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"El negocio de Sebastian es la infraestructura"

Yanet Aguilar y Sonia Sierra| El Universal
Martes 23 de diciembre de 2014

Video. El escultor asegura que la controversia está ligada a las grandes obras y que su Guerrero Chimalli si dejó beneficios a la población de Chimalhuacán

La escultura Guerrero Chimalli mide 65 metros y pesa 870 toneladas.. (Foto: JUAN BOITES. EL UNIVERSAL )

Críticos y artistas cuestionan la escultura; el municipio de Chimalhuacán la defiende

cultura@eluniversal.com.mx  

La instalación de la nueva escultura de Sebastian, Guerrero Chimalli en el municipio mexiquense de Chimalhuacán, ha propiciado la discusión sobre el arte público en México, el uso de recursos públicos y los mecanismos utilizados por Sebastian para hacer obra por aquí y por allá.

El crítico de arte Cuauhtémoc Medina cuestiona la relación que existe en México entre el “personalismo de la estructura política”, la ausencia de políticas sobre arte público y el abuso del trabajo de Sebastian. “El mérito de Sebastian más allá de tener el gusto degradado de las elites políticas más degradadas, es que inventó un sistema que se acomoda de manera práctica a una estructura de abuso del presupuesto generalizado”.

Medina asegura que “la proliferación interminable de Sebastianes” sería incomprensible si no hubiera un modo de producción. “Sebastian, en ausencia de méritos artísticos, inventó un sistema en el que él simula obra pública. Lo que hace es hacer como que regala la obra de arte, el proyecto (para el cual no habría presupuesto asignado) y cobrarle a la nación la estructura metálica, la instalación, la pintura, la ingeniería, para la cual sí hay presupuesto público; eso le permite sobre todo usar gastos asignados para infraestructura. De ahí que sea tan lógico que sus piezas puedan disfrazar problemas de infraestructura, respiraderos de drenaje, por ejemplo”.

Para el crítico, Sebastian ha aprovechado el vacío del Estado mexicano que carece de estructuras de adquisición artística, comisiones, debates y elaboración crítica. “Como el Estado mexicano hace como que no existe el arte, ni para efectos de adquisición ni para efectos de comisión, se hace aparecer todo como si generosamente este artista hubiera regalado su obra. En cambio, lo que paga la el Estado es la construcción”.

Medina califica a Sebastian como artista “monumental, oficial, faceteado”; es decir, un artista oficial con “una multitud de facetas”. Y enfatiza: “Tenemos una estructura que aparece como fundidora, constructora y elaboradora de pintura de obra pública que lleva operando decenios; a diferencia de Higa que es un proyecto presidencial de robo sexenal, este es un proyecto con tecnología inventiva que lleva varios decenios. Técnicamente a Sebastian como escultor no le pagan nada, es muy inteligente eso, nadie puede negarlo, lo que había que ver es cómo funciona contablemente. El problema de base es que el Estado mexicano hace como que no se hace arte en México, hace como que no se necesita comprar, hace como que no se necesita encargar”.

Una cuestión ética. La artista Mónica Mayer considera que sigue haciendo falta un comité de profesionales que pueda evaluar estos proyectos públicos. “En cualquier obra pública tiene que quedar claro todo sobre el financiamiento”. Agrega que para dar forma a un comité que evalúe estas obras existen el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, y el INBA, que deben trabajar con autoridades de cultura de los estados y de la ciudad de México, siempre con apoyo de especialistas”.

El artista Víctor Lerma opina que la obra Guerrero Chimalli parece como un tridente de peineta. “Todo el concepto que hay atrás está muy bien, pero no lo veo. Aunque Sebastian niegue que hace figuración está tratando de hacer figuración, no más que no le sale”. Luego pregunta: “¿por qué no se hacen convocatorias abiertas donde se pueda concursar?”

Alesha Mercado, cocuradora de la exposición El derrumbe de la estatua: hacia una crítica del arte público que se presenta en el MUAC, opina que “independientemente del valor estético, con respecto al arte público debe haber decisiones más colegiadas porque nos afecta a todos. Al parecer, una vez más no hubo un comité para escoger la obra, y por eso levanta tal polémica”.

El otro curador de la exposición El derrumbe de la estatua, el filósofo José Luis Barrios, dice que el arte público tiene que ver más que con hacer esculturas monumentales en espacios visibles y oficiales; tiene que ver, por ejemplo, con prácticas sociales. “Esta escultura no tiene ningún aporte, es una especie de obra megalómana por la dimensión. Tendríamos que ver qué sentido tiene la idea monumentalista en las prácticas contemporáneas del arte. Me parece que no. Esas prácticas tienen que ver con un arte oficialista, autolaudatorio; esto es algo agotado hoy”.

Pero además, agrega, en el contexto en que está el país, esa obra hecha para el estado de México “es un alarde de la impunidad sistemática que está viviendo el país y eso es lo más grave. Así como hay una casa de la primera dama, y se inventan pretextos, se usa el gasto público para una escultura que no tiene sentido. Es un problema de quién puede hacer algo en este país, tiene que ver con la práctica del poder, de la cultura. La obra es un enorme despropósito, tanto del artista, como del gobierno del estado de México. El país no está para estar inaugurando esculturas monumentales en nombre de nadie, cosas que no hacen más que ser autocelebratorias. Es una cuestión ética”.

Autoridades responden. En un comunicado el municipio de Chimalhuacán desestimó las críticas por la inversión de más de 35 millones de pesos en el Guerrero Chimalli.

Dijo que se trata de una “campaña mediática” que “ataca” la escultura y que es lamentable que ciertos medios “se abalancen a atacar a un municipio que por 14 años ha hecho grandes esfuerzos para salir de la marginación y que ahora está trabajando para abatir el rezago cultural”.

Subrayó: “es una magna obra diseñada por el escultor mexicano más grande y exitoso que existe en el país, y en el mundo entero, con relación a la escultura geométrica”. Destacó que él hizo la obra “para los pobres y no en un lugar de altos estándares sociales al que sólo tendrían acceso los estratos privilegiados del país”.



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