que llegaban a confesarse al convento, lo cual podría considerarse como un padrón de los habitantes de la zona.

En este corpus también destaca una serie de partituras con cantos en latín.

Laura Hinojosa, quien actualmente también trabaja en el análisis de un corpus de 47 mapas coloniales del Estado de Morelos que se conservan en el Archivo General de la Nación, asegura que esta investigación es apenas un primer acercamiento a este valioso documental, pues está pendiente una investigación para identificar cuáles fueron esos lugares que rendían tributo a la Villa de Tlaquiltenango, así como un análisis detallado sobre los materiales que conforman los códices, lo cual implicaría una labor in situ con análisis que resultarían hasta cierto punto un poco invasivos porque eso significaría desprender una pequeña muestra.



Ver más @Univ_Cultura
comentarios
0