Los murales de Diego Rivera en Detroit, ¿en remate?
EL MUNDO INDUSTRIAL. El pintor mexicano observó e investigó para representar con todo detalle el mundo automotriz, y hacer una fiel representación de la producción en serie. (Foto: © ARCHIVO DIEGO RIVERA Y FRIDA KAHLO, BANCO DE MÉXICO, FIDUCIARIO EN EL FIDEICOMISO DE LOS MUSEOS DIEGO RIVERA Y FRIDA KAHLO )
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Hay quienes se preguntan ¿por qué los intelectuales se preocupan por los murales y el arte cuando la gente está perdiendo sus pensiones?
Visto así, resulta indefendible que hoy en la ciudad de Detroit (Michigan, Estados Unidos) alguien salga a pedir que no permitan que la inédita y reciente declaración de bancarrota lleve a poner sobre la mesa, como objeto de negociación, los murales que Diego Rivera pintó entre 1932 y 1933 en el Detroit Institute of Arts (DIA, Instituto de Artes de Detroit), los cuales son propiedad de la ciudad.
Pero el debate es más sutil y va más allá: “Conviene la reflexión de que un bien cultural que ha sido donado o destinado para el público, no debe ser enajenado y debe haber algún mecanismo para protegerlo, pero un planteamiento así tiene que ser respaldado políticamente, no podemos guardar silencio”. En esos términos sitúa Gregorio Luke, experto en arte latinoamericano y ex director del Museo de Arte Latinoamericano de Long Beach, la situación a que se enfrentan las más de 60 mil obras de arte del DIA, cuya colección figura entre las seis más importantes de Estados Unidos y donde además de los murales de Rivera —y los estudios y bocetos para dichos murales—, se encuentran por ejemplo un autorretrato de Vincent Van Gogh, y pinturas y esculturas de Picasso, Matisse, Rodin, Ernst, Beckmann, entre muchos otros.
¿Cuánto podría ser el precio de una colección de arte de esta magnitud? ¿Cuál sería el precio para los 27 paneles que han sido considerados como la obra más importante de Rivera en EU y que en palabras de él estaban llamados a ser “su obra más compleja”? ¿Serán vendidos o rematados? ¿Podría dividirse la serie de 27 frescos? Y más allá, surgen preguntas como: ¿Debe haber excepciones para un bien cultural? ¿Quién protege una obra de arte cuando el resto de la sociedad está reclamando porque siente que va a perder sus pensiones, sus hospitales, su economía? ¿Se zanja el asunto con la venta de las obras? ¿Qué pasa con la historia y lo que estas obras significaron como símbolo de una ciudad y de la industria automotriz que fue motor de la economía de EU?
Gestación
“He necesitado un arduo trabajo de preparación, de observación, más que nada. En cuanto al material industrial de este lugar, siento el mismo entusiasmo que sentí hace 10 años cuando regresé a México con el material campesino”, —escribió Rivera en el texto Detroit Dinámico —.
A través de William Valentiner, entonces director del DIA, Edsel Ford, presidente de la Ford Motor Company, encargó los murales a Rivera por los cuales le pagaron 20 mil dólares. Entre 1932 y 1933, el pintor y su esposa Frida Kahlo permanecieron en esa ciudad alrededor de siete meses; Rivera llevó a cabo un trabajo de investigación y observación del lugar que le permitió hacerse una idea de la magnitud del mundo industrial que habría de representar en los muros del DIA. De entonces quedan también fotografías, cartas, telegramas; buena parte de éstos se conservan en el Archivo Diego Rivera y Frida Kahlo, en la Casa Azul.
Gregorio Luke explica: “Los murales de Rivera son un símbolo de la ciudad; en un reciente Superbowl (el XL, en 2006), entre las imágenes características de Detroit estaban los murales de Diego. En esta ciudad está el secreto del éxito económico de este país: la producción en serie, la producción automotriz. En los murales de Diego puedes ver desde el proceso de extracción de la tierra, hasta lo que tiene que ver con el ensamblaje de un automóvil. Este proceso, inventado por Ford —que no deja de ser controversial— es la imagen el mundo moderno, Chaplin hizo una película de esto. En el mundo, no hay una obra comparable a la que hizo Diego”.
Los murales fueron tema de una polémica 80 años atrás cuando se pintaron. Las pinturas dividieron a la ciudad entre quienes las consideraban arte y aquellos, especialmente de comunidades religiosas, que opinaban que no eran apropiados para Detroit y se quejaban de ciertas asociaciones religiosas que había, en particular, a una imagen de la Sagrada Familia.
Rivera, en su texto Detroit Dinámico apuntó: “El único arte puro y verdadero, el arte que clarifica y que formula las realidades de la vida, siempre está bajo el riesgo de ser desaprobado por los poderes eclesiásticos, quienes sostienen el derecho del dominio estético, así como del ‘espiritual’. El arte en sus manos es un instrumento de opresión , así como en otras manos puede convertirse en objeto de emancipación”.
El propio Ford defendió las obras como verdadero arte y, finalmente, la Comisión de Arte de la ciudad votó por su preservación. Este debate lo recupera Alicia Azuela en su libro Diego Rivera en Detroit. Ahí afirma que sólo en Chapingo (en la Universidad) y Detroit él tuvo oportunidad de pintar “un entorno mural integrado en un esquema direccional”. Ahí pudo crear “un conjunto de frescos comparable a recintos renacentistas italianos como los de la Capilla de la Arena o la Capilla Sixtina”.
En México también hubo polémica pues Ford no era bien visto por muchos. El contenido de la pintura era el proletario y eso Rivera lo tuvo claro siempre. Uno de los momentos que más le alegró fue la reacción de los obreros cuando en marzo de 1933 vieron la pieza. El arista había estudiado y cuidado los detalles de los objetos mecánicos:
“Sentí que si el trabajador veía que la representación de una máquina era incorrecta o si una palanca se había puesto fuera de lugar, podía pensar que, de la misma forma que ese aparato en la vida real no funcionaría, la pintura que aquel tipo estaba ejecutando poco podía servir”.
Futuro incierto
EL UNIVERSAL buscó conocer la posición del DIA ante el tema. Pamela Marcil, jefa de relaciones públicas, respondió que consideraban poco probable que la ciudad tratara de vender las obras. Adjuntó un comunicado del DIA según el cual el Instituto “está decepcionado de que el administrador de emergencia determinara que era necesario declarar bancarrota”. Al mismo tiempo, manifiesta su confianza de que el administrador de emergencia, el gobernador y las cortes procederán para el mejor interés de la ciudad, el público y el museo. “Nos mantenemos comprometidos con nuestra posición de que el Instituto de Artes de Detroit y la ciudad de Detroit mantengan la colección del DIA en fideicomiso para el público y mantenemos nuestro cargo de preservar y proteger la herencia cultural de todos los residentes de Michigan”.
Luke no es muy optimista; retoma lo publicado hace unos cuantos días en The New York Times que deja claro que los acreedores, como en cualquier situación de declaración de bancarrota, no aceptan que ciertos bienes se retiren de la mesa de negociaciones. Explica que la situación del DIA es excepcional, entre otras razones, porque a diferencia de la mayor parte de los museos de EU que operan bajo la figura que de organizaciones non profits (una especie de AC), en Detroit, la colección del DIA es propiedad de la ciudad.
“Cuando te declaras en bancarrota tus acreedores tratan de recuperar sus dineros y uno de los mecanismos a los que acuden es a solicitar las propiedades inmuebles del que se declara en quiebra. Estamos ante un hecho sin precedentes: Detroit es la ciudad más grande de Estados Unidos que se declara en banca rota. En una situación de bancarrota hay todo un proceso legal en el que se negocia cómo se pagará, parte se hará con obligaciones y bonos, parte con propiedades. Es complejo; nunca en la historia de este país ha habido un proceso de ese tamaño. Es muy preocupante y algunos piensan que el caso de Detroit no es único. Siento que hay mucha incomprensión en Estados Unidos sobre el valor de las obras de arte.”
El proceso puede ser largo. Si bien las autoridades han garantizado a los ciudadanos un espacio en la mesa de discusión ¿qué lugar habrá para el arte?
No hay que olvidar que el del arte es uno de los mercados que ha logrado mantener su crecimiento más allá de cualquier crisis económica y eso vuelve estos bienes aún más atractivos para los acreedores.
“Ojalá que no sea necesario llegar a esos extremos de que se vendan las obras, que se insista en la necesidad de mantener la colección unida, y se halle una fórmula para que un espacio como el DIA, que define la identidad de una ciudad, no entre a ser parte de la bancarrota. Pero la experiencia nos indica que la posibilidad existe; el riesgo es real y me preocupa mucho”, concluye Gregorio Luke.