Carta de Venecia sigue siendo precisa, incisiva y clara
En todos los trabajos del Templo Mayor se respetaron los lineamientos de la Carta de Venecia. (Foto: Héctor Montaño / cortesía INAH )
A 50 años de su creación, la Carta de Venecia, "se mantiene vigente" y sin pasar de moda. Fue creada con el objetivo de frenar la reconstrucción indiscriminada de monumentos destruidos durante la Segunda Guerra Mundial, afirmó el arquitecto Carlos Flores Marini, integrante del comité de redacción del documento.
En un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el especialista refirió que el texto sigue siendo preciso, incisivo y claro. "Da lineamientos generales, señala métodos a seguir, explica qué cosas se pueden hacer y dónde frenar una restauración, y cada país se lo apropia y pone sus propios límites, pero es muy claro en sus enunciados y no permite duda alguna".
Esta carta nació como una de las iniciativas del II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos que se convocó en Venecia en 1964 y será un viejo siempre joven y cada país debe actualizarla en la medida de sus posibilidades, más ahora con recursos que antes no había, como las reposiciones virtuales, indicó Flores Marini.
Luego de la Segunda Guerra Mundial se empezó la reconstrucción de muchas ciudades europeas que habían sido devastadas por la guerra, pero sin criterio claro de intervención. En ocasiones se hacía una reconstrucción total de la urbe como ocurrió en Varsovia o se implementaba una arquitectura moderna sin tener un plan definido, por lo que el belga Raymond Lemaire propuso este documento fundamental.
Representantes de Francia, Italia, Bélgica, México, Portugal, Grecia, Túnez, España, Perú, Austria, Polonia y los Países Bajos, especialistas de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), del Centro Internacional de Estudios para la Conservación y la Restauración de los Bienes Culturales (ICCROM) firmaron la también conocida como Carta Internacional para la Restauración y Conservación de Monumentos Históricos y fue adoptada un año después por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS).
En México se adaptó para monumentos arqueológicos, virreinales y contemporáneos. "En todos los trabajos en el Templo Mayor, el arqueólogo Eduardo Matos tuvo un respeto absoluto por la Carta de Venecia, pues no hay casi reconstrucciones y los visitantes entienden muy bien cómo estaba el complejo arquitectónico".
Uno de los planteamientos del documento señala que se deben respetar las distintas etapas históricas de una construcción, "no se trata de demoler y rehacer prístinamente el monumento a su época original porque se estaría olvidando el tiempo".
El experto ejemplificó con la Iglesia de San Bernardino en Xochimilco. "Es del siglo XVI, pero en el XIX le colocaron un reloj y ya es parte de su historia, mientras el elemento no comprometa al edificio, se debe mantener".
Lo mismo acontece con el Palacio de Cortés en Cuernavaca, el cual ha tenido una vida muy variada: fue cárcel, época en la que se le construyó un torreón y cuando se hizo la restauración por parte del INAH, el arqueólogo Jorge Angulo dejó esos agregados, porque tanto el torreón como la fortificación y los murales de Diego Rivera forman parte de la vida del edificio.
El problema con la arqueología es que debe hurgar en el pasado sobre datos endebles, por lo que se debe tener claro el objetivo de la obra. Por ejemplo en la Zona Arqueológica de Santa Cecilia Acatitlán, en el Estado de México, el doctor Eusebio Dávalos Hurtado determinó en la década de los años 60 del siglo pasado que se debía reconstruir la pirámide, que es muy parecida a los templos gemelos de Huitzilopochtli y Tláloc, tanto en Tenayuca como en el Templo Mayor. Se realizó con fines didácticos por lo que en este caso el objetivo es muy claro, es un sitio secundario donde la gente puede ver todo lo que había ahí y se justifica la reconstrucción.
rqm