"Era un visionario", afirma Charles Simic
POETA. Charles Simic conmemora en México el centenario de Octavio Paz . (Foto: PATRICIA JUÁREZ EL UNIVERSAL )
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La infancia y adolescencia del poeta, traductor, ensayista y filósofo Charles Simic estuvo marcada por la guerra y la miseria. Años después, cuando su padre vivía ya en Estados Unidos, emigró a ese país con su madre y hermanos en 1954. Aunque tenía inquietud de ser poeta, por momentos se decantaba por la pintura.
Cuatro años después de su llegada a Chicago, Simic, nacido en Belgrado en 1938, se mudó a Nueva York. Ahí conoció la poesía latinoamericana que influyó su carrera de manera definitiva. El ganador del Premio Pulitzer en 1990 y colaborador de The New York Review of Books, que está en México para formar parte de los festejos del Centenario del Natalicio de Octavio Paz, habló con EL UNIVERSAL.
—¿Podría contarnos acerca de la antología de poetas latinoamericanos que leyó en su juventud?
—Fue un gran momento en mi vida. En el otoño de 1958. Vivía en Chicago, pero me fui a vivir solo a Nueva York; estaba en una tienda y cerca de ahí estaba una enorme librería, entré y había muchos libros en descuento. En una esquina estaba el libro Antología de poetas sudamericanos muy grueso, costaba 2.50 dólares —no se volvió a editar y luego conocí al editor—. Tenía una gran selección de poetas para toda la gente que hablaba español.
—¿Cómo se logró ese libro?
—Durante la guerra, un joven profesor de literatura clásica en Yale, quien era poeta y editor de esta antología, conocía a grandes traductores y quería saber quiénes eran los poetas en Perú, Paraguay, donde fuera, y Paz lo sabía todo. Así que la antología era impresionante porque tenía a muchísimos poetas, no necesariamente académicos. Ese libro dejó de existir y yo encontré una copia, me volví loco.
—¿Fue su primer encuentro con los poetas de lengua española?
—Tenía a poetas como Paz, Neruda, Vallejo, Borges, incluso poetas brasileños, la lista era impresionante. Lo leí una y otra y otra vez. Esto es algo que nunca le había dicho a alguien, pero a principios de los años 90, o finales de los 80, conocí a un hombre que tenía una editorial en Connecticut y me dijo: “Charlie, por qué no tomas todos tus poemas tempranos que has publicado para que haga un pequeño libro con ellos”. Acepté, pero no quería que mucha gente lo leyera porque eran mis primeros poemas. El libro salió y cuando vi esa pequeña edición la leí y fue increíble, ¡eran como los poemas de los latinoamericanos de la antología! Supongo que era inevitable, cuando te enamoras tanto de algo. América es América, somos diferentes, pero nuestras palabras tienen algo en común.
—¿Cual fue la primera impresión que le causó la poesía de Paz?
—No recuerdo bien, pero me gustan mucho sus poemas largos. Lo que vi en su poesía —y no me lo discutió— es que tiene algo de Walt Whitman. Los dos, en su poesía larga, van construyendo algo hasta llegar al éxtasis. Paz era un visionario, se va a acercando hasta que ¡pum! ¡llegan los fuegos artificiales!
—¿Esos poetas contribuyeron a que usted decidiera ser también poeta?
—No fue así. En realidad nunca tomé esa decisión de manera clara, yo pintaba, escribía poemas. Para cuando los descubrí ya llevaba tres años escribiendo poesía, ya había publicado dos poemas. Pero esas lecturas cambiaron completamente mi idea de lo que era la poesía, incluso me hizo pensar que la poesía podía ser divertida.
—Vino a la ciudad de México en 1994 para encontrarse con Paz. ¿Cómo fue esa experiencia?
Sí, fue la primera vez que lo vi en su ciudad. Fue un encuentro maravilloso y muy interesante. Tuve una lectura en el Museo de Arte Moderno y había una gran audiencia, creo que Paz la organizó, pero cuando él llegó fue muy diferente a como yo lo conocía. Fue muy amable con la gente, lo trataban como al gran famoso Octavio Paz, noté que la gente lo quería mucho, sobre todo los jóvenes. Pude ver toda la atención que recibía.