El Dorado, la riqueza cultural detrás del mito
El mito de El Dorado, forjado por los españoles que conquistaron América, oculta en realidad la grandeza cultural y de tradiciones de las tribus indígenas que habitaron la Colombia antigua, según revela una nueva exposición en el Museo Británico.
"Más allá de El Dorado", presentada hoy a la prensa, descubre a través de unos trescientos artefactos exquisitos las costumbres de unos pueblos cuyos rituales con oro y piedras preciosas llevaron a los europeos a soñar con un imperio dorado.
Repartida en varias salas en penumbra para preservar esos objetos, muchos de ellos procedentes del Museo del Oro colombiano, la muestra traslada a un mundo en que el oro "no tenía un valor económico sino simbólico" , pues se asociaba con la energía del sol y se utilizaba "para comunicarse con el más allá", dice la comisaria, la española Elisenda Vila Llonch.
Los habitantes de la Colombia prehispánica, cuyas joyas y ornamentos dorados tanto fascinaron a los españoles que llegaron en 1499, empleaban una aleación de oro y cobre conocida como "tumbaga" -que evocaba el día y la noche y los ciclos- para crear objetos que les ayudaban a "transformarse en otros seres", para conectar con lo sobrenatural.
En general, estos seres eran los animales que les rodeaban, como pájaros, murciélagos y sobre todo el jaguar, el mayor depredador de Suramérica, cuyas fauces y garras evocaban tantos de esos accesorios rituales.
Vestidos de esa guisa, con adornos pectorales dorados, ornamentos en la nariz y las orejas, plumas, collares o diademas, los chamanes o líderes de las tribus dirigían ceremonias de iniciación o trance con el mundo espiritual.
Uno de esos rituales, llevado a cabo en el lago Guatavita -cerca de la actual Bogotá-, fue el que, según contó en 1636 el cronista Juan Rodríguez Freyle, inspiró el mito de El Dorado, "que tantas vidas ha costado".
"Freyle habla de cómo este líder o cacique era vestido de pies a cabeza con polvo y adornos de oro, se le situaba en el centro de una balsa con sus ayudantes mientras el pueblo cantaba y celebraba a las orillas, y la balsa se llevaba hasta el medio de la laguna, donde se alzaba una bandera y, en silencio, se hacían ofrendas como esmeraldas y oro", afirma Vila Llonch.
La visión o el rumor de un hombre cubierto en oro forjó una leyenda que, según la comisaria, "evolucionó con el tiempo, pasando de ser un hombre dorado a una supuesta ciudad o imperio cubiertos en oro, que por supuesto los españoles nunca encontraron", señala.
La exposición aprovecha el mito para "explorar lo que hay más allá", que en verdad es "la riqueza y diversidad cultural del mundo prehispánico en el territorio que actualmente es Colombia", explica.
Desde 1600 AC hasta 1600 DC, hubo allí "una gran diversidad de culturas, de grupos distintos, conocidos como cacicazgos, que tenían gran variedad de materiales con los cuales se comunicaban con el universo, expresando sus ideas, y tenían unas creaciones artísticas magníficas, como esas piezas en oro y cobre", puntualiza.
En la muestra pueden verse ornamentos corporales de tumbaga, así como algunos textiles y figuras de piedra o cerámica con los que las diferentes tribus, como los Muisca o los Calima, expresan su estatus e identidad o decoran sus cuerpos.
Una de las vitrinas, dedicada al "hombre murciélago", muestra una intrincada figurita dorada de una persona "disfrazada" de murciélago mientras al lado se exponen los avalorios que en la realidad habrían permitido a los humanos conseguir esa apariencia, como una visera, piezas tubulares nasales y ornamentos para la cabeza con alas.
"Estas piezas era utilizadas para transformar su cuerpo y su persona, para crear una doble piel y convertirse en los animales poderosos de su hábitat, como este murciélago, lo que les permitía ver el mundo desde otra perspectiva", señala Vila Llonch.
Al final de la exposición, que estará abierta al público desde mañana hasta el 23 de marzo, se exhiben urnas funerarias -de donde proceden muchos de los objetos expuestos- así como ejemplos de la orfebrería actual colombiana, que, aunque muy diferente de la prehispánica, guarda claras reminiscencias.