Devuelven esplendor al Museo Nacional de Antropología
MERCADO DE TLATELOLCO. La maqueta, que fue elaborada con plástico y pinturas vinílicas por la escultora Carmen Antúnez, bajo la asesoría histórica de Alfonso Caso, hoy recibe limpieza y mantenimiento. Muestra cómo era la vida cotidiana en el que fue el comercio más grande e importante para los aztecas. (Foto: JORGE RÍOS / EL UNIVERSAL )
abida.ventura@eluniversal.com.mx
La escena hace pensar en Gulliver y su viaje a Liliput. Unas gigantescas manos limpian los 305 personajes y piezas en miniatura que dan vida a la maqueta del mercado de Tlatelolco en el Museo Nacional de Antropología. A detalle y paso lento, personal del Laboratorio de Conservación del Museo le devuelve el esplendor al singular conjunto escultórico que, con el tiempo, había acumulado polvo y algunas fisuras.
Elaborada ex profeso por la escultora Carmen Antúnez, bajo la asesoría histórica de Alfonso Caso, la maqueta hecha con plástico y pinturas vinílicas, ha permanecido aislada del alcance de los visitantes, pero la vitrina que la protege no impidió la entrada del polvo y causó que algunas piezas tomaran un tono gris. Por eso, un equipo liderado por la restauradora Claudia Blas Galindo se dio a la tarea de limpiar y restaurar los personajes y las diminutas piezas como semillas, vegetales, objetos de cerámica y plumas, que representan el que fue el mercado más grande e importante de los aztecas.
"Lo que hicimos fue a hacer un aspirado superficial; después una limpieza más puntual para la remoción del polvo que estaba mucho más pegado a las piezas con un agente antiestático, que además de retirar ese polvo, permitió flexibilizar las capas de pintura con que fueron decorados los objetos; así se reavivaron los colores", explica en entrevista la restauradora.
Con el paso del tiempo y algunos movimientos telúricos, varios elementos se desprendieron o desplazaron algunos centímetros de su ubicación original, por lo que los restauradores estabilizarán cada una de las piezas. A la par de este minucioso trabajo de conservación, se trabaja en una adecuación museográfica para sellar la vitrina del polvo y cambiar la iluminación que anteriormente producía sombras sobre la maqueta.
Con miras al aniversario
El trabajo que se realiza sobre este recurso visual, uno de los más atractivos de la sala mexica, es uno de los procesos de restauración y mantenimiento que lleva a cabo el Laboratorio de Conservación del Museo Nacional de Antropología con miras a su 50 aniversario, que se cumplen el próximo 17 de septiembre.
Aunque el reducido equipo de restauradores con que cuenta este recinto, realiza un trabajo constante de mantenimiento, actualmente trabaja en diversos proyectos de conservación. Además de la intervención en la maqueta del mercado de Tlatelolco, los restauradores se han dado a la tarea de atender las piezas arqueológicas exhibidas en sala.
Grandes monolitos de la sala mexica, como la Coatlicue, la Piedra del Sol, la de Tízoc y la del Antiguo Arzobispado, han sido objeto de una profunda limpieza para retirar el polvo y algunas manchas producidas por visitantes que no han resistido a la tentación de tocarlas.
Desde la apertura del museo, las piezas, que están fuera de vitrina, accesibles al público, reciben un mantenimiento constante pero requerían de un tratamiento detallado para aspirar el polvo y las manchas que se habían impregnado hasta en los resquicios. Cada objeto, explica Blas Galindo, requiere de una limpieza particular, por las dimensiones y problemas que presenta.
Manos insuficientes
En otra sala, el mural La lucha del pueblo tarasco, una de las obras que el pintor Pablo O'Higgins realizó para el Museo también será restaurada próximamente. Esta obra, explica la restauradora Gilda Salgado, forma parte del rico acervo de obra moderna con la que cuenta el recinto diseñado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, quien al momento de concebir el edificio invitó a los artistas más destacados del momento a crear obras que dialogaran con el mundo precolombino.
Hasta ahora se han registrado 100 piezas modernas, entre murales, óleos y esculturas, que se encuentran en diferentes partes del museo, como salas, vestíbulos y oficinas. Este registro, comenta Salgado, ha permitido evaluar las condiciones en que se encuentran cada una de las obras y la propuesta es intervenir las que requieren atención inmediata.
Sin embargo, el tratamiento de esas piezas se hará poco a poco, ya que la labor cotidiana de mantenimiento del edificio y de los diversos acervos en crecimiento, así como la atención de proyectos específicos, hace que los recursos y manos destinadas a la conservación del museo sean insuficientes.
"Las labores nos exceden. Lo que normalmente hacemos es atender de manera cotidiana al acervo arqueológico y etnográfico que fue con lo que nació el museo pero que sigue creciendo; el archivo histórico también lo hace. En el Laboratorio somos, a lo mucho, seis personas permanentes, y dependiendo de las necesidades que tenemos hay que contratar a personas para que nos apoyen en los proyectos... Nos apoyamos entre todos, pero requerimos de mucha más gente porque es mucho lo que hay que atender", señala la restauradora. Para sacar adelante algunos proyectos, explica, se ha requerido del apoyo del Patronato del Museo, así como del centro de conservación del INBA (Cencropam) y de la escuela de restauración del INAH (Encrym).
Salgado, quien tiene a su cargo la conservación del edificio y de los bienes inmuebles por destino, cuenta que desde que el Museo Nacional de Antropología recibió la declaratoria de Monumento Artístico, en 2010, los restauradores sumaron a sus múltiples labores el mantenimiento y conservación del inmueble. A partir de entonces, se hizo un diagnostico integral del recinto y se detectaron diversos problemas que se han comenzado a atender, como fue el caso de la restauración integral de la columna que sostiene el monumental paraguas y su relieve escultórico diseñado por los hermanos José y Tomás Chávez Morado, así como la escultura en forma de caracol, creada por Íker Larrauri, que corona el estanque ubicado en el patio principal. Y aunque las piezas recibieron un tratamiento particular, por estar a la intemperie requieren de un mantenimiento constante.
Sin embargo, queda mucho por hacer. Gilda Salgado explica que desde que inició la nueva administración del museo, con el historiador Antonio Saborit al frente, se presentaron diversas propuestas de intervención para atender varias partes y elementos del recinto, las cuales están en espera de ser aprobadas.
La Tira de la Peregrinación, también llamada Códice Boturini, que decora una de las fachadas del Museo, y el mural Dualidad, de Rufino Tamayo, que preside la entrada del auditorio Jaime Torres Bodet del recinto, son otras de las piezas que los restauradores han logrado atender hasta ahora.