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En España no cualquiera da mantenimiento a una estatua

Ana Anabitarte Corresponsal| El Universal
Lunes 21 de octubre de 2013

cultura@eluniversal.com.mx  

MADRID.— Carmen Dávila experta en la conservación y la restauración del Patrimonio de la Escuela Superior de Conservación y Restauración de Bienes Culturales de Madrid, cree que para evitar que se produzcan errores en la restauración de monumentos históricos, como ha ocurrido con “El Caballito”, es fundamental la formación y cualificación de los restauradores. “Creo que es una profesión poco conocida a nivel social y a veces se identifica casi exclusivamente con una mera habilidad manual, cuando se requieren amplios conocimientos técnicos, científicos, humanísticos y artísticos para poder ejercerla correctamente”, asegura. “Ahora parece que cualquier ‘manitas’ puede restaurar sin formación, y eso no debe ser así. Los restauradores deben ser titulados”, declara a EL UNIVERSAL.

Recuerda que en España “tradicionalmente se encargaban de la conservación de las estatuas y esculturas los mismos trabajadores y empresas que hacían el mantenimiento del mobiliario urbano, lo que suponía la aplicación de tratamientos rápidos y agresivos de personal no cualificado. Pero la Ley de Patrimonio Histórico estableció que ‘los Bienes declarados de Interés Cultural no podrán ser sometidos a tratamiento alguno sin autorización expresa de los Organismos competentes para la ejecución de la Ley’”.

Actualmente hay varios niveles de protección de los bienes culturales en función de la calidad y la importancia del bien de que se trate, siendo el más alto el de “Bien de Interés Cultural (BIC)”, que requiere de las máximas condiciones de conservación. Y según la Ley, el Estado debe garantizar su cumplimiento y los responsables directos son los propietarios, titulares o poseedores de los bienes. Si hay algún error se aplican sanciones.

Dávila explica que una vez que se decide la intervención de un monumento público, la entidad responsable elabora un Pliego de prescripciones técnicas, donde especifican los datos y requerimientos relativos al trabajo. “Se establece el procedimiento que se debe emplear, los productos y los materiales, el número y la cualificación de los profesionales, el cronograma, el presupuesto... las empresas interesadas presentan sus proyectos, que son evaluados por los técnicos especialistas y, finalmente, se contrata el que más se adecúa a las prescripciones. Y toda la ejecución es supervisada directamente por un equipo técnico de la Administración”.

Además y para evitar que se produzcan fallos, el proceso es muy largo. “Primero hay una fase de estudios previos, en la que se realiza una documentación exhaustiva del monumento, que debe incluir antecedentes históricos, bibliografía publicada, análisis científicos, estudio técnico y fotográfico”, relata. Y en este sentido subraya la importancia de que se lleven a cabo pruebas en pequeñas zonas discretas “para determinar la idoneidad de los tratamientos”. A partir de los resultados es cuando se deciden los métodos de restauración.

La experta dice que los tratamientos antiguos tendían a eliminar las pátinas originales. Se empleaban métodos agresivos, como ácidos fuertes o de ‘chorro de arena’ a presión. “Unas intervenciones que son absolutamente irreversibles, y que si se repiten periódicamente se acaba perdiendo gran parte de la superficie original”, asegura. “Ahora toda restauración es conservativa y metódica; se tiende a efectuar la mínima intervención necesaria para asegurar la estabilidad y legibilidad del bien cultural”, concluye.



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