Comunidad cultural despide en Bellas Artes a Leñero
Video. La obra literaria y periódistica del escritor fue recordada en un homenaje al que asistieron familiares, amigos y autoridades

DESPEDIDA. La urna con las cenizas del periodista fueron resguardas por varias guardias que montaron familiares, amigos, funcionarios y admiradores de su obra. (Foto: ARIEL OJEDA. EL UNIVERSAL )
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Las mujeres de Vicente Leñero que fueron “luz en su mundo y causa de sus alegrías”: Estela, Isabel, Eugenia, Mariana, sus hijas, se funden en un abrazo interminable.
Alrededor de ellas hay decenas de personas de la comunidad teatral, cinematográfica y literaria de México. La actriz Luisa Huertas llora desde su asiento. “Lo conocí muy joven, en 1970, cuando hice Los albañiles; me enseñó un camino del teatro que tenía que ver con todo lo que yo era en ese momento. Vicente fue un ejemplo de congruencia, de lucha, de rebeldía, de talento y rigor”, dice antes de que la voz se quiebre de nuevo.
Luis Estrada sonríe al recordar sus días junto al hombre que escribió el guión de La ley de Herodes, la película que lo encumbró en el gusto popular. “Siempre que nos veíamos, nos decíamos uno al otro que debíamos dejar de fumar. Ahora sí ya lo dejó”, suelta el cineasta con el humor ácido con el que divertía a su amigo. “Yo creo que para mí ya debe ser un buen motivo para dejarlo también”, agrega.
El escritor Ignacio Solares pasa lista a todos los lugares en los que trabajaron juntos, codo a codo, desde Excélsior, pasando por Proceso hasta la Revista de la Universidad. Fueron años de lucha, de compromiso con las letras y con el periodismo.
Son ellos, el actor de cine, la actriz de teatro, los editores de periódicos y revistas, los periodistas, los directores de escena, los fotógrafos, la estampa humana del legado del hombre que se definió a sí mismo como periodista, pero que abarcó el teatro, cine y literatura, y que ayer fue homenajeado en el Palacio de Bellas Artes tras su muerte ocurrida el miércoles a las 9 de la mañana, víctima de cáncer pulmonar.
No están todos, falta Estela, la viuda, “tesoro y centro de la vida” —como la define el director de escena Luis de Tavira durante su discurso—, quien prefirió esperar las cenizas de su esposo en casa, acompañada de “gente muy querida”. Ahí, en el seno de la familia Leñero permanecerá indefinidamente la urna.
El arribo. Pasado el mediodía llega la familia con las cenizas del dramaturgo. Los aplausos inundan el sitio que ha servido para despedir a grandes figuras de la cultura mexicana. Desde ese momento las guardias son permanentes durante las dos horas que dura el acto. Quienes le conocen hacen largas filas para honrar su vida junto a sus cenizas.
Sus lectores y admiradores están en otra fila, en la que sólo se puede pasar frente a la urna. Ahí está Gerardo, un joven periodista que definió su oficio en buena medida gracias a las lecturas de Los periodistas, Los albañiles, Talacha periodística, La vida que se va, El evangelio de Lucas Gavilán. Mirar de lejos no es suficiente. Se cuela al área de los invitados y consigue hacer una guardia. “Fue un maestro de vida, tenía que estar ahí”, dice.
La gente sigue desfilando por el estrecho pasillo que se forma debido a la decena de fotógrafos y reporteros que esperan capturar la imagen que retrate mejor lo que ahí ocurre. Un hombre se cuela también entre las escalinatas amuralladas y llega hasta la urna; lleva en la espalda y en el pecho un cartel con el reclamo que se ha escuchado desde septiembre, que se sepa el paradero de los 43 normalistas. El aplauso es tibio y el señor no insiste.
Los que llegan hacia la una de la tarde también quieren montar guardia, ese rito con el que se ofrece al que se ha ido, la última muestra de respeto, de gratitud, de amor. Ya no es posible. El secretario de Educación, Emilio Chuayffet, ha llegado y los discursos se hacen inminentes. “Pero estoy aquí desde las 12”, dice una mujer con los ojos hinchados. No lo consigue.
Luis de Tavira toma el micrófono: “Nos hereda la victoria de una vida admirable. En Vicente Leñero, México tiene a un campeón de la libertad. Descubrir la verdad, hallarla y exponerla fue lo que marcó la congruencia de su obra”, dice el director de teatro.
Y añade: “Nos deja en un momento aciago para México, la conciencia de los mexicanos zozobra indignada y dolida ante el horror de la atrocidad que ha consumado la tragedia de Ayotnzinapa. La conciencia de los mexicanos se demanda urgida de lucidez y de horizonte y demanda una transformación radical (...). Al celebrar la vida de Vicente Leñero en un momento así, es también la ocasión de valorar el testimonio de su compromiso”.
Ese compromiso, recuerda De Tavira, es el que tuvo en 1994 cuando surgió el movimiento zapatista. Entonces, Leñero convocó a la comunidad teatral para lanzar el manifiesto del teatro clandestino e iniciar un movimiento teatral memorable que proponía la creación de un teatro insurgente que expusiera los conflictos del país en el momento mismo de su manifestación. Dicho así, desde el teatro se recordó una faceta más del ingeniero-periodista-escritor-teatrero-guionista-amigo- colega-padre-esposo-, la del creador cercano y comprometido con la sociedad que le tocó vivir.
El presidente del Conaculta, Rafael Tovar y de Teresa, ofrece un discurso biográfico breve. El actor Jesús Ochoa, que no ha dejado de llorar, grita: “¡Bravo, Vicente!”.
Los cientos de asistentes ofrecen un prolongado aplauso. Las mujeres del creador se vuelven a abrazar. El acto termina. Las cenizas de Vicente van de regreso a casa, en la colonia que marcó su vida, San Pedro de los Pinos.
jram





