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Después de seis meses como Secretario Técnico del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el antropólogo Bolfy Cottom renunció a su cargo esta semana por “dignidad” y por el trato “inmerecido” e “injusto” que se le dio al proyecto al que había sido invitado y que encabezaba Sergio Raúl Arroyo García, quien fue destituido de la dirección del organismo a principios de julio.

“Uno debe tener dignidad cuando hay algo que pone en riesgo la libertad de pensamiento, de actuación y de apego a un proyecto que se había pensado. Me parece que el trato que se le dio a esa administración fue verdaderamente injusto, creo que fue inmerecido. Hasta este momento, no tengo una razón que explique la causa de solicitud de renuncia del director (Sergio Raúl Arroyo)”, comentó ayer en entrevista Cottom, quien fue sustituido desde el martes pasado por el historiador César Moheno.

Tras su renuncia, la cual se suma a la del poeta Eduardo Vázquez Martín como coordinador Nacional de Difusión, el experto en legislación del patrimonio cultural comenta que su nombramiento en el INAH suponía una oportunidad para contribuir en “la consolidación y la dignidad de esta institución, y la de la cultura”, sector que, dice, enfrenta una crisis: “No veo que el sector cultura esté bien, no son buenos tiempos. Veo que hay una especie de grupo que controla todo, que los trabajadores, los creadores, toda la gente que forma parte de este subsector sigue marginada, no veo un ánimo de apegarse al estado de derecho en la conducción de las instituciones. No veo claro el papel que a la cultura se le da en este nuevo régimen”.

Cottom, quien sigue siendo investigador de la Dirección de Estudios Históricos del INAH, considera contradictorio que el discurso de la nueva administración sea plantear la cultura como un elemento de “reconstrucción del tejido social”, cuando a una institución como el INAH se le trata de manera irrespetuosa. “Desde mi punto de vista se le ha faltado el respeto, no se le ha reconocido en su dimensión histórica, en toda su magnitud”.

“El INAH en este momento es visto como una especie de barrera que hay que ver cómo se escabulle, cómo se libra, para no cumplir con el interés social de los bienes públicos”, apunta.

Por ahora dice desconocer el proyecto de María Teresa Franco, quien ya había sido titular del INAH de 1992 a 2000, pero asegura que el de Arroyo García, al que fue invitado a participar, contemplaba el total apego a la Ley de Monumentos y a la legislación orgánica del INAH, como se hizo al cancelar la construcción del teleférico de Puebla y el del Museo del Cacao, en Yucatán.

“Ahí se actuó sobre la base de la legislación. No había permisos, no había autorización, había violación de la norma, y había que presentar denuncia”, dice.

Una de las acciones más celebradas durante la breve administración de Sergio Raúl Arroyo fue la reinstauración del Consejo de Monumentos Históricos. Este cuerpo colegiado, comenta Cottom, debería continuar y renovarse constantemente, como se había planteado.