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Crónica. Poniatowska, orgullosa 'Sancha Panza'

Ana Anabitarte Corresponsal| El Universal
05:00Jueves 24 de abril de 2014
Poniatowska recibi la medalla del Premio Cervantes de manos del rey Juan Carlos, adems de una escu

RECONOCIMIENTO. Poniatowska recibió la medalla del Premio Cervantes de manos del rey Juan Carlos, además de una escultura de Julio López y 125 mil euros. (Foto: REUTERS )

Al recibir el Cervantes, Poniatowska dijo que a falta de molinos de viento escribió sobre "los andariegos comunes que duermen a la buena ventura"

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MADRID.— “Nerviosa, muy nerviosa, nerviosísima, pero también muy emocionada”. Así es como estaba ayer la escritora Elena Poniatowska minutos antes de recibir el Premio Cervantes, el más prestigioso de las letras españolas, tal y como ella misma reconocía a un grupo de reporteros a las afueras del claustro de la Universidad de Alcalá de Henares, una localidad situada a 20 kilómetros de Madrid.

Pero también se sentía “muy protegida porque vengo llena de santitos”, como dos aretes de oro con forma de pez hechos por Natalia Toledo, un colgante de la Virgen de Guadalupe, collares de Bolivia y Colombia, y luciendo un traje rojo y amarillo, los colores de la bandera española, que le habían hecho tres mujeres indígenas de Juchitán (Oaxaca) y a quienes ella les había prometido que vestiría siempre que recibiera un premio.

Luego subió al púlpito. A sus 82 años tenía miedo de caerse, así que quiso ensayar antes de hacerlo delante de los reyes de España, de sus tres hijos, de ocho de sus 10 nietos (a los dos mayores no les dejaron venir por sacar malas calificaciones) y de numerosas personalidades. Era consciente de que de las cuatro mujeres que han obtenido el galardón hasta ahora (frente a 35 hombres), sólo ella iba a poder subirse al púlpito para leer su discurso de agradecimiento.

Cuando Ana María Matute lo recibió estaba en una silla de ruedas, María Zambrano no pudo asistir a la ceremonia y Dulce María Loynaz envió a una persona para que la representara.

Así que después de ensayar, de escuchar el himno de España y con los nervios a flor de piel, La princesa roja recibió el galardón de manos del rey Juan Carlos: una escultura de Julio López y 125 mil euros que donará a una fundación para el fomento de la cultura en México.

El discurso

Luego comenzó a hablar. Primero de García Márquez. Su amigo Gabo, “gracias a quien América Latina echó las alas para volar”. Después citó a la monja Sor Juana Inés de la Cruz “quien supo desde el primer momento que la única batalla que vale la pena es la del conocimiento”, y a las otras tres “Mujeres de Cervantes”: a María Zambrano, “a quien los mexicanos consideramos nuestra porque debido a la Guerra Civil vivió en México”; a Ana María Matute, “hermosa y descreída”, y a la cubana Dulce María Loynaz.

También tuvo palabras para su amigo José Emilio Pacheco; para Octavio Paz, “que aquí en 1981 dijo que sin el mundo indio no seríamos lo que somos”; para Rosario Ibarra, “que se levantó en contra de una nueva forma de tortura: la desaparición de personas”. Y también para Luis Buñuel “mi amor platónico”, de quien recordó cuando iban juntos al Palacio Negro de Lecumberri “a ver a nuestro amigo Álvaro Mutis, compañero de batallas de nuestro indispensable Gabriel García Márquez”.

Poniatowska también habló de algunas de las protagonistas de sus libros, como Tina Modotti “que llegó de Italia en 1936, pero quien podría considerarse la primera fotógrafa mexicana”. Y, por supuesto, de su marido, el astrónomo Guillermo Haro, quien mientras observaba durante horas una jacaranda florecida repetía las Coplas a la muerte de su padre, de Jorge Manrique y esos versos que decían “cómo se pasa la vida, como se viene la muerte tan callando”.

Las mujeres de chiapas

Pero quienes estuvieron más presentes en su discurso fueron las mujeres, y las mujeres de Chiapas. “Antes de que Estados Unidos pretendiera tragarse a todo el continente, la resistencia indígena alzó escudos de oro y penachos de plumas de quetzal y los levantó muy alto cuando las mujeres de Chiapas, antes humilladas y furtivas, declararon en 1994 que querían escoger ellas a su hombre, mirarlo a los ojos, tener los hijos que deseaban y no ser cambiadas por una garrafa de alcohol”, recordó.

“Deseaban tener los mismos derechos que los hombres”, aseguró. Y también de los mexicanos más desfavorecidos “los que hurgan en la basura, los recogedores de deshechos en ciudades perdidas, los que viajan en autobuses atestados, los que cruzan a Estados Unidos en busca de una vida mejor”.

También recordó su infancia, su llegada a nuestro país con sus padres y su hermana Kitzia, en 1942 en el barco Marqués de Comillas. El mismo en el que viajaban miles de exiliados españoles que huían de la dictadura de Francisco Franco, procedente de Francia: “Fuimos niñas francesas con apellido polaco que llegamos a la inmensa vida de México, al pueblo del sol, como diría Pacheco, y desde entonces vivimos transfiguradas con la ilusión de transformar fondas en castillos con rejas doradas”.

El terremoto que vivió México en 1985 fue otro de los asuntos que mencionó la autora.

Habló además de la lengua de Cervantes, idioma que tuvo que aprender “con los gritos de los pregoneros y con unas rondas que siempre se referían a la muerte”.

Fue en nuestro país donde vio la pobreza de muchos mexicanos. “Las certezas de Francia y su afán por tener siempre la razón palidecieron frente a la humildad de los mexicanos más pobres”, aseguró.

“Descalzos, caminaban bajo su sombrero o su rebozo. Se escondían para que no se les viera la vergüenza en los ojos. Al servicio de los blancos, sus voces eran dulces y cantaban al preguntar: ‘¿No le molestaría enseñarme cómo quiere que le sirva?’”, recordó la galardonada.

Y junto a ellos empezó a caminar. Tras denunciar que el poder financiero manda “no sólo en México sino en el mundo”, y lamentar que los que lo resisten “montados en Rocinante y seguidos por Sancho Panza son cada vez menos”, dijo sentirse orgullosa de caminar “al lado de los ilusos, los destartalados, los candorosos. Soy una evangelista después de Cristo”, aseguró.

Del Premio Cervantes confesó que en su vida profesional no había vivido ningún acontecimiento más grande “como este premio que se otorga a una Sancha Panza femenina, que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso ni Maritornes ni la princesa Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes, sino una escritora que no puede hablar de molinos, porque ya no los hay, y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa del mandado, su pico o su pala, duermen a la buena ventura, y confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan”, dijo.

Y aseguró que por todo eso recibirlo le resultaba “más sorprendente y, por lo tanto, es más grande la razón para agradecerlo”. “Pretendo subir al cielo y regresar con Cervantes de la mano para ayudarlo a repartir, como un escudero femenino, premios a los jóvenes que como yo, hoy, Día Internacional del Libro, lleguen a Alcalá de Henares”, concluyó emocionada.

Elogio real

Pero luego fue el turno del Rey Juan Carlos, quien calificó la vida de Poniatowska como un “crisol de lenguas, tradiciones y culturas”, y tras recordar su origen francés y la herencia mexicana y polaca de sus padres, dijo que desde temprano, “los acontecimientos en que venía a enmarcase su vida presagiaban una trayectoria llena de intensas vivencias, que habrían de transformarse en la materia con la que alimentaría su literatura.

“La experiencia de los años forjó después en ella una profunda conciencia social, cincelada por la dramática historia europea del siglo pasado y, sobre todo, por la muchas veces dura realidad mexicana”, agregó.

En este sentido subrayó que “la humanidad es el centro de gravedad de la obra de Elena Poniatowska. La necesidad de dar voz a los desfavorecidos, de poner en evidencia las contradicciones del progreso, de denunciar la discriminación social y toda clase de injusticias, conforma el espíritu de su producción literaria”, aseguró.

“Así lo ha hecho a lo largo de una ingente obra, en la que ha defendido la igualdad como requisito esencial del desarrollo social y humano, la educación como derecho universal y la trascendental relevancia de la mujer en las nuevas realidades sociales”, añadió.

HONOR. De las cuatro mujeres que han recibido este galardón, 'La princesa roja' es la primera en subir al púlpito



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