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Un premio dedicado al periodismo arriesgado

Adolfo Castañón| El Universal
Miércoles 20 de noviembre de 2013

La figura versátil y eminentemente literaria y periodística de Elena Poniatowska está indisociablemente ligada a la historia y a la expresión escrita y transcrita, a la vocación cronista y testimonial, a la palabra rebelde de Antígona que busca sepultura para los muertos en la ciudad.

En sus novelas, cuentos, entrevistas, artículos y reportajes vibran los dioses tutelares de México: los dioses oscuros de la violencia que se resolvió en La noche de Tlatelolco —uno de sus libros, que parece inspirado en el Truman Capote de A sangre fría, pero en escala masiva y tumultánime—, el asesinato de Rubén Jaramillo, las voces acalladas de Fuerte es el silencio —otro de sus títulos, de un lado, y del otro, los personajes anónimos que reconstruyen la historia en clave menor como en Hasta no verte Jesús mío, y en el horizonte el vasto paisaje del entrenós entrevistado en Todo México que toca desde figuras como Alfonso Reyes y Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Rosario Castellanos hasta los pintores y cineastas...

Elena Poniatowska es una incansable trabajadora y una modesta historiadora, etnóloga y antropóloga a quien le gusta por coquetería esconder sus cartas de investigadora apasionada y encarnizada. Sin esa fidelidad a la historia, a la vocación historiográfica no cabría entender obras como Tinisma o la reciente novela dedicada a Leonora Carrington... Poniatowska está en la línea de los grandes habladores de la lengua, desde Mariano José de Larra y Guillermo Prieto hasta Camilo José Cela, Francisco Umbral, José María Arguedas y Carlos Monsiváis.

El Premio Cervantes a Elena Poniatowska es un premio dedicado al periodismo arriesgado, pues ella se encuentra en la línea de fuego de la invención lingüística a través de la fidelidad a la oralidad. Es en cierto modo un premio a la tradición que en México encarnan Ricardo Garibay, Carlos Monsiváis y los periodistas y escritores de su generación como Cristina Pacheco, Federico Campbell.

Del mismo modo que Elena Poniatowska supo ofrecer su casa hace años para dar albergue a Arnaldo Orfila Reynal para que Siglo XXI pudiese seguir su proyecto editorial interrumpido en el FCE por la publicación de Los hijos de Sánchez, de ese mismo modo el premio Cervantes a Elena Poniatowska echa la casa por la ventana. ¡Felicidades!



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