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"El espejo es cotidiano pero encierra una bruma mágica": David Huerta

Yanet Aguilar Sosa Enviada| El Universal
Sábado 30 de noviembre de 2013

ADMIRACIÓN. Huerta recuerda su asombro ante los poemas de Carlos Pellicer y los de Nicolás Guillén. (Foto: ARCHIVO EL UNIVERSAL )

El FCE reúne en La mancha en el espejo cuatro décadas de la obra poética de David Huerta; este domingo, en Guadalajara, habrá una presentación de la nueva edición

yanet.aguilar@universal.com.mx

GUADALAJARA. —David Huerta, poeta, traductor, ensayista y editor nacido en la ciudad de México en 1949, asegura que en la etapa creativa en la que está se ve como una persona a la que le gusta mucho escribir.

“Los dos copiosos volúmenes” de su poesía reunida La mancha en el espejo (Fondo de Cultura Económica, 2013) lo confirman.

“Siempre he escrito pensando que escribir poesía es una forma de trabajo intelectual. Desde luego, le doy un lugar principalísimo a los sentimientos y a las emociones dentro de mis poemas, faltaba más; pero el trabajo intelectual ocurre ante la forma, ante los desafíos del lenguaje que debemos organizar u ordenar de una manera muy definida y propia para que aparezca un poema mínimamente viable. Eso significa que siempre he estado atento a lo que ocurre en el terreno del lenguaje”, señala el escritor colaborador de EL UNIVERSAL.

El poeta que mañana, a las 12:30 horas, presentará los dos volúmenes de su poesía reunida en la 27 Feria Internacional del Libro de Guadalajara (Salón Mariano Azuela) asegura que vive tan atento a lo que ocurre en el terreno del lenguaje que en una época de su vida quiso meterse un poco en la lingüística, pero “la verdad no tengo ese talante”. David, hijo del también poeta Efraín Huerta, se considera más bien “una especie de lingüista en acto pues el lenguaje es la materia fundamental de mi trabajo”.

El autor de poemarios emblemáticos como Incurable, La sombra de los perros, La calle blanca y Cuaderno de noviembre, que estudió Filosofía y Letras inglesas y españolas en la UNAM hace un balance de su obra creativa a propósito de la edición de su poesía reunida.

“He escrito durante más de 40 años; el resultado está a la vista: una ‘poesía reunida’ que ocupa mucho espacio. Ahora bien, aquí en confianza, a mí me gusta mucho más leer que escribir; como soy una persona entusiasta, me gustaba jugar el juego de imitar lo que admiraba: y así empecé”.

Recuerda su asombro ante los poemas de Carlos Pellicer, por ejemplo; o cómo escuchaba arrobado los poemas de Nicolás Guillén que éste había grabado en un disco que él atesoraba y que ahora no sabe dónde quedó. O los poemas de Salvador Díaz Mirón.

David Huerta rememora que en sus años de adolescencia lectora descubrió que la poesía podía ser objeto de reflexión metódica: ahí estaban los libros de crítica literaria, de historia de la poesía, y se dio a leerlos con enorme gusto, luego los olvidó un poco durante algunos lustros y volvió a ellos en su primera adultez y desde entonces no los ha abandonado.

“Mis ensayos son modestos y no aspiran más que a dejar un registro de mis entusiasmos de lector. Lejos estoy de ser un ensayista en el sentido fuerte de esta palabra; soy más bien un comentarista de sus propias lecturas que no aspira a mucho más que a lo que ya dije: dejar constancia de que algo le gustó en un libro, le interesó en unos versos, le intrigó en un determinado pasaje”, señala el poeta.

Tras esta reunión de sus poemas, le queda claro que en su trabajo primero es el lenguaje, luego es el lenguaje y al final está el lenguaje.

“Cuando me piden una autodefinición o un autorretrato, siempre digo que soy un poeta mexicano que ha vivido prácticamente toda su vida en esta ciudad de los mil demonios y que esa condición múltiple (nacionalidad, ciudad natal y lugar de residencia) ha determinado profundamente lo que hago… Mis poemas son naturales en mí: eso quiere decir que hablo de la ciudad y de todo lo que le preocupa a una persona que vive y ha vivido siempre en una metrópoli como ésta”, cuenta.

La poesía reunida por el Fondo de Cultura Económica tiene como símbolo en su título, el espejo.

Huerta dice que él no podría explicar el significado ni tampoco lo ve como un símbolo o una metáfora, pero lo que ve ahí es extraordinario: es la imagen propia reflejada ahí.

“Es nuestra ‘vera efigie’, pero un poco alterada. Hay gente que ‘actúa’ ante el espejo: tuerce la boca, se pone en pose, infla el pecho como cuando la fotografían. El espejo es cotidiano hasta la vulgaridad pero tiene al mismo tiempo una especie de bruma mágica que lo vuelve intrigante, misterioso”, señala.

Huerta asegura que la propia imagen suele ser, además, el material de la llamada “poesía lírica”: “Jugué con esa idea de la poesía lírica para subvertirla un poquito y escribí en un poema que había ‘una mancha en el espejo’, algo así como una perturbación del yo o de la imagen del yo. La frase me gustó para el título de mis poemas reunidos en esta publicación”.

El también traductor y maestro, además de premio Xavier Villaurrutia 2005, comenta que esta edición es la reunión de libros, folletos, cuadernillos que él ha publicado desde 1972.

“Mi ‘poesía completa’ aparecerá cuando yo me muera, si tienen esa extraña suerte los poemas que he escrito; pero La mancha en el espejo es la reunión de mis títulos poéticos”, dice el escritor.

La mancha en el espejo comprende 19 poemarios publicados a lo largo de cuatro décadas de trabajo.



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