Raúl Lavista, el genio musical del cine mexicano
RECUERDOS. Paulina Lavista resguarda el acervo de su padre, conformado por fotografías y recortes de periódicos. (Foto: YADÍN XOLALPA / EL UNIVERSAL )
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Paulina Lavista carga álbumes llenos de fotografías, revistas y recortes de periódicos que su madre resguardó durante décadas, papeles e imágenes que dan cuenta de la trayectoria del compositor Raúl Lavista. En el acervo resaltan unas hojas sueltas, escritas a máquina con algunas correcciones hechas a mano: un artículo de Salvador Elizondo titulado "Música de fondo".
"Ese texto lo escribió mi marido para mi padre, Raúl Lavista", dice la fotógrafa mientras fuma su cigarro. Ahí, el escritor advierte la obra del músico "es entre todos los elementos que se conjugan en la realización de una película el más conocido, si no reconocido, de los que caracterizan a la masa formidable de más de 400 películas para las que compuso música a lo largo de cuarenta y cinco años de actividad en el cine".
La fotógrafa da vuelta a cada página de los álbumes, se le percibe orgullosa de todo lo que logró su padre, nacido el 31 de octubre de 1913 y fallecido el 19 de octubre de 1980. Ella tenía 35 años cuando el músico murió, pero los recuerdos más vivos que tiene sobre él es de cuando era una niña. "La vida de mi papá era muy emocionante. Me gustaba verlo vestido de frac y mi mamá cuidaba mucho que en la televisión no se lo notara que tenía una pelona en la cabeza ", cuenta.
La fotógrafa que en su juventud fue modelo y trabajó en cine, recuerda que la primera vez que comprendió que su padre era un compositor que con su música daba vida a las películas más famosas del país, fue cuando al final de una proyección leyó en los créditos el nombre del músico que, en su niñez, fue considerado un prodigio por su gran talento como pianista.
"En los años 50 los niños jugábamos al cine, queríamos ser como Jorge Negrete, no existían otra clase de héroes, y en la escuela nos ponían las películas. Un día leí el nombre de mi papá en Los tres huastecos", explica.
Desde ese momento la historia que sabía de su padre, así como sus hábitos familiares empezaron a cobrar sentido: los recortes de periódico del pequeño Raúl Lavista y su piano, los días enteros sentado frente al instrumento pidiendo que nadie lo molestara porque estaba trabajando en la música de una nueva película y los miles de discos en la casa, un hogar en el que se privilegiaba la compra de un nuevo acetato con obras de Brahms que la despensa semanal.
Cuando Paulina comprendió la importancia de su padre en la música y filmografía nacional, el universo Lavista se volvió fascinante. Alrededor de su padre estaban las estrellas de la época, el gran tenor italiano Giuseppe Di Stefano, la mejor bailarina de danza clásica de México Laura Urdapilleta, el maestro Carlos Chávez, los cineastas Luis Buñuel, Ismael Rodríguez y Emilio Fernández, el actor Pedro Infante, y un largo etcétera.
"Era un gran melómano, su cultura musical, su conocimiento, su buen gusto eran excepcionales. Así que cuando empezó a hacer música para películas tuvo la capacidad de abarcar muchos géneros", dice la fotógrafa.
El compositor soslayado
Salvador Elizondo advertía en aquel texto que Lavista no fue un compositor reconocido. La fotógrafa no sólo coincide, también asegura que al día de hoy el cine y la música tienen una deuda con él.
"Las canciones de mi papá son tan elaboradas que no son contagiosas. Por ejemplo, el primero que hizo una canción para Pedro Infante fue mi papá, no Manuel Esperón como se suele creer, pero no es muy conocida. Sin embargo, a Ismael Rodríguez le gustaba mucho trabajar con mi padre", cuenta.
Raúl Lavista, dice su hija, "murió con las botas puestas" porque su primera obra para película la escribió en 1934 (Dos monjes) y la última en 1980, el año en que murió (Johnny Chicano). Así, Raúl Lavista fue testigo y partícipe de la época de oro del cine mexicano y de su transformación. "Él tuvo que ver cómo el cine empezó a sufrir una gran crisis económica, su producción era vastísima, un gran número de las mejores películas tiene la obra de mi papá y de pronto todo aquello se fue diluyendo", dice Lavista.
Con el tiempo, explica la fotógrafa, se empezó a percibir a Lavista como un compositor de la vieja guardia, que, de algún modo, era protegido por sindicatos que impedían que nuevos compositores conformaran el nuevo mapa musical, pero su legado se impuso.
"Estudiaba en el CUEC y mis compañeros me decían un montón de cosas que si mi papá bloqueba la carrera de las nuevas generaciones, pero cuando se dieron cuenta que su obra era realmente la mejor terminaron pidiéndole que trabajara con todos esos jóvenes directores. Entendieron que mi padre era versátil, que lo mismo se echaba un jazz que un rock and roll, y, sobre todo, que amaba el cine", dice Paulina.
Simultáneamente a sus actividades en el cine tuvo una importante actuación como director de orquesta. Durante muchos años difundió programas de música culta por radio en la XEW y fue pionero de la televisión cultural.
También destacó como director de orquesta, en 1948 fue invitado a dirigir la Sinfónica Nacional que le mereció elogiosas críticas y un éxito inusitado, así como la Sinfónica de la UNAM en 1965, ahora OFUNAM. "Le fue tan bien que despertó muchas envidias", dice Paulina, por eso, atribuye, su carrera como concertador no fue tan amplia.
Los afectos del creador
Una de las facetas que más se le reconocen es la del melómano con una impresionante colección de discos, partituras y libros de los grandes maestros de la música universal. "Todo su dinero, que no era mucho, se lo gastó en discos. En nuestra casa no había coches ni vacaciones, había muchos discos", cuenta Lavista.
Esa colección sirvió para que la casa del compositor se convirtiera en punto de encuentro de muchos amigos del mundo cultural, lo mismo músicos que escritores, fotógrafos que pintores.
"Mi papá adoraba a Mozart, pero sus meros moles eran Ravel, Debussy y Puccini. Ese amor lo compartió con sus amigos muy queridos como Ernesto de la Peña. A mí, que me encantaba el rock, me atrajo más la aventura musical que cada miércoles emprendía mi papá con todos sus seres queridos".