Clinton, enamorado de Gabo
OPINIÓN. "Gabo era en esencia un contador de historias, uno de los mejores. Nos podía hacer llorar, reír a carcajadas, maldecir con rabia, y perder el aliento ante lo maravilloso", afirma el ex presidente estadounidense. (Foto: YOMAIRA GRANDETT / EL TIEMPO )
WASHINGTON.— El ex presidente Bill Clinton recuerda muy bien la primera vez que entró en contacto con la obra del escritor colombiano Gabriel García Márquez.
Era 1972 y el futuro presidente de Estados Unidos, entonces un desconocido, estudiaba Derecho en la Universidad de Yale cuando un amigo le recomendó que leyera Cien años de soledad, la obra cumbre del autor latinoamericano que 10 años después ganaría el Premio Nobel de Literatura.
Tan cautivado quedó con sus primeras páginas, que no pudo cerrar el libro hasta concluirlo. Incluso, recuerda el ex presidente, hasta lo llevaba a clase pese a la mirada molesta de sus profesores.
Muchos años después, ya en la Casa Blanca, Clinton pudo conocer en persona a quien desde entonces ha descrito como uno de sus héroes literarios.
Pese a provenir de esquinas ideológicas distintas, ambos hombres construyeron una fuerte amistad que derivó en muchos encuentros y varias cartas a lo largo de casi dos décadas.
En entrevista con EL TIEMPO, Clinton recuerda a su gran amigo y confiesa que si bien aún no termina de leer todos sus libros, ha comenzado a repasar Cien años, como tributo a su muerte.
El ex presidente también revela que el tema de Cuba los enfrentó varias veces, pero que gracias a su intermediación, las álgidas relaciones entre Washington y La Habana mejoraron sustancialmente.
Usted siempre ha dicho que García Márquez es uno de sus autores favoritos. ¿Cuándo entró por primera vez en contacto con su obra y cuál fue su impresión en ese momento?
Leí Cien años de soledad en 1972 cuando era estudiante de Derecho en la Universidad de Yale. Estaba tan cautivado por ese libro que lo llevaba a una clase sobre impuestos que poco me interesaba. En lugar de escuchar la cátedra me dediqué a leer la novela. Marivin Chirlestein, mi profesor en esa clase, un día me preguntó qué era lo que estaba leyendo, pues era obvio que yo no le estaba prestando atención.
Le mostré el libro y le dije que era la mejor novela escrita en cualquier lenguaje desde la muerte de William Faulkner. Siendo un joven criado en el sur de los Estados Unidos, fue el mayor elogio que pude haber dicho. Lo creía en ese momento y lo sigo creyendo hoy día.
¿Cómo comenzó su amistad con Gabo y en cuántas oportunidades se vieron?
Conocí a Gabo en 1994 durante unas vacaciones en Martha’s Vineyard, en Massachusetts. Hillary, Chelsea y yo habíamos sido invitados a una comida en casa del novelista estadounidense William Styron, y Gabo era el huésped de honor junto al gran escritor mexicano Carlos Fuentes. Nunca olvidaré lo amable que fue Gabo con mi hija, que en ese entonces tenía 14 años y ya había leído tres de sus libros. Él le preguntó a Chelsea, con algo de escepticismo, si los había entendido y tuvieron una larga conversación sobre sus libros y la literatura. Más adelante Gabo le envió a ella una compilación con todos sus libros.
Cuando finalmente logramos conversar lo hicimos sobre política y nos enfrascamos en una discusión sobre el embargo a Cuba. Disfruté cada minuto de esa conversación. Un tiempo después su ahijada, Patricia Cepeda, le entregó los libros a Chelsea y una copia autografiada de la primera edición en inglés de Cien años de soledad para mí.
Desde entonces nos mantuvimos en contacto a lo largo de los años y desde que abandoné la Casa Blanca traté de verlo cada vez que coincidíamos en Colombia.
¿Cómo fue su relación política con Gabo? Él era también amigo de Fidel Castro y siempre se ha dicho que trató de acercar a Cuba y a EU cuando usted era presidente.
A Gabo le encantaba bromear diciendo que era la única persona que era amigo de ambos. Gabo siempre expresó, de manera contundente, su opinión sobre la necesidad de levantar el embargo. Yo le expliqué que yo no podía levantar el embargo pero que respaldaba el Acto para la Democracia de Cuba, que le daba la autoridad al presidente de EU de mejorar las relaciones con Cuba a cambio de movimientos hacia la democracia y la libertad en la isla.
¿Cuándo fue la última vez que vio al Nobel colombiano?
Vi a Gabo y a Mercedes en su casa de Cartagena, en mayo del año pasado, cuando estuve en Colombia con mi amigo y socio canadiense Frank Giustra. Lo visitamos un rato en su casa. Pude ver que los años ya le pesaban, pero estaba de buen ánimo y fue una gran visita.
¿Qué cree que significa Gabriel García Márquez para el mundo de la literatura?
Gabo escribió libros sabios y maravillosos. Introdujo a millones de personas al realismo mágico, empleando la magia de su imaginación para iluminar la realidad que compartimos: alegría y dolor, amor y pérdida, nobleza y bajos impulsos. Su trabajo elevó el interés por la literatura latinoamericana alrededor del mundo, lo que ayudó a otros autores latinoamericanos a encontrar nuevas audiencias.
Su importancia fue enorme en la creación de una cultura literaria global. Para la audiencia de habla española Gabo fue un fenómeno.
¿Es visto igual por el público angloparlante?
Sí. Gabo era en esencia un contador de historias, uno de los mejores de todos los tiempos. Nos podía hacer llorar, reír a carcajadas, maldecir con rabia, y perder el aliento ante lo maravilloso. Impactó en personas de todo el planeta.
¿Cuáles son sus libros preferidos de García Márquez? ¿Se los ha leído todos?
Cien años de soledad, El otoño del patriarca, El general en su laberinto, Del amor y otros demonios, Noticia de un secuestro y Vivir para contarla. Todavía me hacen falta unos tres pero pronto llegaré a ellos. Para honrar su fallecimiento he comenzado a leer nuevamente Cien años de soledad.
¿Por qué Gabo fue tan importante para usted?
Porque sus libros y amistad han constituido preciosos regalos en mi vida. Porque compartíamos el amor por la democracia y la libertad, el odio por el poder brutal y arbitrario y la preocupación por la vida y el bienestar de la gente del común. Porque Gabo marchaba al ritmo de su propio tambor y dedicó su vida a crear memorias que nos estremecerán para siempre.