¿Restos de Cervantes se encuentran en la tumba 5?
RASTREO. Mediante el uso del georradar, una herramienta en la prospección no destructiva del subsuelo, se barrieron unos 200 metros cuadrados en busca de huesos. (Foto: Archivo )
Los investigadores que buscan a Miguel de Cervantes han marcado la tumba número 5 en rojo. En ese lugar del convento de las Trinitarias en el centro de Madrid, que ahora es sólo un número, confían encontrar los restos del escritor español más universal de la historia.
Pero antes de alcanzar ese punto, las excavaciones arqueológicas en la pequeña iglesia anexa al convento donde fue enterrado Cervantes deberán descartar otras tumbas y los 33 nichos de la cripta. La segunda fase de la búsqueda del autor de "El Quijote" comenzará en septiembre, después de que los trabajos de prospección del suelo respondieran al guion histórico previsto.
"Hemos encontrado lo que esperábamos", dijo Fernando Prado, el historiador que impulsó el proyecto. "Pero ahora debemos estudiar cada tumba para no cometer errores".
Cervantes fue enterrado en el convento en 1616. Murió pobre y en silencio. Nada más se supo de él, hasta que las noticias de una novela fantástica protagonizada por un caballero llamado Don Quijote lo rescataron del olvido. Pero después de varias obras de ampliación en el templo, nadie sabía dónde estaba la tumba.
El proyecto para localizar sus restos que lidera Prado con la financiación del ayuntamiento de Madrid comenzó en abril, casi cuatro siglos después de la muerte del autor. Mediante el uso del georradar, una herramienta en la prospección no destructiva del subsuelo, se barrieron unos 200 metros cuadrados en busca de huesos.
Los resultados del análisis se tradujeron en un detallado informe de 120 páginas. Los hallazgos respaldan la investigación de Prado. Se han numerado cinco tumbas, todas entre medio y menos dos metros de profundidad, en la iglesia donde la historia dice que Cervantes fue enterrado.
La excavación de septiembre será no invasiva. El objetivo, después de lograr los permisos necesarios, es preservar un templo declarado bien de interés cultural.
"Se comprobarán las tumbas con una cámara y ya tenemos los puntos desde donde se procederá a la excavación para abrir los accesos", explicó Prado.
El primer punto señalado es la cripta, donde se contabilizaron 33 nichos. Los cuerpos ahí alojados corresponden a los capellanes o algún devoto que fuera autorizado. Los cadáveres serán revisados, porque no se pueden descartar movimientos de restos humanos durante alguna fase de las obras de ampliación del convento.
La tumba 2, la más cercana al altar, cuenta con espacio suficiente para dos enterramientos, según las evidencias del georradar. Prado cree que podría tratarse de los marqueses de La Laguna, don Sancho de la Cerda y María de Villena, quienes contribuyeron con su dinero a la construcción del actual convento de la orden Trinitaria.
En la etiquetada como número tres, habría un niño de apenas un año de edad y Francisca Ayala, suegra de Francisca Gaitán Romero, fundadora del convento, que hizo trasladar allí los restos para ser sepultados. En la cuatro se detectó espacio para un solo enterramiento que se atribuye a Gabriel Martínez, padre de uno de los capellanes y casero de Cervantes en aquella zona del centro de Madrid conocida como barrio de las Letras.
En la tumba 5 es donde se concentran las esperanzas de los investigadores. Es la más alejada del altar. La cavidad sugiere la existencia de dos nichos, que corresponderían al autor y su esposa Catalina Salazar.
Cervantes pasó sus últimos años como recadero de las Trinitarias y en su convento recibió sepultura a su muerte a los 68 años. La orden pagó un rescate por su liberación en Argel, donde pasó varios años cautivo tras participar en la guerra contra el imperio otomano.
Prado insiste en que la conservación de los huesos debería ser buena y su identificación relativamente sencilla. En 1571, el escritor fue herido en la batalla de Lepanto, que enfrentó a los turcos otomanos y a la llamada Liga Santa, encabezada por España. Cervantes recibió tres disparos de arcabuz: dos en el pecho y uno en la mano. Aunque la historia lo ha recordado como el "manco de Lepanto", la realidad es que los médicos no le amputaron. Pero sí perdió completamente la movilidad, lo que deja una huella indeleble en los huesos, fruto de la atrofia.
Si la identificación visual es positiva, los restos serán sometidos a un último examen forense, que realizará el reputado antropólogo español Francisco Etxeberria, quien participó en la autopsia que confirmó el suicidio del expresidente chileno Salvador Allende.
rqm