"Cultivo el desprecio hacia mí mismo"

LIBERTAD. Fadenelli asegura que escribe sin retos formales, sin pedantería conceptual, pues es partidario de la sencillez en la literatura . (Foto: GERMAN ESPINOZA / EL UNIVERSAL )
ana.pinon@eluniversal.com.mx
La novela El hombre nacido en Danzig, (Almadía, 2014) de Guillermo Fadanelli, es una discusión filosófica sobre la locura, los celos, la soledad, la desesperación; tejida, en buena medida, con humor, acaso involuntario, con ácido estomacal y con puntiaguda ironía.
Es, tal vez, una de las últimas obras que escriba el autor nacido en la ciudad de México. En esta historia, en la que explora la novela negra, Fadanelli narra la historia de un viejo basquetbolista que para entender su permanente miedo a ser abandonado por su mujer, Elisa Miller, conversa con personajes como Schopenhauer, quien le habla sobre las teorías del humor; con Kant, a quien compara con un árbitro porque los dos piensan lo mismo sobre el tiempo; o con Rosseau, para hablar sobre la obsesión que se puede sentir por una mujer. Diálogos que se entretejen con la presencia de un detective que habrá de seguir las pistas de un personaje al borde de la locura.
Los críticos que han atendido este libro aseguran que se trata de un regreso del Fadanelli más original, arriesgado, transgresor y provocador. En entrevista, el escritor conversa sobre esta novela que tiene, como principio, hablar sobre el ser humano y los esfuerzos que hace para conocerse a sí mismo, objetivo que casi nunca puede cumplir; sobre el papel de las mujeres en su narrativa, ¿es en verdad un autor misógino?
¿En esta novela regresas a las inquietudes originales? La transgresión, la provocación, la iracundia como motivaciones.
Creo que todas las novelas que he escrito no tienen un orden premeditado, son consecuencia de un desorden absoluto. Todas mis novelas son diferentes entre sí, en este caso vuelvo a los temas de la soledad y la locura, y me doy tiempo para reflexionar sobre los celos y sobre los viejos filósofos. Es una novela breve y espero jamás volver a escribir una novela larga porque soy vanidoso pero no tanto. Estoy cansado de escribir novelas, siempre preferí el relato breve, el cuento; la novela me causa mayores problemas estilísticos. A mí me gustan los problemas, pero no he escrito todavía una novela que me deje totalmente satisfecho.
¿Y crees que llegue esa novela?
No. Espero no insistir para no molestar a las personas. Hay que ser pudoroso y desaparecer. Espero nunca llegar a ser un hombre sabio, pero me imagino que el hombre sabio se acerca al silencio y al retiro, al autoexilio. Así que espero que esto sea de lo último que yo escriba. En esta novela hay mucho de mi vida, de mi biografía, pero no es biográfica; por ejemplo, yo jugué basquetbol muchos años, y es que yo no puedo separarme de mis personajes.
Pensé que el inicio de la novela era un prólogo
Digamos entonces que la novela es un prólogo de 160 páginas y que toda novela es un camino hacia otra cosa, un comienzo, nunca un final, por eso soy admirador del fragmento, de lo inacabado, de lo que siempre está a medias, de lo que siempre se hace y se rehace, odio los dogmas y los esquemas filosóficos, no soporto las arrogantes estrategias literarias. Creo que una novela es un accidente, como un suspiro, un fragmento en la vida literaria de un escritor. Yo no sé a dónde voy, lo cual me causa trastornos.
¿Hay una mofa de la filosofía, una burla a la idea de la voluntad de Schopenhauer, por ejemplo?
Conforme pasa el tiempo voy siendo cada vez más un ser antipático, desagradable, iracundo y rabioso, así que me estoy quedando sin amigos, que es lo mismo que ir caminando hacia la muerte y regresar al origen de la soledad. Lo que he hecho ahora es invitar a la mesa a los amigos que me han acompañado en la vida, por eso converso con Rousseau, Schopenhauer y Montaigne. Mi personaje habla con Rousseau sobre su mujer y le pide consejos sobre los celos, las obsesiones y el sexo. Así que no me burlo de ellos, los invito a la mesa.
Es una novela sobre la soledad y sobre el hombre solo que va camino a la locura. No tenemos certezas acerca del mundo y en general nadie sabe a dónde va, por eso me dan risa las personas que son muy seguras de sí mismas. Y, como siempre, es una novela que termina abruptamente porque me aburro. Esto me sucede en la vida real, puedo estar contento en un bar, de pronto pago mi cuenta y me voy.
En "Educar a los topos" es muy evidente
Sí, es que me aburro, no de la novela, sino de mí mismo. En mi casa no hay espejos, cultivo el desprecio hacia mí mismo, me detesto. Escribo y cuando reconozco mi voz empieza mi tortura y quiero terminar lo antes posible, por eso quiero tender más hacia la novela breve, el aforismo, el fragmento ensayístico.
¿Y al relato?
Sí, porque con el relato me siento como en mi casa, por eso me siento tan bien escribiendo la columna en EL UNIVERSAL, cada texto es un fragmento de un mundo mayor, una habitación de una casa que se puede extender infinitamente. Puedo decir incluso que he dejado de escribir relatos para escribir columnas.
¿Te dicen con frecuencia que eres un autor misógino?
No odio a las mujeres, les tengo miedo. Es diferente la misoginia a la timidez. Creo que era Marguerite Yourcenar la que decía: "Acepto que me digan misógina, siempre y cuando aclaren que también soy misántropa". Yo también sería más un misántropo y quien tenga la paciencia para leer mi novela puede considerar que hay un respeto extraordinario hacia el mundo femenino, creo ser el mayor feminista de México, lo que pasa es que no utilizo lugares comunes y enfrento el mundo femenino desde mi masculinidad.
¿Por eso en esta novela hay una obsesión por una mujer, Elisa Miller?
Sí porque puedes fornicar con una mujer, encerrarla en un calabazo, te la puedes comer, pero nunca la puedes poseer y eso se vuelve una obsesión. Mi personaje vive con ella, se acuesta con ella, pero nunca la posee, nunca sabe lo que está pensando y el deseo de apropiación se vuelve una obsesión. Esta podría ser la vertiente de la novela: la imposibilidad de tener una mujer, de hacerla tuya.
¿Y esa imposibilidad lleva a la locura?
Claro. El libro se iba a llamar "Historia de una piruja" y creo que la puta no es la mujer de todos sino la que no le pertenece a nadie y Elisa Miller no le puede pertenecer a nadie, de ahí el enloquecimiento de este hombre.
Hablar con o sobre filósofos sin parecer pedante, ¿fue un reto estilístico?
Al escribir nunca me pongo retos formales, escribo con gran libertad, con nociones sobre a dónde voy a caminar. La pedantería, es verdad, es odiosa. Y hoy en día, con tal ausencia de lectores, pues no iba a incomodar al lector con pretensiones conceptuales o filosóficas; lo que hice fue charlar con ellos sobre la vida cotidiana, sobre sus manías y sus locuras. Yo he traído a un Schopenhauer biográfico y mundano, a un hombre encorvado y arrogante, a un hombre apabullado por la fama de su madre y la mediocridad de su padre, traje a un ser real a la mesa.
¿Cuando dices que esperas que ésta sea de lo último que escribes, te refieres sólo a la novela larga?
Ya no tengo fuerzas. Tal vez me dé tiempo de escribir un ensayo más y una novela más. Quiero escribir sobre la época más feliz de mi vida, que fue entre los 11 y los 17 años. En Educar a los topos está la parte tormentosa, ahora quiero recordar a mis amigos de la primera adolescencia para, de alguna manera, reencontrar al hombre que fui. El pasado es una invención, porque al recordarlo lo dotamos de imaginación y fabricamos una mitología, somos personajes de un pasado que no existió, por eso creo que el futuro no tiene ningún misterio, pero con el pasado puedo inventar a un Guillermo que vivió a los 15 años. Ya estoy pensando en qué voy a escribir, pero soy muy desorganizado, por eso no he hecho dinero ni tengo hijos, pero sí tengo una vida muy disipada.
Si hay algo que detesto es la pedantería, si tienes algo qué decir lo puedes hacer de manera sencilla. La literatura debería tender hacia la sencillez, no hacia la complejidad y mucho menos a la retórica y a la pedantería conceptual. No tolero los ejercicios formales, ¿qué nos quieren probar, enseñar o adoctrinar? Un libro, para mí, es continuar con la conversación.





