El último poseedor del canto ancestral de los pima

CANTADOR PIMA. Para el maestro cantador, uno de los mayores retos que enfrenta en su clase es que la mayoría de los niños ya no hablan el idioma pima. (Foto: CORTESÍA TANIA ANCHONDO/CULTURAS POPULARES CHIHUAHUA )
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Una voz tímida se escucha del otro lado del teléfono. "¡Por favor, hábleme un poquito más fuerte. Ya no oigo bien!, exclama don Alberto Vargas Castellano (15 de mayo de 1935), cantador de la etnia pima, que este año fue reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2014, en la categoría de artes y tradiciones populares.
Apicultor y campesino, originario de Yepachi, una localidad ubicada en el municipio de Temósachi -en la Sierra Tarahumara-, don Alberto parece no tener idea de la dimensión de este reconocimiento que le será otorgado el próximo 2 de diciembre por ser uno de los últimos poseedores de los cantos ceremoniales autóctonos de su etnia. "No sabía nada hasta que los compañeros de aquí de Chihuahua me fueron a avisar al rancho. No sé bien de qué es pero me da mucho gusto", dice a EL UNIVERSAL vía telefónica desde la oficina de la Unidad Regional Chihuahua de Culturas Populares (URChCP), ubicada en la capital del estado.
Localizarlo para hablar con él no es fácil pues vive en Los Hornitos, un rancho aledaño a Yepachi, a donde sólo se llega caminando durante tres horas por un camino de herradura. "Antes llegaba a mi casa en una hora, pero ya no tengo mucha fuerza", dice el cantador tradicional, quien en esta ocasión visitó la capital del estado para ir al médico y atender algunas actividades programadas por la Unidad Regional Culturas Populares.
"Ya estoy grande y tengo algunos dolores", se queja don Alberto. Pero su tono de voz cambia cuando se le explica que este reconocimiento al que se ha hecho acreedor se trata del máximo galardón que otorga el gobierno mexicano a las personas que se han distinguido por sus contribuciones a las letras, las artes, ciencias sociales, tecnología y las culturas populares, y que tradicionalmente es entregado en una ceremonia encabezada por el presidente de la República. "¿Por el presidente de México?", se sorprende.
Poseedor de 46 cantos ceremoniales del yúmare y hablante del o'ob no'ok, este líder indígena en el ámbito moral y político del pueblo pima, comunidad que se asienta en los límites interestatales de Chihuahua y Sonora, ha dedicado su vida a las labores del campo, pero también a promover las prácticas tradicionales, la organización social y el idioma de su etnia.
Desde niño, cuenta, se sintió atraído por los cantos sagrados que las personas mayores ejecutaban durante el yúmare, ritual que los pimas celebran en diversos momentos del año para pedir lluvia o para agradecer a Dios las buenas cosechas de maíz, frijol, papa y otras hortalizas de autoconsumo.
"Me gustaba mucho porque se escuchaba muy bonito. A veces hacía mucho frío y no traía ni una chamarra encima, pero me quedaba ahí sentado con ellos en el campo, escuchando", relata don Alberto al recordar que le costó cerca de 15 años memorizar el repertorio que le enseñó su maestro, don Santiago Álvarez Contreras.
"Empecé a cantar como a los 25 años y desde entonces no he dejado de hacerlo", dice.
Don Alberto nunca puso un pie en la escuela, no aprendió a leer ni a escribir porque "tenía que cuidar las chivas", pero a sus 79 años es el mayor conocedor de los cantos que se recitan durante el yúmare, la fiesta más importante de su comunidad, donde se conjugan cantos, rezos y bailes.
El festejo, en el que participan niños, jóvenes y adultos, se realiza durante tres noches en un espacio aislado del campo. "Le cantamos a Dios para pedirle buena siembra. Muchas veces hay que hacer yúmare cuando no llueve, cuando se necesita agua para la siembra y para darle de comer a los animales", relata.
Líder moral y maestro. Desde 1959, este cantador ha sido una de las personas más involucradas en la organización tradicional y en la preservación de la cultura del pueblo pima.
En varios periodos, don Alberto ha sido elegido para ocupar el cargo de ougushigam (gobernador tradicional) de la comunidad de Yepachi, labor que consiste en "ayudar a resolver los problemas familiares, matrimoniales o morales del pueblo".
También ha sido organizador de diversos encuentros entre pimas de Chihuahua, Sonora y Arizona.
Esa tarea de promotor y difusor que ha ejercido por amor a la herencia de sus antepasados le mereció en 2013 el reconocimiento de Pilares del Mundo Tesoros Humanos Vivos, otorgado por el gobierno del estado de Chihuahua, a recomendación de la UNESCO.
Desde el año pasado, con el apoyo del Instituto Chihuahuense de la Cultura (ICHICULT) y de la Unidad Regional Culturas Populares, también imparte el taller "Enseñanza de cantos de yúmare, danza y música de pascolas", en una escuela-albergue de Yepachi.
Trabajar con los niños es satisfactorio porque, dice, es así como está transmitiendo los conocimientos que le heredaron sus antepasados. "Quisiera que los niños a los que estoy enseñando sigan adelante para que no se vayan a perder esos cantos. Si me voy, me llevaré todos esos cantos y lo que quiero es que sigan por muchos años más".
Sin embargo, el maestro cantador confiesa que uno de los mayores retos que enfrenta en las clases que imparte dos días a la semana, durante una o dos horas, es que la mayoría de los niños ya no hablan el idioma pima.
De acuerdo con la Unidad Regional Culturas Populares, ese taller comienza a dar frutos, y varios niños y jóvenes han participado con don Alberto Vargas en diferentes escenarios.
En colaboración con esta oficina, el cantador tradicional también ha grabado en varios discos los 46 cantos de yúmare que existen. Ha apoyado en la transcripción de esos versos, así como en el registro videográfico de su vida cotidiana como integrante de la etnia pima y como promotor cultural.
Desde 2009 es miembro de la Comisión del Plan para la Salvaguardia Urgente del Yúmare Pima, conformada por líderes pimas e instituciones públicas, el cual ha sido enviado a la UNESCO para su consideración.
"Lo que no quiero es que cuando yo ya no esté se terminen los cantos en el yúmare, por eso les estoy enseñando a los niños y también les digo a los señores que cantan conmigo en las ceremonias a que sigan", comenta don Alberto, quien lamenta que no sean sus hijos o nietos los que continúen con esta tradición.
jram





